Apóstol de la Eucaristía al servicio de los pobres - Alfa y Omega

Apóstol de la Eucaristía al servicio de los pobres

José Calderero de Aldecoa
Foto: Diócesis de Palencia

Cuando Manuel González fue nombrado obispo de Málaga lo celebró con una comida junto a los niños pobres, a quienes autoridades, sacerdotes y seminaristas sirvieron en una mesa, «verdadera prolongación de la mesa eucarística». Así lo recoge el mensaje que la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal (CEE) ha publicado con motivo de la canonización del obispo de los sagrarios abandonados que tendrá lugar en Roma el domingo 16 de octubre.

«Él nunca separó la Eucaristía del servicio a los excluidos, ya que siempre la orientó hacia el descubrimiento del rostro de Cristo pobre y abandonado en las múltiples marginaciones de cada día», prosiguen los obispos españoles, para quienes su antecesor es «un modelo para la Iglesia y para nuestro tiempo, tan necesitados de espíritu contemplativo, de entregada actividad caritativa y de volver a la mesa eucarística donde Cristo se hace presencia cercana y Pan vivo que alimenta y fortalece».

El más abandonado de todos

El próximo santo, nacido en Sevilla en 1877, invitó a sus coetáneos a llevar una vida eucarística. En concreto, «animó siempre a los fieles a participar en la Santa Misa y a vivir lo que ella significa en el servicio a los pobres y excluidos», recuerda la Permanente, que también resalta la invitación a todos del nuevo santo «a relacionarse frecuentemente con el Señor, realmente presente en el sagrario». Una presencia de amor, según la CEE, «no siempre correspondida» y a la que se debe acudir «para abrazar» y de la que se debía salir «para servir».

Fue en la localidad sevillana de Palomares del Río donde Manuel desarrolló su primera labor pastoral, todavía recordada por los lugareños, y donde «robusteció y forjó su espiritualidad eucarística y su amor por los pobres». Al entrar al pueblo se dirigió a la iglesia, la cual encontró sucia y abandonada. Pensó entonces en todos los sagrarios abandonados que habría a lo largo del mundo. «Allí de rodillas […] mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, tan bueno, que me miraba, […] que me decía mucho y me pedía más». Esta experiencia interior sobrenatural marcaría toda su vida y mensaje, y desde entonces se convertiría en apóstol de la Eucaristía.

Casi diez años después de aquella primera experiencia eucarística, tal y como rememoran los obispos españoles en su mensaje, manifestó ante un grupo de colaboradoras el gran anhelo de su corazón: «Permitidme que yo, que invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de los niños pobres y de todos los abandonados, invoque hoy vuestra atención y cooperación en favor del más abandonado de todos los pobres: el Santísimo Sacramento. Os pido una limosna de cariño para Jesucristo sacramentado…».

De este anhelo nació la Obra para los Sagrarios-Calvarios «para dar una respuesta de amor reparador al amor de Cristo resucitado, real y verdaderamente presente en la Eucaristía», explican los obispos. Después, el obispo González fundaría la Unión Eucarística Reparadora o la congregación de las Misioneras Eucarísticas de Nazaret.

A los pies del sagrario

Manuel murió en 1940 y fue enterrado, cumpliendo su voluntad, en la capilla del sagrario de la catedral de Palencia: «Pido ser enterrado junto a un sagrario, para que mis huesos, después de muerto, como mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: “¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! ¡No lo dejéis abandonado!”».

Los obispos concluyen su mensaje con el deseo de que «anime a los fieles a una verdadera y frecuente adoración al Señor, así como a una mayor vivencia del Domingo y a cuidar con esmero la reserva del Santísimo». Esto ayudará, según la Comisión, «a avanzar en el camino de la santidad y de la misericordia, y a generar una verdadera cultura del encuentro».