Es posible «recomponer las laceraciones y apartar los obstáculos» al ecumenismo - Alfa y Omega

Es posible «recomponer las laceraciones y apartar los obstáculos» al ecumenismo

El Papa ha cerrado su visita a Georgia invitando a los ortodoxos del país a «no renunciar nunca a las oportunidades de encuentro y de diálogo». Poco antes, había pedido a los católicos que no hagan proselitismo con sus «hermanos» ortodoxos

Redacción
Foto: EFE/EPA/Zurab Kurtsikidze

El Papa Francisco volvió este sábado a instar a los ortodoxos a continuar el camino del ecumenismo y remediar las contraposiciones y obstáculos que les separan, en su discurso durante su visita a la catedral ortodoxa de Svetitsjoveli, en la localidad de Misjeta, en su ultimo día de viaje en Georgia. Mañana temprano partirá hacia Azerbaiyán.

«Al concluir mi peregrinación en Georgia, doy gracias a Dios por tener un momento de recogimiento en este templo santo. Deseo también dar gracias de corazón aquí por la acogida recibida», fueron las palabras del Francisco en el interior del templo ante el patriarca de los ortodoxos georgianos, Elias II.

En esta «magnífica catedral, que alberga muchos tesoros de fe y de historia, se nos invita a hacer memoria del pasado», declaró el pontífice. El Papa aludía sobre todo a la túnica de Jesús, que según la tradición georgiana se encuentra enterrada en el templo, en un lugar ante el cual los dos líderes religiosos se recogieron algunos instantes. El Papa aprovechó la imagen de la túnica indivisa de Jesús para subrayar, en contraste, «el gran dolor por las divisiones de los cristianos habidas a lo largo de la historia, que son desgarros reales infligidos en la carne del Señor».

El Pontífice reiteró, como hizo ayer en su visita al Patriarcado ortodoxo georgiano, su llamamiento para que se deje atrás «la discordia y las divisiones entre los bautizados», porque, agregó, «realmente es mucho más lo que nos une que lo que nos divide».

Un camino paciente, confiado y humilde

El amor y la comprensión recíproca –aseguró– es lo que puede «recomponer las laceraciones, impulsados por un espíritu de límpida hermandad cristiana». Francisco reconoció que para todo ello, se «requiere ciertamente un camino paciente, que hay que cultivar con confianza en los demás y con humildad, sin miedo y sin desalentarse, sino más bien con la alegre certeza de la esperanza cristiana».

Según Francisco, esta esperanza anima a creer «que pueden remediar las contraposiciones y apartar los obstáculos, y nos invita a no renunciar nunca a las oportunidades de encuentro y de diálogo, así como a custodiar y mejorar juntos lo que ya existe».

Como ejemplo de esas oportunidades de encuentro, el Papa aludió a iniciativas como «el diálogo que se está desarrollando en la Comisión Mixta Internacional y otras fecundas ocasiones de intercambio». La alusión no es baladí, pues precisamente en el último encuentro de dicha Comisión, celebrado del 15 al 22 de septiembre en Chieti (Italia) la Iglesia ortodoxa georgiana se negó a aceptar el documento acordado por la Iglesia católica y el resto de iglesias ortodoxas sobre cómo la Iglesia unida del primer milenio vivía la relación entre primado y sinodalidad.

El viaje del Papa a Georgia, que tenía un énfasis principalmente ecuménico, ha tenido luces y sombras. El patriarca ortodoxo georgiano, Elias II, fue al aeropuerto a recibir al Papa el viernes y después lo acogió muy cordialmente en la sede del Patriarcado. Sin embargo, el sábado por la mañana estaba previsto que una delegación ortodoxa participase en la Misa que el pontífice celebro en un estadio de fútbol de Tbilisi, pero finalmente no acudieron.

«El proselitismo es un pecado»

El Papa también ha exhortado a los católicos a tender puentes con los ortodoxos. En su encuentro previo con los sacerdotes, religiosos y agentes de pastoral en la catedral católica de la Inmaculada, en Tbilisi, pidió que «jamás se haga proselitismo con los ortodoxos» y que «nunca se les condene». Así respondía el Santo Padre a uno de los testimonios, que aludía a los obstáculos a la labor ecuménica que encuentran los católicos en el país.

«El proselitismo es un pecado contra el ecumenismo. Jamás se debe hacer proselitismo contra los ortodoxos». Las acusaciones ortodoxas de proselitismo por el envío de misioneros católicos y el establecimiento de diócesis católicas en territorios de mayoría ortodoxa han sido uno de los obstáculos en el diálogo con la Ortodoxia en las últimas décadas.

«Dejemos a los teólogos que estudien» las diferencias de doctrina, dijo el Papa argentino. Lo que se tiene que hacer mientras tanto con los «vecinos ortodoxos» es «ser abierto» y «serles amigo» y «nunca forzarles para que se conviertan». Francisco explicó que los ortodoxos «son hermanos y hermanas nuestros, discípulos de Jesucristo, pero que por situaciones históricas, pues, hemos acabado aquí». Por eso, insistió, no se debe «nunca condenarles. Solo amistad y caminar juntos. Rezar uno por el otro y hacer obras de caridad juntos cuando se puede. Esto es el ecumenismo».

Efe / Redacción

Texto completo del discurso del Papa en la catedral patriarcal

Santidad,
Señor Primer Ministro,
Distinguidas autoridades
e ilustres miembros del cuerpo diplomático,
Queridos hermanos obispos y sacerdotes,
Queridos hermanos y hermanas

Al concluir mi peregrinación en Georgia, doy gracias a Dios por tener un momento de recogimiento en este templo santo. Deseo también dar gracias de corazón aquí por la acogida recibida, por vuestro emotivo testimonio de fe, por el buen corazón de los georgianos. Me vienen a la mente, Santidad, las palabras del Salmo: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza» (Sal 133, 1-2). Querido hermano, el Señor, que nos ha concedido la alegría de encontrarnos y de intercambiar el beso santo, rocíe sobre nosotros el ungüento perfumado de la concordia y derrame abundantes bendiciones sobre nuestro camino y el de este amado pueblo.

La lengua georgiana está llena de expresiones significativas que describen la fraternidad, la amistad y la cercanía entre las personas. Hay una, noble y genuina, que manifiesta la disponibilidad para reemplazar al otro, la voluntad de hacerse cargo de él, de decirle con la vida «me gustaría estar en tu lugar»: shen genatsvale. Compartir en la comunión de la oración y en la unión de las almas las alegrías y las angustias, llevando los unos las cargas de los otros (cf. Ga 6, 2): que nuestro caminar juntos esté marcado por esta fraterna actitud cristiana.

Esta magnífica catedral, que alberga muchos tesoros de fe y de historia, nos invita a hacer memoria del pasado. Es muy importante, ya que «la caída del pueblo comienza allí, dónde termina la memoria del pasado» (I. Chavchavadze, El pueblo y la historia, en Iveria, 1888). La historia de Georgia es como un libro antiguo en el que cada página nos habla de testimonios santos y de valores cristianos, que han forjado el alma y la cultura del país. Este valioso libro narra, también gestas de gran apertura, acogida e integración. Son valores inestimables y siempre válidos, para esta tierra y para toda la región, tesoros que reflejan bien la identidad cristiana, la cual se mantiene cuando permanece bien fundamentada en la fe y al mismo tiempo está siempre abierta y disponible, nunca rígida o cerrada.

El mensaje cristiano –este lugar sagrado nos lo recuerda– fue durante siglos el pilar de la identidad georgiana: ha dado estabilidad en medio de tantas agitaciones, incluso cuando el destino del País ha sido abandonado por desgracia tantas veces amargamente a su propia suerte. Pero el Señor nunca ha abandonado a la amada tierra de Georgia, porque él es «fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones, sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan» (Sal 145, 13-14).

La tierna y compasiva cercanía del Señor está aquí representada de manera particular por el signo de la túnica sagrada. El misterio de la túnica «sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo» (Jn 19, 23), ha atraído la atención de los cristianos desde los comienzos. Un Padre antiguo, san Cipriano de Cartago, dijo que en la túnica indivisa de Jesús aparece ese «vínculo de concordia, que une inseparablemente», esa «unidad que viene de lo alto, es decir del cielo y del Padre, que no podía ser desgarrada de ninguna manera» (De catholicae Ecclesiae unitate, 7). La túnica sagrada, misterio de la unidad, nos exhorta a experimentar un gran dolor por las divisiones de los cristianos habidas a lo largo de la historia: son desgarros reales infligidos en la carne del Señor. Al mismo tiempo, sin embargo, la «unidad que viene de lo alto», el amor de Cristo que nos ha reunido dándonos no solamente su túnica, sino también su propio cuerpo, nos impulsa a no conformarnos y a ofrecernos a nosotros mismos siguiendo su ejemplo (cf. Rm 12, 1): nos animan al amor sincero y a la comprensión recíproca para recomponer las laceraciones, impulsados por un espíritu de límpida hermandad cristiana. Todo esto requiere ciertamente un camino paciente, que hay que cultivar con confianza en los demás y con humildad, sin miedo y sin desalentarse, sino más bien con la alegre certeza que la esperanza cristiana nos hace pregustar. Ella nos anima a creer que se pueden remediar las contraposiciones y remover los obstáculos, nos invita a no renunciar nunca a las oportunidades de encuentro y de diálogo, así como a custodiar y mejorar juntos lo que ya existe. Pienso, por ejemplo, en el diálogo que se está desarrollando en la Comisión Mixta Internacional y en otras fecundas ocasiones de intercambio.

San Cipriano afirmaba también que la túnica de Cristo, «única, indivisible, toda de una sola pieza, indica la inseparable concordia de nuestro pueblo, de nosotros que nos hemos revestido de Cristo» (ibíd.). Aquellos que han sido bautizados en Cristo, dice el apóstol Pablo, se han revestido de Cristo (cf. Ga 3, 27). Por lo tanto, a pesar de nuestros límites y más allá de cualquier distinción histórica y cultural, estamos llamados a ser «uno en Cristo Jesús» (Ga 3, 28) y a no poner en primer lugar la discordia y las divisiones entre los bautizados, porque realmente es mucho más lo que nos une que lo que nos divide.

En esta Catedral Patriarcal muchos hermanos y hermanas reciben el bautismo, que en la lengua georgiana expresa muy bien la vida nueva recibida en Cristo, indicando una iluminación que da sentido a todo, porque conduce fuera de la oscuridad. En georgiano, incluso la palabra «educación» viene de la misma raíz y por lo tanto está estrechamente emparentada con el bautismo. La nobleza de la lengua induce así a pensar en la belleza de una vida cristiana que desde el comienzo es luminosa y se mantiene así si permanece en la luz del bien y rechaza la oscuridad del mal; si, manteniendo la fidelidad a las propias raíces, no cede a las cerrazones que ensombrecen la vida, sino que está siempre bien dispuesta a aceptar y aprender, a ser iluminada por todo aquello que es bello y verdadero. Que las espléndidas riquezas de este pueblo sean conocidas y apreciadas; que podamos compartir cada vez más, para el enriquecimiento común, los tesoros que Dios da a cada uno, y nos ayudemos mutuamente a crecer en el bien.

Aseguro de corazón mi oración para que el Señor, que hace nuevas todas las cosas (cf. Ap 21, 5), por la intercesión de los santos hermanos Apóstoles Pedro y Andrés, de los mártires y de todos los santos, aumente el amor entre los creyentes en Cristo y la búsqueda luminosa de todo aquello que nos pueda acercar, reconciliar y unir. Que la hermandad y la colaboración crezcan en todos los ámbitos; que la oración y el amor nos ayuden a acoger cada vez más el ardiente deseo del Señor para todos los que creen en él por la palabra de los Apóstoles: que todos sean «uno» (cf. Jn 17, 20-21).