Enseñar al que no sabe - Alfa y Omega

«Cuando no puedes curar, tienes que cuidar». La primera vez que se lo oí a mi hermano Antonio, médico, me quedé con la copla. Dicen que las dos razones que llevan a las personas a tirar la toalla al acercarse los últimos momentos son sentir que no importan a nadie o pensar que estorban.

Llevar la comunión a los enfermos es mucho más que colgarse al pecho la Sagrada Forma o rezar una oración y dársela a la persona a la que visitas. «También le agradecería que hiciese un poco de compañía a mi mujer». ¡Cómo no! Tan malita como pizpireta, me agarró la mano el primer día y no la soltaba ni dejaba de hablar. Toda su preocupación era ayudar a su cuidadora a encontrar otro trabajo mejor y pedirle perdón a su marido por la lata que le da. «Tu marido te cuida y te mima porque te quiere». «Ya, pero no se merece esto».

Entramos en un círculo del que solo salimos cuando apareció él y la conversación derivó hacia quién cocinaba mejor, él ahora o ella cuando estaba bien. Quería dejarnos a solas, pero le pedí que se quedara con nosotros: hablamos de fútbol, del calor que empezaba a aflojar, de los hijos que no han tenido, de mi familia, de que por qué no me cuido y adelgazo un poco, de que a ver si va a tener que hablar con mi mujer, de que le ayude a bajarse una aplicación con el rosario para el móvil, de «dile que también venden pescado congelado –que no compre siempre del caro–»… De todo. «Lo único que tiene mérito es que te aguante decir tonterías», terció; lo demás, no. Vaya cara con la que la miraba, menudos ojos. Yo no sé si había visto nunca tanto amor. Es más, me gustaría saber que yo miro así a mi mujer.

Le di la comunión. Tuve que ayudar con las oraciones. Prometí volver con frecuencia. Iba bien hasta la puerta. Allí, al despedirme de su marido, casi me quiebro: «He tomado nota de las dos cosas en las que tengo que ayudar: que se sienta importante y que no piense que da la lata, porque algo estaré haciendo mal si…». Le corté. «¿Tú?, no jorobes…» –me salió sin pensar–. Dos más a los que estar agradecidos, porque llevan semanas haciendo una obra de misericordia conmigo: enseñar al que no sabe.