«Cada mañana le ofrecemos el día a Jesús. Él lo utiliza para salvar almas» - Alfa y Omega

«Cada mañana le ofrecemos el día a Jesús. Él lo utiliza para salvar almas»

Los padres de Luis, Claudia, Fer y sus hermanos les han enseñado que «las cosas pequeñas que vivimos cada día tienen un valor inmenso para Jesús si las hacemos con amor y ofreciéndoselo»

María Martínez López
Foto: Archivo personal de la familia

Así viven estos seis hermanos el espíritu del Apostolado de la Oración. Levantarse con sueño, desayunar, ir al cole o a trabajar, jugar con los amigos, hacer los deberes, ayudar en casa… ¿te imaginas que con esas cosas tan normales se pudiera ayudar a Jesús a hacer un mundo mejor? ¡Pues es posible! Así lo viven cada día Luis (14 años), Teresa (13), Claudia (11), Fer (7), Laura (5) y María (4).

Laura y Fernando, los padres de estos hermanos, se conocieron en los campamentos de un movimiento que se llama Getsemaní «con 17 o 18 años. Allí nos invitaron al encuentro de Jóvenes por el Reino de Cristo (JRC) para profundizar. Y desde entonces venimos casi cada año». El Pequealfa habla con ellos durante el encuentro, que ha sido este fin de semana en Salamanca.

En JRC, durante tres días de charlas y oración, aprendían a ser más amigos del Corazón de Jesús y qué podían hacer para ayudarle a seguir salvando el mundo. En esa época, también eran monitores del Movimiento Eucarístico Juvenil, y enseñaban a los niños a vivir todo esto. Esta forma de vivir la fe se llama Apostolado de la Oración, y todos estos grupos forman parte de ello.

En el coche, de camino al colegio

Cuando Laura y Fernando se casaron y tuvieron hijos, «hemos intentado inculcarles lo mismo que enseñábamos como monitores: que las cosas pequeñas que vivimos cada día tienen un valor inmenso para Jesús si las hacemos con amor y ofreciéndoselo». Claudia, de 11 años, nos explica con ayuda de su madre cómo lo hacen: «Por la mañana, de camino al colegio, rezamos el ofrecimiento de obras, una oración con la que le entregamos todo el día a Jesús. Él puede utilizar eso para salvar el alma de las personas».

Estas ganas de ayudar a que más gente sea amiga de Jesús les acompaña ya durante todo el día. «Mis amigos antes decían muchas palabrotas, y yo se lo dije y ahora ya no dicen tantas –nos cuenta Fer, de 7 años–. Y el otro día, en el comedor, les dije que podíamos rezar antes de comer, y les gustó mucho». Además, cuando rezan el rosario, Claudia siempre ofrece un misterio «por la conversión de los pecadores: que las personas que no conocen a Jesús lleguen a creer en Él».

El momento de pedir perdón

Por la noche –sigue la madre de los niños– toda la familia se junta «para darle gracias a Dios y contarle las cosas que nos han pasado, porque sabemos que es nuestro amigo y vive con nosotros todas las cosas que nos pasan». Pueden dar gracias por cosas tan curiosas como esta que les pasó un día y de la que Fer se acuerda perfectamente: «Íbamos por la calle y una señora les regaló a mis padres un billete para el autobús turístico de Toledo, porque se había equivocado al comprarlo. Pudimos montar todos. ¡Y encima era mi cumpleaños!».

También aprovechan ese momento para pedirle cosas a Jesús y pedir perdón. «Por ejemplo –dice Fer–, si yo he sido gruñón, cosa que pasa a menudo, pido perdón por ello y por habérselo hecho pasar mal a los demás».

Cuando los jóvenes que iban a JRC con los padres de los niños empezaron a casarse, se creó Familias por el Reino de Cristo, un encuentro igual pero al que van juntos adultos y niños. «Es una maravilla –cuenta Laura–, porque nos juntamos también con los jóvenes» y con otros adultos que no se han casado.

Misericordia en familia

Este año, fueron más de 600 personas. «Nos han hablado del Año de la Misericordia, y nos han explicado que la misericordia es lo mismo que el amor», dice Claudia. Su hermano Fer añade que ellos también pueden vivirla en casa, por ejemplo ayudando y consolando «a alguno de nuestros hermanos si se cae y se pone a llorar».

Otra forma de vivir la misericordia, añade su madre, es que «siempre intentamos que nuestra casa esté abierta a que puedan venir otras personas y familias, para compartir con ellos. O, cuando alguno de los niños tiene dificultades con un compañero de clase, les digo que hay que ayudarle, porque a lo mejor no conoce a Jesús».

«El testimonio de los seminaristas me animó a entrar en el seminario menor»

Luis, de 14 años, es el hijo mayor de Laura y Fernando. «Siempre digo que he tenido mucha suerte de tener la familia que tengo, porque todo lo que hacemos me mantiene cerca del Señor y me da en qué apoyarme. Haciendo el ofrecimiento, eres consciente de que desde la mañana le ofreces a Dios todos tus actos, palabras y pensamientos. Esto te invita a hacerlo bien, porque para el Señor, lo mejor».

Luis no ha podido ir al encuentro de FRC porque ya había comenzado el curso en el seminario menor de Toledo, que funciona como internado. Entró en él hace dos años. «Yo antes iba al colegio Infantes y estaba en los Seises, un grupo de niños del colegio que cantan en la catedral y hacen de monaguillos. Algunos sacerdotes me decían que por qué no iba al seminario. Yo me lo estaba pensando, porque también tenía buenos amigos en el colegio» y no quería dejar de ir con ellos.

Lo que le ayudó a decidirse fue «un retiro que hizo Getsemaní», el grupo en el que está toda la familia. «Fue en el edificio del seminario, y el testimonio que dieron algunos seminaristas hizo que me animara» a probar. Eso no quiere decir que vaya a ser sacerdote, pero en el seminario recibe ayuda para ver si es eso lo que Dios quiere de él.