Diálogo, el antídoto (ineludible) contra la violencia religiosa - Alfa y Omega

Diálogo, el antídoto (ineludible) contra la violencia religiosa

Para el Papa las religiones deben condenar rotundamente las «acciones abominables» de los terroristas. Francisco está convencido de que las «atrocidades» cometidas en nombre de Dios provocan que el mundo culpe a los credos como responsables del mal que le rodea. Pero sabe también que la distancia con los violentos no basta. Considera necesario desatar una fuerza positiva en sentido contrario y de mayor poder. El entendimiento es la clave, el antídoto contra el miedo y la venganza. Algo más que tolerancia de salón. Por eso, acaba de bendecir la creación de un Instituto del Diálogo Interreligioso de las Américas. Una apuesta venida del sur, que puede marcar la diferencia

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa saluda al rabino Daniel Goldman durante el simposio, en presencia del sacerdote católico Guillermo Marcó (izquierda) y del musulmán Omar Abboud (derecha). Foto: Víctor Sokolowicz

Francisco recibió, el pasado 8 de septiembre en el Vaticano, a más de 100 delegados de 18 países americanos. Fue la audiencia conclusiva de un encuentro de dos días realizado en una sala ubicada a pocos pasos de la plaza de San Pedro. Los participantes (judíos, musulmanes y católicos) fueron convocados por tres viejos amigos del Papa: el rabino Daniel Goldman, el referente islámico Omar Abboud y el sacerdote católico Guillermo Marcó. Ellos fueron, más de una década atrás, los fundadores del Instituto de Diálogo Interreligioso en Buenos Aires.

Aquella iniciativa, que nació con naturalidad y rápidamente sumó el apoyo del cardenal Jorge Mario Bergoglio, se convirtió para el futuro Papa en un camino por donde transitar la cercanía con otros credos. Gracias a ello fue el primer obispo católico en visitar el Centro Islámico de la República Argentina en sus 90 años de vida.

Por eso no resultó sorprendente cuando se anunció la creación de un instituto de diálogo a nivel continental con la bendición de Francisco y el apoyo logístico de la Organización de los Estados Americanos (OEA).

En la mencionada audiencia el Papa instó a «tomar distancias de todo lo que busca envenenar los ánimos, dividir y destruir la convivencia», y urgió a «mostrar los valores positivos» inherentes a cada una de las tradiciones religiosas para lograr «un sólido aporte de esperanza». Y apuntó: «Es fundamental la cooperación interreligiosa, basada en la promoción de un diálogo sincero y respetuoso. Si no existe respeto recíproco no existirá diálogo interreligioso; es la base para poder caminar juntos y afrontar desafíos».

La defensa de la casa común

Pero, como precisó Omar Abboud, «el diálogo interreligioso no es un diálogo de religiones». En entrevista con Alfa y Omega, añadió: «Para informarte sobre lo que piensa cada religión, en torno a su credo, su práctica y sus cultos no solamente están los libros, sino que nos conocemos hace 1.500 años con el islam, 2.000 con el cristianismo y más de 4.000 con el judaísmo».

Abboud es famoso por ser el musulmán que acompañó al Papa a su viaje a Tierra Santa en mayo de 2014 y lo abrazó frente al Muro de los Lamentos, junto al rabino Abraham Skorka. Desde Roma, explica que el encuentro de estos días en el Vaticano ha tenido como eje central la defensa del medio ambiente desde la inspiración de la encíclica de Francisco Laudato si.

No solo hablar de reciclado

«Tenemos la obligación de empezar a pensar cómo transmitir esa conciencia [ecológica] al ciudadano común. No es hablar solo de reciclado, de tal o cual especie amenazada, sino de una concepción profunda sobre lo que está en juego: la supervivencia de la humanidad», agrega.

Para iniciar el diálogo se eligió un argumento sobre el cual todos pueden estar de acuerdo: la protección de la casa común. Daniel Goldman, rabino de la comunidad Bet-El de Argentina, considera esa propuesta de diálogo como una «estrategia muy inteligente», muy «a la bergogliana». Comenzar por los aspectos que unen, y de allí avanzar sobre los temas «más duros».

Así, durante el encuentro vaticano líderes religiosos, juristas de cortes supremas, diplomáticos y académicos reflexionaron sobre los desafíos que presenta el cuidado del medio ambiente. Los trabajos concluyeron con una declaración en la cual los participantes se comprometieron a promover una «conversión ecológica en diálogo con la tierra», trabajar el diálogo en espacios educativos y fomentar la cultura del encuentro como herramienta para la solución de conflictos.

Resistencias internas al diálogo

El reto resulta enorme, porque el mal de la violencia religiosa parece demasiado grande para el antídoto del diálogo. Pero no se observan alternativas en el horizonte. Los organizadores de esta iniciativa no se mostraron ingenuos, y reconocieron que el entendimiento como lo plantea el Papa es una apuesta arriesgada.

«Las dificultades están dentro de cada una de las comunidades religiosas», reconoció Goldman a este semanario, explicando que cada credo tiene un «núcleo duro» opositor a cualquier concesión. «La imagen del otro mal entendido siempre es una amenaza, cuando no tienes tu identidad sellada entonces te da temor vincularte con el otro. El diálogo significa salir diferente de cómo uno ingresó», sostiene.

Para Guillermo Marcó, quien fue durante más de nueve años portavoz del cardenal Bergoglio en Argentina, una de las claves para salir de ese laberinto es no caer en estereotipos o en la trampa de traer a la actualidad los resentimientos del pasado. Además de tener la firme convicción de que todos los seres humanos son parecidos, incluso biológicamente. «Tener respeto por el que piensa distinto y no sentarse en frente solo para convencerlo. Muchas veces el diálogo interreligioso parte de que el otro está equivocado y yo tengo razón», apunta.

El respeto fue la primera inspiración del diálogo en Buenos Aires, que derivó en acciones simples pero emblemáticas. Por ejemplo, una jura de la bandera colectiva con estudiantes de escuelas católicas, judías, islámicas y estatales. Fue un momento de conocimiento recíproco, aprovechando la fecha anual en que estudiantes de 4º año de Primaria prometen lealtad a los colores de la patria. «Los chicos lo último que preguntan es de qué religión eres, se preguntan qué programa de televisión ves o cuál es tu equipo favorito. Para ellos no hay diferencia», constata el sacerdote.

«Francisco está muy empapado de esta realidad, la asumió en su cultura y por eso puede tener relación con mucha gente de la comunidad judía, islámica o incluso del mundo evangélico. Eso no presupone para él renunciar a sus convicciones, más bien juntarse a hacer cosas buenas en común. Buenos Aires es una ciudad cosmopolita, tiene grandes comunidades judías e islámicas. La escuela pública ha sido siempre una gran amalgama; Jorge Bergoglio es hijo de eso», añade.

La deuda pendiente del islam

No obstante, tampoco Marcó se muestra ingenuo. Reconoce que el mundo musulmán «tiene una deuda»: pronunciar una declaración pública y formal contra toda violencia. Pero se dice seguro de que «se está caminando hacia eso». «Son pasos muy cortos, porque tiene que haber un cambio en los corazones y en las mentalidades, más cuando nos enfrentamos a un flagelo tan grande como el del Estado Islámico. Pero si los musulmanes fueran todos terroristas estaríamos realmente en un problema: 1.600 millones de personas. [Es un error] achacarle a una minoría la totalidad del pensamiento o de la representatividad de una tradición cuando, en realidad, está asolando lugares donde los cristianos y los musulmanes convivieron durante siglos», explica.

Y apunta: «El Papa siempre dice que no cree que las respuestas a estos interrogantes (sobre la violencia religiosa) vayan a venir del mundo oriental, pero tampoco de una Europa envejecida y laicizada, sino que tiene confianza en que estas respuestas puedan llegar desde América Latina. En nuestro continente la integración de los diferentes pueblos hoy significa una gran riqueza».