El diálogo interreligioso se construye a pie de calle - Alfa y Omega

El diálogo interreligioso se construye a pie de calle

El encuentro entre creyentes de distinta fe va más allá de las reuniones de alto nivel de los líderes religiosos o de congresos académicos. El más efectivo se produce en lo cotidiano, donde la Iglesia está muy presente a través de parroquias, religiosos e iniciativas sociales

Fran Otero
La ONG jesuita Pueblos Unidos tiene entre sus beneficiarios a numerosos creyentes de otras religiones, fundamentalmente musulmanes. Foto: Pueblos Unidos

El diálogo interreligioso existe. Y mucho más cerca de lo que creemos. Se produce más allá de las necesarias cumbres entre representantes de las grandes religiones, de congresos teológicos o de cátedras universitarias. En un mundo cada vez más multicultural, el diálogo interreligioso, que en definitiva es la convivencia entre creyentes de distinta fe, se presenta en todas y cada una de las facetas de la vida. Es diálogo interreligioso la relación de un colegio católico con sus alumnos y familias musulmanas; la entidad caritativa que da cobijo a inmigrantes sin papeles; la parroquia de un barrio multicultural y multirreligioso.

En el barrio madrileño de Ventilla, muy cerca de las cuatro gigantes torres que tocan el cielo de Madrid, se encuentra Pueblo Unidos, una de las iniciativas que engloba la Fundación San Juan del Castillo, de la Compañía de Jesús. El diálogo empieza en la acogida, pues gran parte de las personas que atienden profesan el islam. Desde los niños que acuden a apoyo escolar o actividades deportivas y de ocio a las madres que reciben formación profesional o buscan un empleo. Uno de los programas en los que más se practica este diálogo es el que lleva el nombre de Baobab para jóvenes subsaharianos sin papeles. Son musulmanes en su gran mayoría. Se les acoge en casas de la organización hasta que se logra regularizar su situación y puedan ser autónomos. El jesuita Seve Lázaro, uno de los responsables y párroco de San Francisco Javier y San Luis Gonzaga, explica que además del seguimiento a nivel formativo, jurídico y personal, una vez al mes se lleva a cabo un encuentro con ellos, cristianos y musulmanes, en el templo parroquial, a pocos metros de la sede de Pueblos Unidos. Se lleva a cabo una oración conjunta, se aborda un tema concreto que suele ser de índole religiosa o social y se establece un tiempo para el diálogo y el trabajo en grupos. Esta es una actividad que permanece a lo largo del año, aunque también las hay que son puntuales. Las fiestas son un ejemplo. Todos las celebran y comparten las del otro, sea la Fiesta del Cordero musulmana, que tuvo lugar el pasado domingo, o la Navidad cristiana. Además, cada chico tiene un tutor con el que también se genera una nueva oportunidad para el encuentro.

Otra manera de propiciar el diálogo son las visitas que los voluntarios de la ONG jesuita realizan periódicamente al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche donde se retiene a personas por cometer simplemente una falta administrativa, o lo que es lo mismo, no tener los papeles en regla. Ayudarles cuando están en dificultad, lejos de sus hogares y sin conocer el idioma o la legislación es también diálogo interreligioso.

En la otra punta, en el barrio de Usera, al sur de la capital de España, vive Daniel Rodríguez, párroco de Nuestra Señora de la Soledad. En un paseo desde el metro hasta el templo donde nos recibe Daniel se pone de manifiesto la gran multiculturalidad del barrio y la amalgama de nacionalidades y religiones que conviven con nombres de calles –la del Amor Hermoso, la Pilarica, Evangelios, el Jesús del Gran Poder…– que hablan de otra realidad bien distinta. El 72 % de la población es inmigrante y hay comunidades budistas, taoístas, bahaís, sectas hindús, musulmanas, cristianos evangélicos, ortodoxos…

El programa Baobab trabaja el diálogo interreligioso a través de encuentros mensuales. Foto: Pueblos Unidos.

Daniel Rodríguez llegó hace dos años a la parroquia. Entonces, al observar la realidad cultural y religiosa, se le ocurrió que sería interesante encontrarse con todos los líderes religiosos de la zona. Con ayuda de los servicios sociales del Ayuntamiento lo logró y no solo eso, sino que durante la reunión abordaron la cuestión de la caridad de modo que pudieran coordinarse para atender mejor y evitar duplicidades. «Ese encuentro sirvió para conocernos e iniciar una relación y para evitar la profesionalización de la caridad en el barrio. Luego el Ayuntamiento quiso organizar una especie de oraciones comunes que al final se convierten en un rebozado de todo, pero no era lo más adecuado. Al final, lo que pretendemos es, siguiendo el modelo de Asís, recalcar los puntos comunes en la defensa de la paz y la no violencia. Así, nadie tiene que renunciar a nada propio», explica.

Según cuenta, se trata de entrar en contacto con el que es diferente sin perder la identidad propia –«yo sé bien lo que soy y dónde estoy»– buscando los puntos en común, que ejemplificó en la humanidad y la paz. La caridad es la dimensión en la que más contacto se produce, pues en la Iglesia católica se atiende a todo el mundo. «Además, la Cáritas parroquial está en el mismo templo. No lo hemos querido cambiar, pues forma parte de nuestra identidad y es bueno que esté visible», explica.

Junto al diálogo interreligioso, Daniel trabaja también el multicultural. O lo que es lo mismo, atiende de manera especial a los católicos que vienen de otros lugares del mundo, que tienen tradiciones particulares o incluso idiomas muy diferentes. «Hoy, uno de los retos que debemos afrontar desde las parroquias es el de la acogida», añade. Es el caso de la comunidad católica china, que tiene sus propias celebraciones en la parroquia, aunque las fiestas más significativas –Navidad o Pascua– se unen a toda la comunidad parroquial. Para otros grupos, especialmente para los latinoamericanos, la parroquia celebra sus fiestas, de modo que se sientan acogidos. «Así, se abren muchas puertas», añade. También promueve el ecumenismo, pues en el barrio hay evangélicos y una gran comunidad ortodoxa. Daniel explica que el trato personal facilita mucho las cosas y en estos barrios «a los curas se nos ve vivir». «Es en ese momento cuando, profesen la religión que profesen, incluso si son ateos, te saludan cuando te ven por la calle. Y ves que les hace ilusión que sea así», añade.

En esta tarea, el párroco no está solo, pues cuenta con congregaciones que realizan un importante trabajo con creyentes de otras religiones. Es el caso de las Hermanitas de los Pobres: «Hablar con ellas me ha ayudado mucho. Tienen esa capacidad para conocer al otro y convertirse en fermento en medio de un barrio».

En Lavapiés, en el centro de Madrid, la realidad multicultural se impone y allí tres religiosas de diferentes congregaciones trabajan a favor de los más desfavorecidos, al tiempo que entran en diálogo con otras realidades, ya sean religiosas o no. Es la Comunidad Interlavapiés. Una muestra de ello es la especial sensibilidad que tienen con el mundo musulmán que en la Fiesta del Cordero del pasado domingo se puso de manifiesto en una felicitación con tintes reivindicativos: «Este año la fiesta en Lavapiés está atravesada por el conflicto del Ayuntamiento con los manteros y lateros y la amenaza del endurecimiento de las medidas policiales con que pretende expulsarlos del barrio para convertir Lavapiés en un barrio cultural de marca exótica».

Así, reconocen que la Fiesta del Cordero «nos pilla este año en rebeldía, buscando estrategias creativas y proponiendo medidas sociales que impidan la criminalización de los vendedores callejeros porque sobrevivir no es un delito, ni hay mafias detrás de la manta como pretenden hacernos creer las grandes marcas comerciales». Y concluyen: «También celebramos esta fiesta con el deseo del fin de la guerra en Siria y el compromiso de exigir un pasaje seguro para los miles de refugiados estancados en Grecia, Turquía y la Frontera Sur».