«No estamos solos en nuestra angustia» - Alfa y Omega

«No estamos solos en nuestra angustia»

Con la catequesis jubilar del sábado 10 de septiembre, el Papa reflexionó sobre la redención, actuada por la misericordia de Dios, es decir, sobre la salvación que nos fue donada con la sangre de su Hijo Jesús, y sobre el hombre de hoy, al que «le cuesta aceptar la idea de tener que ser salvado por Dios»

Redacción

Después de escuchar la lectura de la carta de san Pedro en los diferentes idiomas, los peregrinos presentes en la plaza de San Pedro siguieron atentos la explicación del pontífice sobre la relación existente entre misericordia y redención, con la que recordó que toda nuestra vida, aunque signada por la fragilidad del pecado, está bajo la mirada tierna del Padre que nos ama.

«Acerquémonos sin temor a Jesús, acogiendo su gracia para que sane nuestras heridas, nos reconcilie con nuestros hermanos y renueve nuestras vidas en la paz y en la alegría de los hijos de Dios» pidió el Papa a los peregrinos llegados de todas partes del mundo y les alentó a «testimoniar el don que recibimos de Cristo: la verdadera libertad, que nos hace hijos de Dios. El don de la redención y de la vida nueva en el Señor».

«Hermanos y hermanas, la audiencia jubilar de hoy nos recuerda que no estamos solos en nuestras dificultades, en nuestras angustias y dolores. A nuestro lado está siempre Dios Redentor, que nos fortalece y nos sostiene con su Palabra; nos libera del pecado; nos levanta y eleva hacia Él y nos conduce a una vida nueva. ¡Tengamos confianza siempre en su misericordia!Les deseo que nada ni nadie les pueda impedir vivir y crecer en la amistad de Dios. Dejen más bien que su amor los regenere como hijos y los reconcilie con Él y con los hermanos».

Por la unidad de los cristianos

Con su cordial bienvenida, el Santo Padre dirigió un saludo especial a los participantes en dos peregrinaciones nacionales, la de la República Checa y la de Rumanía.

A la primera, encabezada por el Cardenal Vlk, agradeció la imagen que le donaron de Santa Inés de Bohemia, alentó a poner en práctica las obras de misericordia y pidió también que lleven el saludo del Papa a sus compatriotas: «Queridos hermanos y hermanas, les deseo que vivan con fe este Jubileo, redescubriendo la belleza de cumplir las obras de misericordia, manifestación concreta del amor de Dios para cada uno de sus hijos. Lleven mi saludo a sus connacionales y, al tiempo que les pido que sigan rezando por mí, imparto de corazón la Bendición Apostólica a ustedes y a sus familias ¡alabado sea Jesucristo!».

En las palabras del Papa a los peregrinos rumanos, su exhortación a las obras de misericordia y a la unidad de los cristianos, a ser signos visibles de que Dios nunca quiere dejar a nadie solo y necesitado:

«Queridos hermanos y hermanas, obrar la misericordia quiere decir servir a la vida y a la comunión. Cada uno de nosotros puede ser levadura de vida e instrumento de comunión en su propia familia, en su trabajo, en su parroquia y en los grupos a los que pertenece. Los invito a ser, en su día a día, un signo visible de la misericordia de Dios, que no quiere dejar a nadie en la soledad y en la necesidad. Fortalecidos con la oración y las obras de caridad, vayamos adelante juntos, con todos los cristianos, por el camino hacia la unidad. Los bendigo de corazón a ustedes y a sus familias. Cuento con sus oraciones ¡Alabado sea Jesucristo!».

Agradecido al servicio de protección civil por su atención al terremoto

Con especial emoción, el Santo Padre saludó al grupo del Servicio Nacional italiano de la Protección Civil, que no pudo estar presente para «proseguir la preciosa obra de socorro y asistencia a las poblaciones asoladas por el terremoto del pasado 24 de agosto». Y agradeció de corazón su dedicación y generosa ayuda.

A todos deseó el Papa Francisco que el pasar por la Puerta Santa suscite en cada uno el anhelo de ser cada vez más testimonios de misericordia, impulsando así la fe y el espíritu misionero en sus comunidades. Y después de expresar a los participantes en el Jubileo de las Universidades y de los Centros de investigación su anhelo de que «la enseñanza sea rica de valores, para formar a personas que sepan hacer fructificar los talentos que Dios les ha donado», resonó la invitación a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, a invocar los Nombres de Jesús y de María: «Exhorto a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados a invocar con especial intensidad los Nombres de Jesús y de María para que nos enseñen a amar plenamente a Dios y al prójimo».

RV / Redacción

Texto completo de la catequesis del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El pasaje bíblico que hemos escuchado nos habla de la misericordia de Dios que se lleva a cabo en la Redención, ósea en la salvación que nos ha sido donada con la sangre de su Hijo Jesús (cfr. 1 Pt 1, 18-21). La palabra redención es usada poco, no obstante es fundamental porque indica la más radical liberación que Dios podía cumplir para nosotros, para toda la humanidad y para la entera creación. Pareciera que el hombre de hoy no amase más pensar en ser liberado y salvado por la intervención de Dios; el hombre de hoy se ilusiona de hecho con la propia libertad como una fuerza para obtener todo. También hace alarde de esto. Pero en realidad no es así. ¡Cuántas ilusiones son vendidas bajo el pretexto de la libertad y cuántas nuevas esclavitudes se crean en nuestros días en nombre de una falsa libertad! Tantos esclavos, tantos… «hago esto porque quiero, tomo drogas porque me gusta, soy libre, o hago otras cosas…». ¡Son esclavos! Se convierten en esclavos en nombre de la libertad. Todos hemos visto ese tipo de personas, que después terminan por los suelos. Tenemos necesidad que Dios nos libre de toda forma de indiferencia, de egoísmo y de autosuficiencia.

Las palabras del apóstol Pedro expresan muy bien el sentido del nuevo estado de vida al que estamos llamados. Haciéndose uno de nosotros, el Señor Jesús no solamente asume nuestra condición humana, sino que nos eleva a la posibilidad de ser hijos de Dios. Con su muerte y resurrección Jesucristo, Cordero sin mancha, ha vencido a la muerte y al pecado para liberarnos de su dominación. Él es el Cordero que ha sido sacrificado por nosotros, para que pudiésemos recibir una vida nueva hecha de perdón, de amor y de alegría. Tres palabras hermosas: perdón, amor y alegría. Todo aquello que Él ha asumido ha sido también redimido, librado y salvado. Cierto, es verdad que la vida nos pone pruebas y a veces sufrimos por esto. Sin embargo, en esos momentos estamos invitados a dirigir la mirada hacia Jesús crucificado que sufre por nosotros y con nosotros, como prueba cierta que Dios no nos abandona. De todas maneras, jamás olvidemos, que en las angustias y en las persecuciones, así como en los dolores cotidianos, somos siempre liberados por la mano misericordiosa de Dios que nos eleva hacia Él y nos conduce a una vida nueva.

El amor de Dios no tiene confines: podemos descubrir signos siempre nuevos que indican su atención hacia nosotros y sobre todo su voluntad de alcanzarnos y de adelantarnos. Toda nuestra vida, si bien marcada por la fragilidad del pecado, está colocada bajo la mirada de Dios que nos ama. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura nos hablan de la presencia, de la cercanía y de la ternura de Dios por cada hombre, especialmente por los pequeños, los pobres y los tribulados! ¡Dios tiene una gran ternura, un gran amor por los pequeños, por los más débiles, por los descartados de la sociedad! Mientras más nos encontramos en la necesidad, su mirada sobre nosotros se llena de más misericordia. Él prueba una piadosa compasión por nosotros porque conoce nuestras debilidades. Conoce nuestros pecados y nos perdona; ¡siempre perdona! ¡Nuestro Padre es tan bueno!

Por eso, queridos hermanos y hermanas, ¡abrámonos a Él, acojamos su gracia! Porque, como dice el Salmo, «con el Señor está la misericordia / y grande es con él la redención» (130, 7). ¿Han escuchado bien? «Con el Señor está la misericordia / y grande es con él la redención». Repitamos todos juntos: «Con el Señor está la misericordia / y grande es con él la redención». Otra vez: «Con el Señor está la misericordia / y grande es con él la redención». Gracias.