75 años de Cursillos de Cristiandad: «El primero fue un pepinazo» - Alfa y Omega

75 años de Cursillos de Cristiandad: «El primero fue un pepinazo»

Que los laicos evangelizaran desde el testimonio y en comunidad en 1949 fue rompedor. El movimiento celebra su aniversario «con ganas de dejar que Dios siga actuando»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Equipo que dio el primer cursillo de cristiandad fuera de Mallorca, en Liria (Valencia) en agosto de 1953
Equipo que dio el primer cursillo de cristiandad fuera de Mallorca, en Liria (Valencia) en agosto de 1953. Foto. Cursillos de Cristiandad.

«Nadie pensaba entonces que aquel iba a ser el primero de miles en todo el mundo», afirma Raúl González, investigador de la historia del movimiento de Cursillos de Cristiandad, al hilo de los 75 años del primer cursillo, celebrado del 7 al 10 de enero de 1949 en Mallorca. Ese encuentro era el resultado de varios años de formación de los jóvenes de Acción Católica de Mallorca. Comenzaron en 1941, con el objetivo de prepararlos bien para la peregrinación a Santiago de Compostela convocada por san Pío XII para 1948. Álvaro Martínez, presidente del Organismo Mundial de Cursillos, asegura que se creó en la isla un grupo de laicos muy bien formados, entre los que destacaba Eduardo Bonín; y un cuerpo de sacerdotes capacitados y entusiastas, con Sebastián Gayá como referente por su papel en la formación teológica de los jóvenes. Detrás de todos ellos estaba el obispo de Mallorca, Juan Hervás, a la sazón el de menos edad de España y muy volcado con los jóvenes. «La combinación era explosiva», ríe Martínez, pues «aunque la peregrinación les importaba mucho a todos, su mayor interés era seguir evangelizando y que la gente se pusiera las pilas con su fe».

El contexto en el que se movía la Iglesia hacía necesario un cambio. «Eran los tiempos del nacionalcatolicismo, de cristianos de cuna cuya relación con Dios pasaba solamente por ir a Misa los domingos», explica el investigador. Frente a esta realidad, al volver de Santiago los peregrinos «quisieron llevar todo lo vivido no solo a los jóvenes de Acción Católica, sino a todo el mundo. Estaban encendidos y tenían las bases para organizar un cursillo de mucho potencial, en el que se proclamaran con fuerza aspectos centrales de la vida cristiana», apostilla Martínez.

El presidente mundial de Cursillos de Cristiandad señala que el primer cursillo «no fue un ejercicio piadoso, sino un esfuerzo de condensar lo original cristiano en una síntesis creativa». Para ello se valía de una herramienta entonces muy novedosa: el testimonio, «una proclamación alegre y jubilosa del kerigma, que toque el corazón». También era
inusual el protagonismo de los laicos, que empleaban el lenguaje de la gente, «nada clerical. Eso llamaba mucho la atención por la libertad y cercanía con la que hablaban de Dios». Por último, Martínez subraya la vivencia comunitaria desde el origen: «No era un retiro espiritual, sino un cursillo para convivir y compartir en pequeños grupos, algo que luego continuara en una amistad». Esa primera convocatoria «fue un pepinazo», dice Martínez con humor; «algo muy rompedor», añade el investigador González, porque «en aquellos años de Iglesia preconciliar se mostraba a un Dios no severo, ni castigador ni exigente, sino a un Padre que se entrega en Jesucristo».

Éxito a través de la cruz

No tardó en llegar la persecución. Algunos sacerdotes de la isla se quejaron y hubo incluso una denuncia al Tribunal del Santo Oficio, en Roma. El resultado fue la destitución del obispo Hervás, que fue trasladado a Ciudad Real como prior de las órdenes militares, un cargo menor. Gayá se tuvo que marchar a Madrid, a la Comisión Católica de Migraciones, y Bonín se quedó en la isla animando a unos y a otros, mientras el nuevo obispo de Mallorca prohibía los cursillos en su diócesis. Pero la semilla ya estaba plantada. La nueva iniciativa de evangelización había salido de la isla hasta Valencia y otras ciudades debido al ímpetu de algunos laicos y tanto Hervás como Gayá se encargaron de propagar su difusión desde sus puestos. A mediados de los años 50 se celebraban cursillos por toda España, y muchos misioneros que pasaban por la oficina de Gayá se los llevaron a sus países de misión, en una expansión imparable.

«La de Cursillos es una historia de éxito, pero una historia de éxito que pasa por la cruz —afirma su presidente—. Es muy bonito comprobar cómo el Espíritu Santo se sirve de personas y acontecimientos para ir creando su obra, porque no hay evangelización sin cruz. Para nosotros, estos 75 años son un aldabonazo que recogemos con ganas de dejar que Dios siga actuando».

Los pioneros en el mundo
  1. Colombia 1953
  2. EE.UU. 1957
  3. Austria 1960
  4. Guinea Ecuatorial 1960
  5. Filipinas 1963
  6. Australia 1965