«Es que queda bonito...» - Alfa y Omega

Escuchar dos veces. Lo que dice y lo que siente. Todo, hasta que sale lo que tiene que salir. Estamos para acoger, no juzgar, querer… y aconsejar. Si nos lo piden, buscamos cómo integrar todas las variables.

Ella es peluquera. Trabaja más horas de las que tiene el día. Habla por los codos. Dice que es muy directa y muy sincera. Pero ha tardado en abordar el asunto de verdad. Ya sabía que se iba a casar «el 13 de mayo del año que viene». Tenía la ermita, había hablado con el restaurante, casi decidido el traje. Dificultades: su chico, con el que convive desde hace años, no está bautizado, y ella no va a Misa los domingos ni nunca, «pero soy muy creyente, oye, y cuando me arreglo, me pongo mi medallita». Tiene un conocimiento muy superficial de la fe católica y nulo de lo que supone el matrimonio, menos aún el canónico por la Iglesia –«ah, sí», me contesta– y de los compromisos que comporta.

«Mi chico se quiere bautizar». Traduzco: ella quiere que su chico se bautice y él no tiene lo que hay que tener para cuestionarlo. Le explico que no es necesario que él reciba el bautismo. Insisten. Me reúno con los dos y salta la cosa: la madre de él se opone al bautizo y a la boda por la Iglesia. A ella se le cae el andamiaje de su película: son demasiadas cosas por resolver en tan poco tiempo. Además, lo de la ermita es porque «queda tan bonito…».

Dios provee: Él nos quiere más. El novio, de unos 30 años, es un tipo fenómeno y está dispuesto a acercarse a conocer de qué va esto: le he explicado que su entrada en la Iglesia lleva tiempo y que no caben atajos. Estamos viendo cómo ayudarles con el expediente. Con ella… me van a hacer falta muchas oraciones y un par de cañas, además de un buen plan de catequesis matrimonial. Y lo de la suegra… de momento, alucina, literal, con que yo quiera conocerla y charlar del tema. En lugar neutral, claro.