San Ignacio en el espejo - Alfa y Omega

San Ignacio en el espejo

Rodrigo Pinedo

El pasado domingo, 31 de julio, se celebró la fiesta de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Las Misas en su honor se sucedieron allá donde los jesuitas han llegado, en sitios cercanos pero también en los lugares más recónditos de la Tierra, en las fronteras, entre los últimos.

En el caso de Madrid, religiosos y laicos de espiritualidad ignaciana se juntaron en la parroquia de San Francisco de Borja. Ante un templo abarrotado, el director del colegio Nuestra Señora del Recuerdo, Antonio España, SJ, recordó cómo cambió Íñigo a lo largo de su vida. Durante años fue un guerrero, más preocupado por «las vanidades del mundo» que por el principio y fundamento, hasta que un cañonazo en Pamplona le hizo replantearse todo. Aunque podría haber sido un noble cojo, decidió lanzarse a los caminos. Muchos de sus proyectos e ideas –como su peregrinación a Jerusalén– no salieron como él esperaba en un principio, pero nunca tiró la toalla ni dejó de confiar en Dios, logrando hacer del mundo un lugar diferente.

El padre España subrayó que, en un momento de escasa confianza en general y en Dios en particular, san Ignacio es un espejo en el que deberíamos mirarnos. El fundador de la Compañía de Jesús es un buen ejemplo de aquello que dice el Papa Francisco –también jesuita, por cierto– de que «no hay santo sin pasado ni pecador sin futuro». Podemos reenfocar nuestra vida y, con independencia de hacia dónde creamos que vamos o dónde estamos yendo en realidad, debemos confiar en Quien nos acompaña.

Unos andan en familia, mientras que otros caminan sin apenas equipaje. Unos luchan en un laberinto de rutinas y problemas, entre informes, biberones y facturas; otros viven de cerca el drama hecho rutina, aferrados a la cruz y entregados a mil rostros. No hay una vocación mejor que otra, sino que el Señor tiene un sueño para cada uno de nosotros y, como nos enseña san Ignacio, podemos ayudarle a que este se haga realidad.

Confiemos y pidamos también a Dios para que otros confíen, especialmente por aquellos que tienen vocación religiosa y por sus familias –para las que el delegado de la Plataforma Apostólica Local (PAL) de Madrid, Pablo Guerrero, SJ, tuvo unas palabras muy afectuosas al final de la celebración–.