No era simple solidaridad - Alfa y Omega

No era simple solidaridad

Conquistó corazones y removió entrañas a lo largo y ancho del mundo. Católicos, protestantes, hinduistas, musulmanes, ateos…, todos reconocían la inexplicable fortaleza de esta pequeña mujer albanesa, que pasó casi toda su vida en la India. La Madre Teresa de Calcuta vivió dando cariño a los más pobres de entre los pobres, y ahora, cinco años después de su muerte, el Papa Juan Pablo II ha reconocido oficialmente el milagro debido a su intercesión, y la beatificará el 19 de octubre de 2003

Anabel Llamas Palacios

«Hay una sola verdad, y la reconoceréis en el testimonio de los santos». Ésta es una frase de los sagrados Vedas indios, y a Morihiro Oki, famoso fotógrafo japonés, le gustaba repetirla después de conocer a la Madre Teresa de Calcuta. Morihiro trabajaba, en el año 1974, en la India con motivo del Año Internacional de la Población, buscando imágenes sobre la explosión demográfica. En una ocasión contempló cómo una de las Misioneras de la Caridad, Orden que fundó la Madre Teresa, acompañaba a un hombre que agonizaba mientras le decía: «Cierre los ojos, cierre los ojos tranquilamente y muera en paz». Estos instantes cambiaron la vida del fotógrafo japonés, que vendió todo lo que poseía y se dedicó, durante cinco años, a seguir a la Madre Teresa y a sus monjas.

Morihiro Oki es una más de las muchas vidas que transformó el testimonio de la Madre Teresa de Calcuta. El amor a los más pobres, a los moribundos y a los enfermos; su rostro arrugado, su cuerpo pequeño y sencillo, arrastró al mundo entero hasta el punto de ser considerada una santa en vida. Ahora, casi cinco años después de su muerte, se ha promulgado, ante Juan Pablo II, el Decreto de reconocimiento de un milagro atribuido a la Madre Teresa de Calcuta. Su beatificación tendrá lugar, por tanto, en este año que acaba de nacer, 2003, durante la Jornada Mundial de las Misiones.

Los comienzos

Se llamaba Agnes Gonxha Bojaxhiu, y nació en Albania, el 27 de agosto de 1910. Fue educada con los jesuitas, y con tan sólo 18 años ingresó en la Orden de Nuestra Señora de Loreto. Para esto viajó a Dublín, y un año después viajó a Calcuta para trabajar como profesora de Geografía en un colegio de la ciudad. Se mantuvo 17 años en este puesto, hasta que un hecho insólito cambió su vida. Ella lo explicó como «una llamada al interior de mi vocación. El mensaje fue bastante claro, yo debía salir del convento y ayudar a los más pobres viviendo entre ellos. Fue una orden. Sabía cuál era el lugar al que pertenecía». En 1948 recibió el consentimiento para abandonar la Orden, y meses después, fue autorizada para fundar su primera escuela, en los suburbios de Calcuta. La Congregación de Hermanas Misioneras de la Caridad la fundó dos años después, y la definitiva aprobación papal la obtuvo en 1965, siendo Pontífice Pablo VI.

Los misioneros y misioneras de la Caridad, una vez conocida la noticia, manifestaron su alegría: «Alabamos y damos gracias a Dios porque el Santo Padre, Juan Pablo II, ha reconocido oficialmente la santidad de nuestra madre, Madre Teresa, y ha aprobado el milagro ocurrido a través de su intercesión. Colmados de gozo, esperamos la beatificación de la Madre Teresa, que tendrá lugar en Roma el 19 de octubre de 2003. Hoy, después de tres años y medio de investigación y de profundización sobre su vida y sus virtudes, la Iglesia confirma que Madre Teresa llevó una existencia cristiana en grado heroico y que Dios la elevó a modelo de santidad y de intercesión para todos nosotros».

¿Dónde estaba el secreto de esta gran mujer? El padre Brian Kolodiejchuk, postulador de su proceso de beatificación, responde sin dudar:«Era una mujer totalmente enamorada de Jesús. Hemos encontrado muchos escritos de su juventud en los que confesaba que Jesús fue su primer amor. Hablaba como una muchacha enamorada».

«¿Cuál es su secreto, Madre Teresa?», le preguntaban los periodistas, los hombres y mujeres con los que se topaba en sus viajes, o en la misma Calcuta. Ella se escabullía, pero lograban que manifestase: «Yo amo a Jesucristo. Vengo de hablar con Él y por Él estoy constantemente al servicio de los demás. Ya está. Eso es todo. No hay más».

Palabras para la eternidad

–Los pobres son grandes. Tenemos que amarlos, pero no con amor de compasión. Tenemos que amarlos porque Jesús es quien se oculta bajo la semblanza de los pobres. Son nuestros hermanos y hermanas. Nos pertenecen. Los leprosos, los moribundos, los hambrientos, los desnudos: todos ellos son Jesús.

–Debemos amar la oración. Dios es amigo del silencio: en él nos escucha y en él nos habla. La fuerza que necesitamos la encontramos en una vida espiritual y religiosa profunda.

–No dejéis que falsas metas de la vida –dinero, poder, placer– os conviertan en esclavos y os hagan perder el auténtico sentido de la vida.

–El aborto es un asesinato. Todo lo que destruye una vida humana es contrario al amor, a los planes de Dios respecto de cada una de sus criaturas, y a la concordia entre los hombres. El aborto destruye la paz del mundo. Los que asesinan a un niño antes de nacer, ésos son los más pobres. Los niños son como las estrellas del cielo… Lo que nosotros hacemos es proteger la vida. La vida de Cristo en la vida del niño. Por cada niño de más se encuentra siempre una cuna de más… Dios da lo necesario.

Madre Teresa de Calcuta