Teresa de Calcuta, un desafío «contra toda lógica humana» - Alfa y Omega

Teresa de Calcuta, un desafío «contra toda lógica humana»

La homilía de la beatificación de la Madre Teresa de Calcuta se transformó en un momento salpicado de confidencias sobre la relación de amistad espiritual que se creó entre Juan Pablo II y Agnes Gonxha Bojaxhiu. En el fondo -reconoció el obispo de Roma-, la vida de la nueva Beata se convierte en un desafío a toda lógica: trabajando con los más pobres entre los pobres, es considerada hoy como uno de los personajes más destacados del siglo XX

Jesús Colina. Roma
Tapiz de la Madre Teresa en la fachada de la basílica de San Pedro, en el día de su beatificación

Juan Pablo II presentó la vida de la Madre Teresa de Calcuta este domingo, al inscribir su nombre en el catálogo de los Beatos, como «un camino de amor y de servicio que va contra toda lógica humana».

En la religiosa de origen albanés -constató-, el mundo entero ha comprendido una de las frases que aparentemente parecen más indescifrables del Evangelio para la sociedad contemporánea: «Quien quiera ser grande entre vosotros debe ser vuestro servidor».

La homilía de la celebración eucarística, leída en italiano e inglés, respectivamente, por el arzobispo Leonardo Sandri, sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano, y por el arzobispo de Bombay, cardenal Ivan Dias, se convirtió, al mismo tiempo, en una larga confidencia sobre los recuerdos de la amistad que une al Papa y a la fundadora de la Misioneras y Misioneros de la Caridad.

«Estoy personalmente agradecido a esta valerosa mujer, a quien siempre he sentido cerca de mí. Imagen del Buen Samaritano, ella se acercaba a cualquier lugar para servir a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni los conflictos ni las guerras lograban detenerla», evocó el Santo Padre. «De vez en cuando venía a hablarme de sus experiencias en el servicio de los valores evangélicos -añadió en su homilía-. Recuerdo, por ejemplo, cuando dijo, al recibir el Premio Nobel de la Paz: Si oís que alguna mujer no quiere tener a su hijo y desea abortar, intentad convencerla para que me traiga a ese niño. Yo lo amaré, viendo en él el signo del amor de Dios (Oslo, 10 de diciembre de 1979)».

«Eligió ser, no sólo la última, sino la sierva de los últimos. Como una verdadera madre de los pobres, se inclinó a los que sufrían diferentes formas de pobreza. Su grandeza reside en su capacidad de dar sin importar el coste, dar hasta que duela. Su vida fue una vida radical y una valiente proclamación del Evangelio», afirmó el Santo Padre ante 300.000 peregrinos de los cinco continentes.

«El grito de Jesús en la cruz: Tengo sed, expresando la profundidad del deseo de Dios por el hombre, penetró el alma de la Madre Teresa y halló tierra fértil en su corazón -siguió diciendo-. Saciar la sed de amor y de almas de Jesús, en unión con María, la Madre de Jesús»: esto se convirtió en el objetivo de la existencia de la Madre Teresa, y en la fuerza que la sacó de sí misma y la llevó a recorrer el mundo para trabajar por la salvación y la santificación de los más pobres entre los pobres.

Signo del amor de Dios

«En total donación de sí misma a Dios y al prójimo, la Madre Teresa halló su gran realización y vivió las más nobles cualidades de su feminidad», explicó este Papa que durante veinticinco años ha luchado porque dentro y fuera de la Iglesia sea reconocido el auténtico genio femenino.

«Quiso ser un signo del amor de Dios, de la presencia de Dios, de la compasión de Dios, y así recordó a todos el valor y la dignidad de cada hijo de Dios, creado para amar y ser amado. Así hizo la Madre Teresa, llevando las almas a Dios y Dios a las almas, y saciando la sed de Cristo, especialmente en aquellos más necesitados, aquellos cuya visión de Dios había quedado oscurecida por el sufrimiento y el dolor».

El Pontífice dedicó la última parte de su homilía al aspecto más misterioso de la vida de la nueva Beata, la noche del alma: «La Madre Teresa participó en la pasión del Crucificado, de forma especial durante largos años de oscuridad interior. Fue aquella una prueba a veces muy dolorosa, acogida como un singular don y privilegio».

«En las horas más oscuras se aferraba con mayor tenacidad a la oración ante el Santísimo Sacramento -siguió revelando el Santo Padre-. Este duro trabajo espiritual la llevó a identificarse cada vez más con quienes servía a diario, experimentando la tristeza y hasta el rechazo. Amaba repetir que la mayor pobreza es no ser deseado, no tener a nadie que se ocupe de uno».

«Cuántas veces la Madre Teresa en los momentos de desolación interior repitió a su Señor: ¡En Ti, en Ti espero, Dios mío!». Este amor en la oscuridad, y su entrega a los últimos de los últimos -concluyó el Papa-, hacen de ella «una de las personalidades más relevantes de nuestra época». Por eso -invitó-, «acojamos su mensaje y sigamos su ejemplo».