¿Quién se llevó a mi hijo? - Alfa y Omega

En el adiós del entierro perdemos de vista para siempre el cuerpo del ser querido. Ante ese desgarro, unos rezan, otros gritan su dolor y algunos maldicen desesperados. Atendí en el tanatorio a una familia en una encrucijada dramática. Su hijo Senén murió de repente con 30 años, muchos sueños pendientes y un porvenir brillante. Le acompañaban en la sala los padres mayores y otros familiares.

El padre, al entrar el sacerdote disparó su agresividad dolorida: «Váyase. ¿A qué viene aquí, quién se ha llevado a mi hijo?». Aguanté serenamente el chaparrón, y a la vez percibí la actitud suplicante de la madre, que pedía disculpas y expresaba la necesidad de una oración por su hijo. Pasados unos momentos de confusión, algunos familiares retiraron discretamente al padre.

Intenté acompañar a la madre y a los amigos presentes recordando la escena de Betania, en la que la hermana del muerto increpa a Jesús: «Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano». Jesús atravesaba un momento muy difícil; estaba amenazado por las autoridades religiosas judías y se había retirado a una región apartada. Las hermanas le han enviado un recado urgente: «Tu amigo Lázaro está muy enfermo». Jesús se demoró, y cuando llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Siente la muerte del amigo y llora. Pero se siente confiado en el Dios de la vida que ama y escucha; le invoca con voz potente junto al sepulcro y rescata a Lázaro de las ataduras de la muerte.

Digo a los presentes: «Compartimos el dolor y las lágrimas e invocamos a Dios Padre para que salga al encuentro de su hijo Senén, que atraviesa el hoyo oscuro de la muerte, para que le despierte al alba de un nuevo amanecer y sea feliz en su Reino para siempre. Poco a poco, sentiréis su misteriosa presencia como luz para seguir vuestro camino».

Como despedida para Senén: «La oscuridad de la muerte te trastorna, has entrado en un profundo sueño; pero Cristo Resucitado te asegura: “Enseguida amanece, arrópate y en un abrir y cerrar de ojos estarás junto a mí y los tuyos en la casa de Dios Padre. Ya es hora de despertar”».