Turquía: los imanes derrotan a los militares - Alfa y Omega

Turquía: los imanes derrotan a los militares

Ricardo Benjumea
Partidarios del presidente de Erdogan celebran el fracaso del golpe de Estado el 16 de julio en Estambul. Foto: CNS

El apoyo cerrado inicial al presidente Erdogan no tardó en dejar paso a las suspicacias. La comunidad internacional, todos los grupos políticos con representación en el Parlamento de Ankara y medios de comunicación que en los últimos tiempos han sufrido hostigamiento por parte del Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo unieron filas el 15 de julio en defensa de la legalidad constitucional, condenando un golpe militar que provocó 265 muertos. Pero las alarmas saltaron poco después al constatarse que el presidente contraatacaba lanzando una purga sin precedentes en la judicatura y en las principales instituciones del Estado.

A la condena del golpe se unieron también las minorías religiosas en Turquía. Solo unas horas después del golpe, el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé; el líder de la comunidad asirio-católica, Yusuf Cetin; el patriarca asirio-católico, Yusuf Sag; y el jefe de los rabinos turcos, Rav Izak Haleva, unían sus firmas a las del director de Asuntos Religiosos, Mehmet Görmezil, para expresar su «estado de profunda tristeza debido a los incidentes de terror que han alterado la paz en nuestra bella nación y en el mundo, y que han provocado un gran dolor arrancando la vida de muchos seres queridos de nuestros ciudadanos». «El terror y la violencia, vengan de donde vengan, nunca pueden ser defendidos ni considerados legítimos. Matar a una persona es como matar a toda la humanidad, y los creyentes no lo aceptan», añadía el comunicado.

¿Se acentúa la islamización?

Si el golpe fracasó fue porque los militares fueron derrotados por la Policía y los imanes. La primera ha sido convenientemente equipada y depurada en los últimos años por Erdogan. En cuanto a los líderes musulmanes, su labor fue esencial en la respuesta a la petición del presidente de sacar a la gente a la calle para enfrentarse a los militares.

El problema, a juicio de los críticos, es que la toma de las calles no se limitó a detener a los golpistas, sino que expresó de forma simbólica la caída de los últimos muros que frenaban el proceso de islamización del país. La república fundada por Ataturk en 1923, con el Ejército como guardián del Estado laico (más bien laicista), va camino de ser refundada por Erdogan, que podría intentar convocar nuevas elecciones para conseguir la mayoría de dos tercios que se le resistió en noviembre, con el objetivo de reformar la Constitución.

En las multitudinarias manifestaciones convocas el sábado por el partido islamista se produjeron ataques aislados contra iglesias cristianas, hechos anecdóticos que, sin embargo, los cristianos han visto con cierta preocupación. Entre esos templos figuraba la iglesia de Santa María, en Trabzon, donde fue asesinado el sacerdote Andrea Santoro en 2006.

«Una política del odio»

Desde esa preocupación se entienden las críticas declaraciones a Radio Vaticana del vicario apostólico de Anatolia, monseñor Paolo Bizzeti, quien aseguró que «no se puede negar que se ha practicado una política del odio, del enfrentamiento» en Turquía, y que «esto, evidentemente, en un momento dado, lleva a una explosión mayor», por lo que pedía «calma y diálogo», y un esfuerzo para «comprender» el «malestar» que ha podido estar detrás de «una insurrección cuyas dimensiones no se conocen todavía».