Narrar la Iglesia en un mundo que cambia - Alfa y Omega

El camino de la Iglesia es siempre renovación en la continuidad, y eso afecta también al modo de comunicar su propia vida al mundo. Uno de los vectores de la reforma emprendida por Francisco para dotar a la Santa Sede de instrumentos más afinados para la misión en esta encrucijada se refiere al complejo árbol de la comunicación vaticana. La reforma está en marcha, pero si bien se mira, había comenzado mucho tiempo atrás, cuando Juan Pablo II inauguró un modo totalmente nuevo de estar ante la galaxia mediática y confió por primera vez la portavocía a un laico, Joaquín Navarro-Valls.

Después le llegó el turno al jesuita Federico Lombardi, que ha permanecido diez difíciles y apasionantes años al frente de la Oficina de Prensa. Ayer se hacía público su relevo por el periodista estadounidense Greg Burke, un profesional curtido en numerosos frentes, que desde 2012 colaboraba en el diseño de la nueva estructura vaticana de comunicación. Junto a él, Francisco ha llamado a la corresponsal de la Cadena Cope en Roma y el Vaticano, Paloma García Ovejero, como vicedirectora de lo que conocemos en el argot como la Sala Stampa. En los últimos cuatro años he sido testigo del trabajo riguroso y apasionado de Paloma para narrar la actividad de los Papas Benedicto y Francisco en la antena de Cope, un trabajo que habría sido imposible sin su profesionalidad, conjugada con un profundo amor a la Iglesia.

Así pues, serán dos laicos, un estadounidense y una española, los encargados de narrar cotidianamente la vida y misión de la Sede de Pedro con fidelidad, lealtad y transparencia, como les ha pedido explícitamente Francisco. La misma pasión de hace veinte siglos requiere nuevas formas y nuevos rostros. La aventura continúa.

José Luis Restán / ABC