«Hay que perder el miedo a las víctimas» - Alfa y Omega

«Hay que perder el miedo a las víctimas»

Curso de verano de la Universidad del País Vasco sobre justicia restaurativa

Ricardo Benjumea

«La Iglesia ha reaccionado en los dos últimos papados, pero hay que ir más allá. Las víctimas esperan más que buenas palabras y muchas se sienten abandonadas, no encuentran un lugar identificable al que puedan acudir para ser escuchadas». Piden justicia, pero ante todo que se las escuche, asegura Gema Varona, investigadora del Instituto Vasco de Criminología (IVAC) y responsable de un taller sobre abusos sexuales en la Iglesia que reunió a expertos y víctimas durante el Congreso europeo de justicia restaurativa y terapéutica, celebrado del 16 al 18 de junio en San Sebastián, organizado por el Grupo Europeo de Magistrados por la Mediación y el IVAC, dentro de los cursos de verano de la Universidad del País Vasco.

La justicia convencional –explica la criminóloga– gira en torno al castigo al culpable, pero «las víctimas buscan a menudo otro tipo de reparación». Lo primero es conseguir que «la institución reconozca su responsabilidad por no haber atendido debidamente lo que fue una traición de la confianza espiritual por un mal entendido afán de proteger su reputación, lo que le llevó a silenciar los hechos e incluso a culpabilizar a las propias víctimas». En un ámbito además donde no es infrecuente que las víctimas no quieran denunciar a sus agresores –o en el que, cuando por fin se deciden a hacerlo, los crímenes han prescrito–, la justicia reparativa –asegura Varona– resulta especialmente indicada. Como ejemplos, cita los centros de escucha para las víctimas puestos en marcha por los obispos en Francia o las terapias que ofrecen los episcopados de Irlanda y Holanda.

No hay cifras recientes. Gema Varona critica la ausencia de información en las diócesis. Según la última investigación sobre abusos sexuales en España, dirigida en 1994 por el catedrático de Psicología Félix López, el 20 % de la población española sufrió algún tipo de agresión en su infancia y adolescencia, la mayoría (39 %) por parte del padre o de otro miembro de la familia (30 %). El 4,17 % de los abusos fueron cometidos por sacerdotes. Casi todas las víctimas cargaron en silencio y sin ayuda un trauma que «les deja secuelas para toda la vida, afecta a su vida familiar, provoca a veces que terminen causando daño a otras personas e incluso les puede llevar al suicidio».

El estudio de Félix López se refiere a menores, pero Varona pide no minusvalorar los casos de abusos en la Iglesia a mujeres adultas, que «son muy difíciles de denunciar, porque hay una gran falta de sensibilidad y de conocimiento, y se culpabiliza a las víctimas por no haber sido capaces de defenderse», ignorando que en absoluto es fácil escapar del cerco que, poco a poco, ha ido levantando en torno a ellas sus depredador.

Frente a la lacra de los abusos se necesitan respuestas decididas, «no simplemente acciones para salir en un titular, porque esto es un problema muy serio. «Hay que ser valientes, hay que perder el miedo a las víctimas. Se desconoce que la mayor parte –lo mismo hemos comprobado por ejemplo con las víctimas del terrorismo– no piden venganza, no van con ira, son mucho más generosas de lo que pensamos, pero sí necesitan que se reconozca la injusticia, que se les acompañe y que se esté a su lado».

También los agresores requieren atención especializada. «Es muy importante no olvidarse de ellas, ofrecerles tratamientos», afirma Gema Varona, que este año ha reunido a víctimas y expertos, pero que en el pasado ha llevado a antiguos agresores a otros foros similares.