La paradoja según el Papa: «Las guerras se nutren, la gente no» - Alfa y Omega

La paradoja según el Papa: «Las guerras se nutren, la gente no»

Una paradoja mortal, producto de intereses inconfesables: la «preponderancia inusitada de las armas», una preferencia que, por un lado, impide la distribución de alimentos en las zonas de guerra y, por otro, permite que los armamentos circulen sin control. La denunció el Papa, en una visita inédita a la sede del Programa Mundial de Alimentos en Roma, con un discurso incisivo que fustigó el despilfarro de la comida y la especulación económica con los productos de la tierra

Andrés Beltramo Álvarez
El Papa, durante su discurso en la sede del Programa Mundial de Alimentos, en Roma, el pasado lunes. Foto: REUTERS/Tony Gentile

«Nos encontramos ante un extraño y paradójico fenómeno: mientras las ayudas y los planes de desarrollo se ven obstaculizados por intrincadas e incomprensibles decisiones políticas, por sesgadas visiones ideológicas o por infranqueables barreras aduaneras, las armas no; no importa la proveniencia, circulan con una libertad jactanciosa y casi absoluta en tantas partes del mundo», disparó Francisco desde lo más alto del salón de plenos del Programa Mundial de Alimentos.

De ese modo –lamentó el Papa–, son las guerras las que se nutren y no las personas. Francisco condenó que, incluso en algunos casos, el hambre sea utilizada como un arma, multiplicando las víctimas de los conflictos porque el número de muertos de hambre y agotamiento se añade al de los combatientes fallecidos en el campo de batalla y al de tantos civiles caídos en la contienda o en los atentados.

«Somos plenamente conscientes de ello, pero dejamos que nuestra conciencia se anestesie y así la volvemos insensible. Quizás con palabras que justifican: “Y bueno, no se puede con tanta tragedia”», constató el Pontífice.

La dedicatoria del Papa

En la mañana del pasado lunes, 13 de junio, Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el primer Papa de la historia en abrir la sesión anual de la Junta Directiva de ese organismo de las Naciones Unidas. Llegó en un turismo hasta el edificio ubicado en la zona de Villa Medici, en el centro romano, y fue recibido por la presidenta del Consejo de Administración y por la directora ejecutiva del Programa, Stephanie Hochstetter Skinner-Klée y Ertharin Cousin respectivamente.

Al entrar en la sede rezó unos instantes y depositó unas flores en el muro de los operadores de la organización muertos en misiones humanitarias. Tras saludar a algunos ministros, los tres se reunieron unos minutos en privado junto con el español Fernando Chica Arellano, observador de la Santa Sede ante el PMA.

En el diálogo informal, Francisco evocó su pasado argentino. «Recuerdo que los domingos por la mañana me levantaba muy temprano, y cerca de la catedral, afuera de todos los restaurantes más caros, estaban las bolsas llenas de los desperdicios. Y ahí estaba la gente, revolviendo las bolsas. Sobre todos los niños. El hambre en una sociedad rica», contó el Papa.

«Su palabra es muy importante. Inspira. Usted es nuestro héroe del hambre cero», le susurró en inglés Cousin mientras la presidenta, de nacionalidad guatemalteca, traducía. La misma Hochstetter le confesó que el Programa se debate constantemente entre la atención a las emergencias y una visión poco práctica, muy alejada de la realidad. «Tratamos constantemente de cambiar eso», le aseguró.

Al final Francisco firmó el libro de honor. «¡Hay gente que tiene hambre! ¡Hay chicos que tienen hambre y no pueden desarrollar sus potencialidades! Ayuda de urgencia y promoción: dos pasos a seguir. Gracias, de corazón, por todo lo que ustedes hacen. Con fraternal reconocimiento y afecto» fue su dedicatoria.

Objetivo: desnaturalizar la miseria

De allí el Papa se trasladó hasta el pleno, donde tomó la palabra tras una breve presentación. «Dejémoslo claro, la falta de alimentos no es algo natural, no es un dato obvio, ni evidente. Que hoy, en pleno siglo XXI, muchas personas sufran este flagelo se debe a una egoísta y mala distribución de recursos, a una mercantilización de los alimentos», sostuvo.

«La tierra, maltratada y explotada en muchas partes del mundo, nos sigue dando sus frutos, nos sigue brindando lo mejor de sí misma; los rostros hambrientos nos recuerdan que hemos desvirtuado sus fines. Un don que tiene finalidad universal lo hemos convertido en privilegio de unos pocos», agregó.

Hablando en español, el Papa insistió en que los frutos de la tierra han sido convertidos en «commodities de algunos», generando exclusión. Su discurso se centró en dos conceptos: «desnaturalizar la miseria» y «desburocratizar el hambre». Y constató que el exceso de información en los medios provoca lentamente que se «naturalice» la miseria, haciendo a los seres humanos inmunes a las tragedias de los demás.

No basta, afirmó, con ver y conocer el dolor sin tocarlo, sentir el llanto sin consolarlo y la sed sin saciarla, ni tampoco es suficiente sumergirse en discusiones interminables sobre el problema, repitiendo siempre los mismos tópicos. Por eso insistió en la necesidad de dejar de asumir la miseria como un «dato más de la realidad», porque este flagelo tiene rostro de niño, de familia, de jóvenes y ancianos.

«No podemos “naturalizar” el hambre de tantos; no nos está permitido decir que su situación es fruto de un destino ciego frente al que nada podemos hacer. Cuando faltan los rostros y las historias, las vidas comienzan a convertirse en cifras, y así paulatinamente corremos el riesgo de burocratizar el dolor ajeno. Cuando la miseria deja de tener rostro, podemos caer en la tentación de empezar a hablar y discutir sobre el hambre, la alimentación, la violencia dejando de lado al sujeto concreto, real, que hoy sigue golpeando a nuestras puertas», apuntó.

«¡Usted es nuestro héroe del hambre cero!»

El Papa criticó entonces el consumismo, que ha inducido a los seres humanos a acostumbrarse a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, haciéndolos incapaces de darle el justo valor. Por eso llamó a reflexionar seriamente sobre el problema de la pérdida y del desperdicio del alimento para encontrar soluciones porque «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre». Y animó a los funcionarios del PMA a no dejarse vencer por el cansancio ni permitir que las dificultades les frenen en su labor, más bien los instó a poner entusiasmo: «Dense el lujo de soñar, necesitamos soñadores que lleven adelante estos proyectos».

«Un pueblo se juega su futuro en la capacidad que tenga para asumir el hambre y la sed de sus hermanos. Y así también la humanidad. En esta capacidad de socorrer al hambriento y al sediento podemos medir el pulso de nuestra humanidad. Por eso, deseo que la lucha para erradicar el hambre y la sed de nuestros hermanos y con nuestros hermanos siga interpelándonos. Que no nos deje dormir y nos haga soñar, las dos cosas, que nos interpele a fin de buscar creativamente soluciones de cambio y de transformación», enfatizó.

Al terminar, Francisco salió al patio de la Paz del edificio donde saludó de mano a cientos de empleados del PMA. Tenía un discurso preparado para ellos, en español, pero prefirió dejarlo de lado. En un «feo italiano», como dijo, reconoció el trabajo escondido de todos los que trabajan contra el hambre. Y la directora, Ertharin Cousin, antes de despedirse volvió a darle las gracias e insistió: «¡Usted es nuestro héroe del hambre cero!».