Monseñor Vicente Jiménez Zamora, arzobispo electo de Zaragoza: «Lo mío ha sido siempre cumplir la voluntad de Dios» - Alfa y Omega

Monseñor Vicente Jiménez Zamora, arzobispo electo de Zaragoza: «Lo mío ha sido siempre cumplir la voluntad de Dios»

Después de siete años como obispo de Santander, el próximo domingo, monseñor Vicente Jiménez Zamora toma posesión como nuevo arzobispo de Zaragoza, tras la renuncia de monseñor Ureña por motivos de salud. El mismo Papa Francisco le confirmó la noticia hace unas semanas y le dio un encargo que está dispuesto a cumplir —y con gran alegría— entre sus diocesanos: «Ánimo, no temas y haz lo que puedas en el Nombre del Señor»

José Antonio Méndez
«Aunque nunca ha sido fácil evangelizar, en la historia de la Iglesia, el Señor siempre ha estado con nosotros»

¿Cómo afronta su llegada a Zaragoza en medio de una situación tan enrarecida, con dimes, diretes, y acusaciones mediáticas desmentidas en torno a su predecesor?
Nosotros no elegimos los destinos y circunstancias concretas en las que desarrollar nuestra misión, pero eso no me preocupa, porque en esas circunstancias nos espera siempre el Señor, que es quien nos sostiene y nos ayuda a vivir con realismo y mucho amor para sobrepasar los problemas que se nos presentan. Estoy tranquilo, porque, aunque nunca ha sido fácil evangelizar, en la historia de la Iglesia el Señor siempre ha estado con nosotros. Ahora, a mis 71 años, la Iglesia me envía a pasar los últimos años de mi vida al servicio de la Iglesia en Zaragoza, y doy gracias por ello. Lo mío ha sido siempre cumplir la voluntad de Dios y servir a la Iglesia; nunca he pedido nada y nunca me he reservado nada, porque sé que cumplir la voluntad del Señor siempre da alegría.

¿Ha podido hablar con monseñor Ureña sobre su renuncia?
Por ahora sólo he podido saludarle brevemente y nos hemos deseado lo mejor, pero no he podido tener un trato más fluido con él. Yo voy con los ojos y el alma abiertos, con un corazón libre de prejuicios, y con el ánimo de conocer y discernir la realidad a la luz de la fe, con la luces que Dios me dé; pero por ahora no tengo un conocimiento profundo de la situación. En todo caso, voy con el alma abierta y un corazón de pastor, que quiero sea grande como el Corazón del Señor.

¿Le ha dicho algo el Papa?
El Santo Padre me comunicó el nombramiento durante una reunión de la Congregación para la Vida Consagrada, en Roma, antes de viajar a Turquía. Me saludó con mucho afecto y me dijo: «Ánimo y adelante, no temas y haz lo que puedas en el Nombre del Señor». Sus palabras me alentaron y confortaron mucho porque, cuando uno está con Pedro y bajo Pedro, siente todo el respaldo y el amor de la Iglesia.

En estos siete años como obispo de Santander, ¿qué es lo que más le ha marcado en ese corazón de pastor del que antes hablaba?
Estos años me han permitido conocer fieles nuevos y nuevos sacerdotes que me han ayudado a entregarme en cuerpo y alma a la diócesis. La he recorrido entera, desde los valles a las montañas y playas; he convocado una Asamblea diocesana para los laicos y otra para el clero; he hecho muchas visitas pastorales, y eso me ha permitido tener un trato directo con sacerdotes y seglares, como un pastor entre las ovejas. Me he sentido acogido y me ha dado una visión de la Iglesia como un poliedro en cuyas caras resplandece Dios. Me siento un discípulo del Maestro, que abre cada día el oído para seguir su Palabra.

¿Qué puede aportar la Iglesia diocesana a la vida de los zaragozanos?
El mensaje del Evangelio, que humaniza las relaciones porque es Jesucristo mismo. Donde está Él, hay vida, esperanza, futuro. En medio del dolor, da alegría; en medio de las dudas, certezas; y en medio de una crisis como la que sufrimos, anunciar el Evangelio da razones para la esperanza y construye la solidaridad. Cristo es la gran riqueza que la Iglesia da a todos los hombres, crean o no. Quiero anunciar a Jesucristo con alegría y esperanza. Y ahora que celebramos el V centenario de santa Teresa de Jesús, quiero recordar a todos que, como ella decía, quien a Dios tiene, nada le falta, y que, para estos tiempos recios, hace falta que seamos amigos fuertes de Dios. Así, el Señor nos dará la sabiduría de reconocer a Dios Padre, que nos ama infinitamente, a Cristo que ha dado su vida por mí, y al Espíritu, que nos anima para servir a los demás.

Ahora que cita a la Santa, llega al Arzobispado en el Año de la Vida Consagrada y en el Año Jubilar Teresiano; preside la Comisión para la Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal, y en marzo fue nombrado miembro de la Congregación para los religiosos. ¿Qué aporta la vida consagrada a la Iglesia? ¿Cómo se puede mejorar la comunión entre los obispos y los religiosos?
A santa Teresa le tengo mucho cariño, porque desde el seminario la he leído y me ha hecho mucho bien. Es una santa de valor universal, y ojalá que en este año venga el Santo Padre a España y nos confirme en la fe. A la vida consagrada la quiero mucho y me estoy dedicando a ella, descubriéndola y amándola. Sin la vida consagrada, la Iglesia no sería la misma. Por eso, es necesario que las relaciones entre obispos y religiosos se fomenten desde la comunión eclesial, la cercanía, el diálogo, la caridad y la verdad que nos hace libres y corrige errores.

¿Cómo es su relación con Cristo?
Es una relación íntima con Él. Trato con Él los deseos del corazón, le doy las gracias, le presento mis proyectos. Al comienzo y al final del día, me recojo en un rato de oración, le ofrezco mis tareas diarias, le pido que me de su fuerza, porque yo soy muy poca cosa, y le pido perdón por mis fallos, pecados y torpezas Cuando me confieso, siento la caricia del Señor, porque es el sacramento de la alegría, y un obispo también tiene necesidad de la misericordia de Dios, porque es el primer pecador de la diócesis.