Santa Brígida, peregrina - Alfa y Omega

Santa Brígida, peregrina

El 23 de julio se celebra la fiesta de santa Brígida de Suecia, una gran mujer que fue luz en uno de los períodos más difíciles de la historia de la Iglesia. Fue consejera de Papas y de reyes, peregrina en Santiago, Roma y Tierra Santa, fundadora de una Orden monástica y, posiblemente, dentro de poco, y por expreso deseo de Juan Pablo II, será Doctora de la Iglesia y copatrona de Europa

Inma Alvárez

Nació noble, con la sangre real de los Folkungar, casa real de Suecia durante más de un siglo. Su padre, Birger Persson, la concedió en 1316 como esposa (Brígida tenía entonces 13 años) a Ulf Gudmarsson, hijo del Gobernador de Ostrogotia, al que ella amó, como se dice en su proceso de beatificación, sicut cor meum, como a su propio corazón. De este matrimonio nacieron ocho hijos.

Brígida, prima del rey Magnus Eriksson, fue llamada a la corte, donde por su inteligencia política y su belleza se convirtió en punto de referencia para el mismo rey, a quien ella llegó a amonestar públicamente por su política tiránica. Pero la muerte de su hijo Gudmar, de nueve años, cambió profundamente su vida. Destrozada por el suceso, se alejó definitivamente de Estocolmo, y con su marido Ulf y un monje cisterciense, peregrinó hasta Santiago de Compostela. Esta experiencia les conmovió profundamente: a la vuelta, Ulf le confiesa su voluntad de entrar en un monasterio. Murió a los dos años, en 1344. Brígida, que entonces tenía cuarenta años, una vez arreglados los asuntos de la familia, entró en la abadía cisterciense de Ulvastra.

Alrededor de ella empezaron a reunirse muchos hombres de Iglesia. Ella misma se ocupó de la primera traducción de la Biblia al sueco. Creó una Orden de monasterios dobles, hombres y mujeres separados pero guiados por un único superior. El rey le regala el castillo de Vadstena. Ya sólo le faltaba la aprobación pontificia de la Orden.

El Papa Clemente VI había declarado el año 1350 como Año Jubilar. Acompañada por su hija Catalina, Brígida peregrina a Roma. Pero el Papa no estaba allí, sino en Aviñón. La Ciudad Eterna estaba reducida a escombros por las luchas internas entre los Orsini y los Colonna, y entre sus ruinas asoladas por la peste malvivían ladrones, usureros y prostitutas. Brígida, entristecida, escribe al Papa diciéndole que le esperaba allí. Tuvo que esperar 17 años, durante los cuales trabajó intensamente por la paz entre Francia e Inglaterra, al tiempo que intentaba aliviar las miserias del pueblo romano, para lo que incluso iba a pedir limosna a las puertas de la basílica de Santa María la Mayor. Temperamental como era, no dudó en recriminar al clero romano por su conducta escandalosa. Su presencia incomodaba en ciertos círculos, hasta el punto que se llegó a temer por su integridad física.

Finalmente, en 1367, el Papa vuelve a Roma y aprueba las Reglas de su Orden. Para dar gracias a Dios, Brígida, ya anciana de setenta años, peregrina a Tierra Santa junto con dos de sus hijos. A su vuelta, cansada y enferma, muere en brazos de su hija Catalina. Las crónicas cuentan que la conmoción del pueblo de Roma por la muerte de Brígida fue tal, que durante dos días fue imposible sacar el cadáver de la casa para enterrarlo en el convento de las clarisas, porque la gente se agolpaba en masa a las puertas. Dieciocho años después, fue canonizada por Bonifacio IX.