Para Adviento - Alfa y Omega

Humildad sincera. Porque vendrá hecho Niño pobre en un portal, y sólo los que se hacen como niños entrarán en el reino de Dios. Será un niño pobre, frágil y débil. Envuelto en pobres pañales, recostado sobre pajas de un pesebre. Preparad el camino y también la Navidad, para que, cuando llegue, estemos con el alma limpia y con ganas de paz.

Experiencia de salvación. Viene para salvarnos. No podemos quedarnos pasivos y esperar de brazos cruzados. Está muy cerca. No te canses, y saca fuerzas para caminar hacia el Señor que viene en persona para salvarnos.

Esperanza viva. No debe cogernos de sorpresa, como ocurrió a los judíos hace 20 siglos. Si viene Jesucristo, el reino que Él predica aparecerá con fuerza y empezará a hacerse realidad.

Siempre alegre. Nuestra vida actual con Cristo es una marcha en la noche a través de la cual vamos hacia la meta final, que se abre con aurora de eternidad. Queremos ver al Señor. Jesús ha prometido a sus discípulos volver para instaurar el reino triunfante y definitivo de su Padre. El Adviento es una anticipación de ese último día.

Con la Virgen María. Lo decimos, lo cantamos, lo rezamos, lo gritamos. Queremos y amamos tu presencia salvadora. El que todo lo puede llenar de dicha y plenitud, es Jesús. De día y de noche esperamos al Esposo que viene, como Santa María del Adviento esperó con inefable amor de madre.

Con la cruz de Jesús. Por muy hundidos que estemos, esperamos que, de un modo u otro, encontraremos la salvación, porque Dios piensa en nosotros y nos ama hasta el punto de darnos, una y otra vez, a su Hijo. Con Él no hay heridas, ni soledad, ni llantos, ni tristeza, ni ansiedades, es Padre de los pobres y consuelo de los afligidos.

Unidos en familia. María y José esperan el nacimiento de Jesús, tuvieron que ponerse en camino hacía Belén, con dolor y alegría, con dificultad, rezando y hablando llenos de confianza. Siempre unidos.

Conversión permanente. Todo está a punto de llegar. El Señor es más fuerte que el mal, para librarnos de todas las desgracias que encierra el pecado.

El Adviento tiene una triple dimensión: 1) El Señor que vino, 2) el Señor que sigue viniendo, y 3) el Señor que ha de venir.