El Niño Dios que nace, otra vez en el exilio - Alfa y Omega

El Niño Dios que nace, otra vez en el exilio

Los 20.000 cristianos iraquíes que malviven en los campos de refugiados del Kurdistán esperan ansiosos la Navidad. «Tienen una fe fuerte. A pesar de la tristeza, cuando hablas con ellos, en la conversación se escucha decir varias veces: Gracias a Dios», cuenta desde Bagdad el sacerdote don Luis Montes. A otros, sin embargo, les flaquean las fuerzas, y piden a los cristianos de todo el mundo que les mantengamos en nuestras oraciones. Ayuda a la Iglesia Necesitada ha puesto en marcha una gran campaña a nivel mundial para recaudar 1,5 millones de euros que sostengan a estos hermanos

Cristina Sánchez Aguilar
Los niños refugiados en el Kurdistán preparan la Navidad en Ankawa, el barrio cristiano de Erbil. Foto: Aleteia/Judikael Hirel

Lo han perdido todo, menos la fe. Es 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, y cerca de 20.000 cristianos iraquíes refugiados en el Kurdistán se preparan para recibir la Navidad llenando de luz la oscuridad del campamento. Los niños encienden decenas de velas alrededor de una de las tiendas de emergencia de Ankawa, el barrio católico de la capital, Erbil. Dentro, José y María se preparan para dar a luz al Niño Dios. Este 2014, Jesús nace pobre entre los pobres, refugiado en su tierra, y rodeado de persecución. Mientras, en la escuela primaria de Hammurabi, el ambiente es festivo: 250 niños fabrican guirnaldas y flores con materiales reciclados que rebuscan entre la basura. Están decorando el colegio para celebrar la Navidad. El seminario de Erbil se prepara para el gran día: además del Misterio, hay un gran árbol de Navidad y hasta renos en los pasillos. También en territorio invadido por el Estado Islámico, los pocos cristianos que quedan preparan su corazón: desde Bagdad, el padre argentino Luis Montes permanece atendiendo a un centenar de familias que se refugian en una escuela de los religiosos carmelitas. El sacerdote cuenta a Alfa y Omega cómo, la semana pasada, celebraron «la Misa en la catedral de San José y Santa Teresa del Niño Jesús, y montamos juntos el pesebre y el árbol de Navidad».

Los niños no van a la escuela, y viven junto con decenas de personas en un espacio reducido. Foto: AIN

Los cristianos en Irak desean que el Señor nazca entre ellos. Algunos mantienen una fe fuerte: «Es increíble ver a personas que han perdido su casa, sus posesiones, su dinero, todo. No saben si podrán volver algún día, o si se tendrán que marchar. Pero tienen serenidad en sus almas. Ante cualquier pequeña cosa, sonríen, se sienten agradecidos. A pesar de la tristeza, si uno habla con ellos, en la conversación se escucha decir, varias veces: Gracias a Dios», cuenta desde Bagdad el padre Montes. Y recuerda cómo una niña de 10 años fue el otro día, corriendo, a buscarle: «Éste es mi pantalón», le dijo tan contenta. «Todo lo material que tiene, en esta vida, son dos piezas de ropa. Y estaba agradecida por tenerlas. Venía feliz a enseñármelas», recuerda el sacerdote.

Pero no todos tienen la misma fuerza: «Hay cristianos que no tienen ánimo para preparar la Navidad, porque no están en su hogar ni en su tierra. Su situación es difícil: no tienen esperanza de regresar a casa, y sus condiciones de vida son muy malas, sobre todo ahora que hace muchísimo frío», explica a este semanario monseñor Emil Shomoun Nona, arzobispo caldeo de Mosul, que mañana llega a Madrid, de la mano de Ayuda a la Iglesia Necesitada, para apoyar la campaña navideña a favor de los cristianos iraquíes que ha organizado esta Fundación de la Santa Sede a nivel mundial. Monseñor Nona cuenta cómo, hace unos días, visitó «una de las casas donde viven cristianos. Había 6 familias viviendo en un cuarto; en total, 16 personas. Los niños no van a la escuela, y los padres no salen de la habitación. Es imposible no angustiarse así». Por eso, la labor de la Iglesia ahora en Irak es, sobre todo, «acompañarlos y hacer lo posible para que sientan que podemos celebrar juntos la fe en cualquier situación. Por eso, estamos organizando con mucho cariño la Misa de Gallo. Mi esperanza es servir a mi gente de la mejor manera posible», añade el arzobispo.

Un día en Erbil

Hay 12.000 familias refugiadas registradas en Erbil. En otras ciudades del Kurdistán, como Duhok y Aqra, cerca de 8.000. El número va en aumento, porque muchos desplazados están abandonando las aldeas remotas a las que acudieron en verano: no pueden soportar las bajas temperaturas. Buscan refugio en las grandes ciudades, donde esperan encontrar una mejor atención y un invierno más cálido. Pero en estas ciudades, como por ejemplo en Erbil, después de las fuertes lluvias de octubre y noviembre, los campamentos de refugiados se han vaciado y las familias se han trasladado a edificios a medio construir, y a iglesias y escuelas habilitadas para acogerlos.

Aun sin tener nada, están agradecidos. Tienen serenidad en el alma. Foto: AIN
Aun sin tener nada, están agradecidos. Tienen serenidad en el alma. Foto: AIN

«Estamos preocupados por el impacto psicológico que la situación, que se alarga, está teniendo en las familias», explica el Presidente de la asociación francesa Fraternité en Irak, Faraj Benoît Camurat. «La mayoría de los niños no va a la escuela. También hay problemas con el lenguaje, porque no hablan kurdo. Los hombres tratan de encontrar trabajo, pero es casi imposible. Cada mañana, las mujeres lavan la ropa y se afanan en cubrir la tienda de mantas, para que el frío no se cuele por la tierra. Por las noches, se las puede ver alrededor de la estatua de la Virgen María, rezando», señala. Otra de las complicaciones es el acceso a las medicinas: «Muchos refugiados sufren enfermedades de corazón, diabetes o asma, por ejemplo. Pero, desde hace meses, no pueden medicarse», añade Camurat -la entrevista completa al presidente de Fraternité en Irak puede leerse en Cristianos en Irak: El desánimo que pesa más que el frío-.

Ante este panorama, «vale más encender una lámpara que maldecir la oscuridad»: lo dice el padre Grosjean, un sacerdote francés que ha viajado a Erbil para acompañar a los cristianos en este tiempo de Adviento. «Nada más llegar, una abuela me abrazó, llorando amargamente: ¡Destruyeron nuestras iglesias, padre!, me dice. Y pienso que tenemos que estar con ellos, con los mártires del siglo XXI. Nos fuimos a rezar juntos ante la estatua de la Virgen, en la entrada del barrio cristiano. Ella lo entiende todo», escribe en su página web: www.padreblog.fr

En el centro comercial de Ankawa viven 400 familias. Hasta allí se acercó el padre Grosjean: «Visito el espacio donde vive una familia joven con tres hijos, más pequeño que un cuarto de baño en Francia. De la pared cuelga un rosario. Comparten conmigo su almuerzo y no se quejan. Al revés: me cuidan, y me piden que bendiga a los niños. El pequeño, de 3 años, me enseña su Biblia para niños. Tuvieron que dejarlo todo en menos de 24 horas, y él se acordó de cogerla. Estos hermanos me dieron una lección de Evangelio. No les queda nada, excepto estas dos cosas: la familia y la fe». En un campamento improvisado en una especie de páramo, Milad presenta al sacerdote a su hermano pequeño, Walid, nacido ya en el Kurdistán: «El niño me muestra al bebé como signo de la victoria de la vida y el amor sobre la violencia y la desesperación. Su madre los mira, feliz y doliente a la vez. ¿Qué futuro espera a sus hijos?», cuenta el sacerdote. Mientras, la joven Maryam, de 22 años, embarazada de ocho meses, «muestra su miedo a dar a luz en un campo de refugiados, y en pleno mes de diciembre». Mantener la esperanza en estas condiciones es la lucha diaria de los cristianos en Erbil.

El padre Grosjean nos pide sólo una cosa: «Seguid hablando de ellos. El silencio es el mejor aliado de los verdugos. Ellos quieren un Oriente Medio sin cristianos, quieren eliminarlos, y lo hacen matándolos o forzándolos al exilio. Hablen con sus amigos, con sus vecinos, que nadie se olvide de nuestros hermanos allí. Y, por supuesto, recen. Nuestra oración sostiene su esperanza. Porque antes de agua, gas o electricidad, nos piden que les mantengamos en nuestra oración».