Luis Javier Argüello: «Debemos subrayar lo que nos une como pueblo, no tensar la cuerda» - Alfa y Omega

Luis Javier Argüello: «Debemos subrayar lo que nos une como pueblo, no tensar la cuerda»

Luis Javier Argüello toma posesión mañana como obispo auxiliar de Valladolid. Nacido en Meneses de Campos (Palencia), el hasta ahora vicario general de Valladolid será, a sus 63 años, el tercer obispo auxiliar de la historia de la archidiócesis y el primero desde 1916

José Antonio Méndez
El nuevo obispo auxiliar de Valladolid. Foto: Javier de las Heras

Recibe la consagración episcopal en el día del Sagrado Corazón. Siendo en Valladolid, no parece casualidad…
¡No lo es! La razón de la fecha es diocesana, aunque va unido el lado personal. Igual que otras diócesis tienen su aportación específica, como Santiago y el Camino, o Ávila con santa Teresa, la presencia del santuario de la Gran Promesa del Corazón de Jesús es algo muy singular en Valladolid. Y esto se une con mi deseo de ser un pastor según el corazón de Cristo.

Valladolid clausuró el día del Corpus un Congreso Eucarístico que ha durado un año. ¿Le ha servido, desde que conoció su nombramiento, esta preparación en torno a la Eucaristía?
Mucho, la verdad. Todos los actos del Congreso, las reflexiones tenidas en los encuentros y las diversas actividades me ha ayudado para disponerme a recibir al Espíritu Santo. La clausura del Congreso fue una celebración espléndida en la calle, y la culminación de un camino de todo un año, en el que hemos tenido catequesis en las parroquias y actos muy diversos.

Conoce bien la archidiócesis; ha sido rector del seminario y lleva cinco años como vicario general, ¿cuáles son las labores que quiere abordar con mayor urgencia?
Quiero seguir impulsando lo que el cardenal Blázquez viene haciendo, que tiene que ver con cuidar mucho la iniciación cristiana, el anuncio del Evangelio y el acompañamiento a las familias. También tenemos el reto de ir al fondo en el valor de la Eucaristía, es decir, mostrar el significado del domingo para cualquier católico, con la cuestión de tener que distribuir a los sacerdotes en un territorio muy desigual, con una parte en parroquias muy pequeñas y la mayoría de la población concentrada en la ciudad.

¿Y ese problema cómo se arregla?
No se trata solo de organización cuantitativa, ni de distribuir por números a sacerdotes y fieles. Esta situación pide que creemos una conciencia más de fondo de lo que puede significar hoy formar parte de la comunidad cristiana, celebrar el domingo, y encontrarse para vivir el milagro de la fe. La reorganización en unidades pastorales lleva tiempo haciéndose, pero como una distribución numérica, y ese planteamiento es insuficiente. Lo que falta tiene que ver más con la conciencia de la Eucaristía, y en definitiva, con la evangelización.

Oiga, ¿para que sirve un obispo auxiliar?
Don Ricardo lo ha explicado diciendo que mi nombramiento trata de asegurar en la diócesis la presencia episcopal, con todo el significado sacramental que eso tiene, porque en esta etapa suya como presidente de la Conferencia Episcopal y en varias responsabilidades que tiene en Roma, tiene que ausentarse mucho. No es un viceobispo, sino que estaré muy unido al obispo desde la fraternidad sacramental, pero sabiendo que la responsabilidad última, el pastoreo definitivo, el principio de unidad en la diócesis los tiene el arzobispo.

¿Qué consejo le ha dado don Ricardo para ejercer su ministerio?
Lo que me dijo prácticamente desde el primer día es que sea fiel a lo que el Señor me inspire y que caminemos unidos.

Una de las realidades que más peso está cobrando dentro de la acción pastoral de la Iglesia en España, y que más se está impulsando desde la Conferencia Episcopal que preside don Ricardo, es la cuestión de la pastoral familiar. Dice que también en Valladolid es una prioridad. ¿Por qué tiene que hacerse presente la Iglesia en la vida de las familias?
Hay dos razones. Una podríamos decir que es interna, constitutiva de la propia Iglesia, y es que ya desde el Concilio Vaticano II se habla de la familia como de «Iglesia doméstica». Nosotros somos conscientes de la importancia de esta realidad, de esta célula eclesial, a la hora de transmitir la fe. La segunda razón es que tenemos una situación social en que la comprensión misma de la familia, las experiencias de vida familiar, las realidades de la problemática familiar, las rupturas, etc., hacen que, precisamente por su servicio misericordioso a la sociedad, la Iglesia tenga que cuidar especialmente la realidad de la familia. Y la mejor forma de cuidar a la familia es con el testimonio de familias cristianas. Por eso tenemos un reto interno, que es el aliento de la vocación al matrimonio cristiano y el cuidado de la familia, para que ellas mismas sean el mejor testimonio que convoque a nuestra sociedad a formar familias con todas las consecuencias.

El Ayuntamiento de Valladolid lo forma una coalición PSOE-Izquierda Unida, un escenario similar al que podría darse después del 26J. ¿Cómo cree que van a ser las relaciones entre la Administración y la Iglesia?
Parece obvio, pero las relaciones tienen que ser de respeto y de colaboración. En este año, con el nuevo Gobierno municipal estas dos características se han dado. Lo importante es que las administraciones públicas caigan en la cuenta de que la sociedad, el pueblo, se organiza de diversas formas, y que dentro de la sociedad, el papel de la Iglesia católica es grande. Eso es importante a la hora de cuidar esos principios de colaboración y respeto mutuo, y para favorecer las iniciativas de los ciudadanos, en este caso de los católicos. Una de las aportaciones que puede hacer la Iglesia en este tiempo es ayudar a asegurar los fundamentos de una buena convivencia civil, donde se respete la dignidad de la persona y el que la sociedad pueda organizarse por el bien común. En nuestras declaraciones, debemos contribuir a subrayar lo que nos une como pueblo, más que a tensar la cuerda ante determinadas declaraciones políticas.

¿Por qué ha elegido por lema episcopal Veni Lumen cordium, (Ven Luz de los corazones)?
La frase forma parte de la secuencia del Espíritu Santo que se reza en Pentecostés. Lo que va a ocurrir en la ordenación es que, por gracia de Dios y a través del misterio eclesial de la sucesión apostólica, voy a recibir al Espíritu Santo. Y se la pido al Señor porque creo que el mundo necesita esa sabiduría del corazón, que brota del Corazón de Cristo y entrega el Espíritu, para unirla a la luz las ciencias, las técnicas y los saberes del mundo.

No sé si usted ha podido ir el domingo pasado a la fiesta del Cristo de la Salud, de Villerías, el pueblo donde recibió la Comunión y a la que va cada año…
No he podido ir, porque teníamos la clausura del Congreso Eucarístico. Lo he sentido, porque habitualmente puedo ir a la celebración de la Eucaristía y trato de ir a la procesión de la tarde. Pero claro, este año nos coincidía con nuestra procesión. De todas formas, el folleto del próximo viernes llevará una imagen del Cristo de la Salud de Villerías, y también de la Virgen del Tovar, que es la patrona de mi pueblo, de Meneses.

¿Por qué mantiene usted ese contacto con la fe de sus raíces?
Puede parecer una obviedad, pero es que creo en los sacramentos. En Meneses fui bautizado y confirmado, y en Villerías recibí por primera vez al Señor en la Primera Comunión. Aunque yo nací en Meneses, mis padres nacieron en Villerías y mis padrinos viven en Villerías, que son pueblos vecinos. Yo, además, tengo mucho cariño al Cristo de la Salud por mis abuelos y mis padres, que han cultivado también esta devoción; lo siento con especial cercanía porque la salud que ofrece, en definitiva, el Señor, es la salvación, la salud eterna.

Algunas personas pueden pensar que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que usted también vive, es algo caduco. ¿Se puede considerar que es una reliquia del pasado?
Todo lo contrario. Antes hablábamos de mi lema episcopal y de la luz en los ojos y en el corazón. Creo que es verdad, como la propia Iglesia nos dice, que la devoción popular tiene que ser purificada, cuidada, acompañada y mantenida. Monseñor José Delicado, nuestro anterior arzobispo, relanzó en Valladolid esta espiritualidad, con la creación del Centro diocesano de Espiritualidad del Corazón de Jesús, recogiendo toda esta devoción que venía en Valladolid del siglo anterior, desde el beato Bernardo de Hoyos (que fue beatificado cuando entró don Ricardo como arzobispo). Don José nos animaba mucho a que fuésemos a las fuentes de la propia Escritura para encontrar las fuentes de la devoción al Corazón de Jesús, tratando de unir lo que quizás en un tramo de la vida de la Iglesia hemos separado, que es por una parte una religiosidad ilustrada, de formación en los saberes y en el conocimiento de la Escritura y del magisterio de la Iglesia (que por supuesto es importantísimo), con todas esas otras prácticas piadosas populares que vive mucha gente, como las vinculadas a la Semana Santa, a la realización de novenas, a la visita de los santuarios… Durante años, parecía que estas formas de vivir la fe eran una cuestión de segundo plano, y la burguesía ilustrada ha mirado por encima del hombro a la religiosidad popular. Desde hace unos años, la Iglesia nos anima cada vez más a unir esa doble dimensión para bien de ambas.

¿Es decir, que la piedad popular sigue siendo un instrumento para evangelizar?
Sí. Estos días de atrás, en el Congreso Eucarístico, vimos como las calles de Valladolid se llenaron de personas que seguían el paso de la Custodia con el Santísimo, con una devoción que emocionaba a los que íbamos acompañando al Señor. Estos aspectos de lo que podríamos llamar la emoción religiosa, que son decisivos en la vida de cualquier persona, evidentemente tienen que ser completados, cultivados, ensanchados. Pero esta chispa que provoca en las personas la emoción de intuir que hay un encuentro con Dios, en el que muchas personas han llorado sus dolores ante un Cristo o una Dolorosa, ante la Virgen de las Angustias o yendo a la basílica del Corazón de Jesús, no podemos dejar de reconocer que tiene una gran importancia. Por ejemplo, aquí en Valladolid, el santuario del Corazón de Jesús es nuestro templo jubilar en el Año de la Misericordia, y nosotros mismos nos hemos visto sorprendidos de la cantidad de personas que han querido ir y pasar la puerta santa. Los confesores a veces no han dado abasto para poder recibir a personas que además de visitar el Corazón de Jesús han querido después tener un encuentro con Él en el sacramento del perdón.

¿Qué es lo que yo no he preguntado y es importante decir?
Pues que recibo esta ordenación como una gracia al servicio de una diócesis a la que llevo en el alma. Aunque yo no he nacido en Valladolid, llevo desde los once años viviendo aquí, y conozco la realidad de esta diócesis. Por eso recibo este don como una llamada fuerte al servicio a tantos hombres y mujeres de tantas realidades eclesiales y sociales, a los que quiero mucho.