Dulcísimo Recuerdo - Alfa y Omega

Dulcísimo Recuerdo

Rodrigo Pinedo

«Dulcísimo recuerdo de mi vida, / bendice a los que vamos a partir… / ¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida, / recibe tú mi adiós de despedida, / y acuérdate de mí». Así arranca un poema escrito por el padre Alarcón hace más de 130 años, que ha marcado y marca a tantas generaciones de alumnos del colegio Nuestra Señora del Recuerdo.

Como cada 31 de mayo, este martes lo pronunció una niña de Primaria «rebosando candor y pureza, y con vocecita de ángel» –como describía el padre Coloma en su novela Pequeñeces a finales del siglo XIX–, con motivo de la fiesta de la Virgen del colegio; una sentida Eucaristía en la que la comunidad educativa (estudiantes, familias, profesores, personal de administración y servicios, antiguos alumnos) despidió a la promoción 2016. Los que terminan ahora 2º de Bachillerato, entre ellos mi hermano Carlos, tienen la mente puesta en Selectividad, los planes de verano o la universidad. Pero a lo largo de la celebración, especialmente cuando uno de sus compañeros leyó el discurso de graduación, seguro que les resultó inevitable volver la vista atrás, esbozar una sonrisa por todo lo vivido tras esos «tutelares muros», e incluso derramar alguna lágrima.

El sentimiento de agradecimiento se entremezcla con cierta congoja por tener que abandonar un lugar en el que uno ha sido tan feliz. Y una de las estrofas del himno a la Virgen del Recuerdo de repente adquiere un nuevo significado: «Hoy soy tu hijo, hoy yo te adoro, / hoy te prometo perenne fe / pero mañana, dentro de un año, / dentro de veinte. ¡Ay! ¿Te querré?». La respuesta es un sí rotundo. Los años pasan –en mi caso son diez ya– y uno sigue recordando con el mismo cariño el colegio. Se conservan muchísimos amigos y, sobre todo, se siguen afrontando situaciones más o menos cotidianas con enseñanzas de aquellos días.

Fortalecimos la fe que nuestros padres nos habían regalado. Aprendimos a respetar a la autoridad. Entendimos qué es la responsabilidad. Descubrimos que no podemos callarnos ante las injusticias ni olvidarnos de los últimos. Supimos que se puede discutir siempre que uno tenga argumentos. Y hoy, «aunque avance rugiendo la tormenta / y en mi mástil ya gime el huracán, / feliz con tu recuerdo soberano / desafío a las olas de la mar».