¿El mejor documento del Sínodo? Las familias - Alfa y Omega

¿El mejor documento del Sínodo? Las familias

El presidente del Consejo Pontificio para la Familia, monseñor Vincenzo Paglia, estuvo el lunes en Madrid para presentar el XVI Congreso Católicos y Vida Pública, que se celebrará del 14 al 16 de noviembre. «En realidad, el verdadero documento final del Sínodo no será un nuevo texto; serán las nuevas familias que inspire», afirma

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El Sínodo habrá logrado su objetivo si suscita una nueva primavera de las familias cristianas

Ya han pasado varias semanas de la celebración del Sínodo de los Obispos. ¿Qué balance hace el presidente del Consejo Pontificio para la Familia?
El Papa Francisco ha tenido la extraordinaria intuición de poner a la familia en el corazón de la reflexión de toda la Iglesia. En esta perspectiva, la Iglesia tiene la responsabilidad, y también el orgullo, de ser la única institución que ha tomado el reto de afrontar la profunda crisis, pero también la gran vocación de las familias, no sólo las cristianas, sino también las familias de todo el mundo.

El Sínodo extraordinario que acabamos de celebrar, en espera del Sínodo ordinario del año que viene, ha sido un paso decididamente positivo en la dirección adecuada, para ver y comprender la complejidad de la situación. Es algo que los Padres sinodales han afrontado con una gran libertad, siguiendo las indicaciones del Santo Padre desde el inicio. Esta libertad ha sido como el sello del Sínodo. El balance ha sido extraordinariamente positivo, estamos tocando temas cruciales para la vida de la Iglesia y de la sociedad, con una gran responsabilidad y con una gran libertad. El primer paso ha concluido; ahora hay que seguir trabajando con valentía y con creatividad, a la escucha también de las familias de todo el mundo.

Parece que a mitad del Sínodo hubo un punto de inflexión, porque parecía que la atención se centraba en las situaciones difíciles, y se olvidaba el testimonio de tantas familias que siguen a Cristo en la belleza de una familia unida.
Lo que nos ha sorprendido a todos ha sido la extraordinaria repercusión de la Relatio post disceptationem, cuya publicación es una práctica habitual en todos los Sínodos de los Obispos. Evidentemente, esto se produjo porque hemos tocado un punto que interesa de verdad a todo el mundo. Esta repercusión nos ha conmovido a todos. Es verdad que todos los pistones del motor no han funcionado de manera sincrónica, pero esto forma parte del funcionamiento de un coche que ya ha salido a caminar. La sensación de conmoción se produjo, es cierto, pero la diversidad de opiniones no oculta una mayoría absoluta de obispos que quieren continuar en el camino que hemos iniciado.

Entonces, ¿no se puede hablar de dos grupos de cardenales en oposición, de dos tipos de Iglesia?
Absolutamente, no. Hay una dialéctica, una diversidad de análisis sobre la situación, pero el Papa nos ha advertido a todos contra el endurecimiento farisaico por una parte, y contra el buenismo destructivo por otra. La situación está muy clara; el Papa nos ha invitado a leer la parábola del Buen Samaritano: frente a las heridas de las familias, debemos tomarlas sobre nuestras espaldas y acompañarlas. Aquí no puede haber división. Todos debemos aprender el arte del acompañamiento; debemos crecer en la comprensión de las heridas de las familias y de la cura que necesitan. El Sínodo quiere decir Caminar juntos. Hemos hecho, de verdad, un sínodo. ¡Pero no ha terminado! Seguimos caminando juntos.

Ha sido muy llamativa la repercusión en los medios de comunicación, más que en otras ocasiones. Muchas veces, las crónicas no se ajustaban a la realidad de los debates. ¿Cómo han vivido los Padres sinodales esta situación?
A veces, esta increíble atención de los medios de comunicación, que han estirado la interpretación de los textos, ha ocasionado tensiones que han zarandeado la barca. Es más que comprensible, por otra parte. Es difícil separar lo interno de lo externo; las discusiones, de la opinión pública. Debemos asumirlo, pero creo que todo este movimiento nos ha ayudado a ser más conscientes, responsables y atentos a la situación de la familia.

Para usted, ¿ha sido positiva la publicación de las diferentes Relaciones, así como las votaciones finales?
Decididamente positiva. Yo, incluso, habría publicado también todas las intervenciones de los Padres sinodales. En este tema, debemos tener confianza en el debate. La fuerza del que quiere seguir el Evangelio ayudará a evitar interpretaciones desviadas. Cuando se abre una ventana, es fácil que pueda entrar el polvo; cuando se hace un cuerpo a cuerpo con la realidad, es fácil mancharse las manos; pero la luz ha entrado en la casa, y no debemos tener miedo del debate. Debemos tener miedo de la mentira y de la ambigüedad.

¿Qué pasos se van a dar hasta el próximo Sínodo ordinario, en octubre de 2015?
El Papa, con gran inteligencia pastoral, ha querido que el Sínodo se celebrase en dos etapas. Él es consciente de que la Iglesia es el entero pueblo de Dios: Papa, obispos, clero y fieles laicos. En esta estructura, los fieles pueden entrar activamente en el proceso de reflexión en torno a la experiencia eclesial. Es una oportunidad de recibir todas las inspiraciones positivas que puedan surgir; el Espíritu sopla donde quiere. Espero que, hasta el Sínodo de 2015, pueda surgir en cada parroquia, en cada comunidad, en cada realidad eclesial, un debate en torno a estos temas. La sinodalidad entendida así es un gran y prolongado Pentecostés. Durante este año, surgirán perspectivas y propuestas que la Secretaría General del Sínodo recogerá para elaborar el Instrumentum laboris del año que viene, porque, en mi opinión, el documento final del Sínodo pasado, aun estando lleno de esperanza, necesita enriquecerse todavía con muchas otras reflexiones; hay temas aún poco estudiados y algunos están ausentes, y es indispensable que se complete.

¿Qué asuntos son los que, en su opinión, precisan decisiones pastorales concretas y urgentes?
Personalmente, creo que uno de los temas de fondo es el de la preparación al matrimonio. Requiere un pensamiento muy profundo, pero que, al mismo tiempo, no quede limitado a la sola preparación inmediata. Hay necesidad de un instrumento que ayude también en los primeros pasos de la nueva familia, porque es entonces cuando los esposos tienen más necesidad de ayuda. En definitiva, preparación al matrimonio y ayuda durante los primeros años de casados son, para mí, lo más urgente. Es indispensable una profundización en este campo, pues no hay duda de que, en el corazón de la misión orientada a la familia, está la preparación y la ayuda en los primeros años.

¿Algún otro asunto más?
Sí, esto nos lleva también a darnos cuenta de uno de los puntos más flojos de la pastoral familiar contemporánea: la debilísima relación entre la familia y la comunidad. Yo busco no tanto una renovación de la pastoral familiar, como de una inspiración familiar de toda la pastoral; es decir, concebir toda la pastoral de la Iglesia en términos de familia. Éste es un cambio de mentalidad muy necesario. Las parroquias deben ser una familia, plantear sus actividades en un espíritu familiar. Y la celebración del Domingo debe ser el centro de la relación parroquia-familia.

En la presentación del mensaje final del Sínodo se dijo: «El mundo está mirando a las familias cristianas». ¿Qué le pediría usted a las familias? ¿Cómo podemos ayudar en esta reflexión de la Iglesia sobre la familia?
Las familias deben dejar de estar replegadas sobre sí mismas. Deben asumir un espíritu de misión y de eclesialidad mucho, mucho más fuerte. En realidad, el verdadero documento final del Sínodo no será un nuevo texto; serán las nuevas familias que inspire. El Sínodo habrá logrado su objetivo si suscita una nueva primavera de las familias cristianas, que deben ayudar a las familias heridas y que son llamadas a devolver el vigor familiar a un mundo triste que vive en el individualismo.