Nuevo proceso a Jesús

Entre el sanedrín de Estrasburgo y el pretorio de los Parlamentos nacionales, Europa se ha lanzado por la pendiente de un nuevo proceso a Jesús. En nombre de una modernidad políticamente correcta, pretende arrancar de sí misma aquello que la construyó y que se encuentra resumido de manera bien gráfica en esa imagen que hoy molesta y que es el crucifijo. «El mensaje de tolerancia hacia los otros no debería estar acompañado de un mensaje de intolerancia hacia la propia identidad»: lo ha expresado así de claro el jurista judío estadounidense Joseph Weiler (centro de la foto), en la defensa que ha hecho del símbolo europeo por antonomasia ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. «Más de la mitad de la población europea vive en Estados que no podrían ser definidos como laicos —ha recalcado—. Inevitablemente, en la enseñanza pública, el Estado y sus símbolos tienen su sitio. Muchos de ellos, sin embargo, tienen un origen religioso o una identidad religiosa contemporánea. En Europa, la cruz es el ejemplo más visible, y aparece en innumerables banderas, escudos, edificios… Es un error decir, como hacen algunos, que se trata sólo de un simple símbolo nacional. Y también es un error argumentar, como hacen otros, que tiene sólo un significado religioso. Se trata de ambos supuestos, y forma parte de la identidad nacional de muchos Estados europeos».