Comieron todos - Alfa y Omega

Comieron todos

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

Aurelio García Macías
Multiplicación de los panes y los peces (detalle). Misal franciscano. Siglo XIV. Biblioteca de París. Foto: Alfa y Omega

Las deformaciones teológicas del inicio del segundo milenio, sobre todo, cátaros y albigenses, provocaron una reacción en la Iglesia, que la llevó a acentuar la fe y la piedad de todos los fieles en el misterio de la Eucaristía. Por tal motivo surge una fiesta en el calendario litúrgico para afirmar y fomentar la veneración de los fieles a la presencia real de Jesucristo en las especies eucarísticas del pan y del vino consagrados: Corpus et Sanguinis Christi. Fue en 1247 cuando se celebró esta novedosa fiesta en la ciudad de Lieja y, 17 años más tarde (1264) –un tiempo récord para aquella época– es propuesta por el Papa Urbano IV para toda la Iglesia. Desde sus orígenes, fue muy bien acogida por la piedad de los fieles, como bien manifiesta la procesión eucarística por las calles, que desde el siglo XIV, crece en importancia y esplendor.

Preocupación de los discípulos

Este año se proclama un texto del Evangelio de Lucas, que relata la multiplicación de los panes; un milagro que aparece en los cuatro evangelios. Lucas habla de la misión de Jesús en Galilea. Los discípulos vuelven de la misión realizada por la comarca y Jesús quiere estar con ellos a solas, en un lugar apartado. Sin embargo, una multitud invade su intimidad. La gente busca a Jesús y Jesús acoge a la gente.

El texto señala que Jesús les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que necesitaban curación. En pocas palabras hace un magnífico retrato del Señor como Maestro y Pastor consolando a la gente con sus gestos y palabras. Se contextualiza la escena al atardecer. Los discípulos están preocupados porque anochece, están en descampado, la gente tiene hambre y no hay más solución que despedir a la numerosa muchedumbre para que se refugie en las aldeas cercanas; por eso, proponen a Jesús: «Despide a la gente».

«Dadles vosotros de comer»

La respuesta de Jesús desconcierta a los discípulos: «Dadles vosotros de comer». Pero, ¿cómo es posible dar de comer a tanta gente, si solo cuentan con cinco panes y dos peces, puestos a disposición de todos por no se sabe quién? Los discípulos se asustan ante la respuesta; no saben resolver el problema. Su lógica humana hace imposible cumplir el mandato del Maestro.

Sin embargo, Jesús no despide a la gente. Manda que se sienten por tierra en grupos, como lo hicieron Moisés y el profeta Eliseo en su tiempo. Y el evangelista Lucas describe la acción central de Jesús, la multiplicación de los panes y de los peces, con una sucesión de verbos: tomó, levantó los ojos, pronunció la bendición, partió, dio… que rememora claramente el lenguaje eucarístico, bien conocido por los oyentes y lectores contemporáneos del evangelista. Son las mismas palabras que se usaban y se usan en la celebración de la Eucaristía. La multiplicación de los panes evoca a la Eucaristía.

«Comieron todos»

Jesús convierte la escasez en abundante alimento: comieron todos hasta saciarse y sobró. La abundancia habla de la magnanimidad de Dios para con los necesitados. Cristo multiplica la generosidad del que comparte y lo bendice con creces. Verdaderamente se trata de un signo que define al mismo Cristo. El pueblo de Israel vivía en la expectación del Mesías prometido y ve que Jesús repite los mismos gestos de Moisés con su pueblo: mientras lo conducía por el desierto, lo alimentó con el maná. Jesús sacia el hambre de la muchedumbre. El milagro de Jesús es visto por la gente que lo presenció como una señal de la llegada del tiempo mesiánico.

La celebración de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo nos habla de la fe y de la caridad. Fe, porque nos invita a contemplar, una vez más a Jesucristo presente sacramentalmente en el misterio de la Eucaristía. Fue Él mismo quien dijo: «Esto es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre» y el pueblo cristiano así lo cree y adora. Caridad, porque resuenan todavía el mandato del Señor: «Dadles vosotros de comer», que suponen para todo cristiano una llamada a sentir propias las necesidades y problemas del prójimo.

Evangelio / Lucas 9, 11b-17

En aquel tiempo, Jesús los acogía, les hablaba del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer».

Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para todo esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se echen sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.