Una vida entre sus manos - Alfa y Omega

Cayó en mis manos una biografía de una gran escritora, de un alto valor literario. Se había hecho, entre luchas de la vida y, escalando peldaños, poquito a poquito, un hueco importante en la sociedad. Mi admiración iba en aumento. En un momento determinado, esta mujer se queda embarazada y no es el momento oportuno para ella; decide conseguir el dinero suficiente para abortar en el extranjero. Ahí se corta la narración; en esa época no está permitido el aborto en España.

En mi fuero interno deseaba que no, ¡que no lo consiga! Crecía mi angustia…, pero más adelante aparece un grupo de mujeres en manifestación, con pancartas en las que se lee: Yo también he abortado.

Quiero alzar la voz por aquellos que, sin llegar a ver la luz, sin empezar a volar, les cortan las alas; por aquellos a los que no dejan ver el mar, ni conocer la esencia de un buen libro, ni el embrujo de esa melodía inolvidable que nos hace tocar el cielo, ni el encanto de esas obras de arte que, con sólo mirarlas, llenan el alma… Se les ha negado todo. No tendrán nunca la oportunidad de saber lo que es la paz, el amor y la amistad, de descubrir y disfrutar de la buena gente, de la belleza y de la verdad.

Si observamos los pies y los andares de los niños pequeños, vemos que están dotados de un gran encanto, unidos a sus movimientos tan torpes, lentos e inseguros al principio, y cómo más adelante se tornan rápidos y veloces, para acabar siendo firmes para dirigirse allá donde quieren ir, con decisión. Ésa es la fuerza de la vida: incipiente y dubitativa al principio, pero que con el tiempo se consolida y se asegura. Así habrían sido esos seres, si hubiesen nacido.

He trabajado con madres jóvenes, a lo largo de cuarenta y cinco años, como profesora de Educación Infantil, intentando formar a sus hijos más pequeños y ayudando a sacar adelante embarazos a veces no deseados; niños que luego han llenado de alegría nuestras aulas con la felicidad en sus rostros y en los de sus familias, que, tras vencer serias dificultades, dieron un paso adelante y han visto colmadas sus ilusiones con la llegada de ese nuevo hijo.

No puedo dejar de imaginar a cada una de esas mujeres, que en un principio pensaron en el aborto como la mejor solución, llegar a sus lugares de trabajo con sus bebés en los brazos, revestidas de la dignidad que confiere la maternidad y despertando esa ternura que siempre inspiran los niños.

Todos los niños tienen la capacidad de ser únicos y diferentes, con la personalidad con que Dios les dotó, y ahí radica su grandeza, despertando desde el cariño y el afecto de todo el que los rodea. Esa ternura arranca las sonrisas de los adultos, suavizando todas las adversidades.

Donde hay un niño, hay alegría. Hay que luchar, evitar los miedos y salir adelante. ¡Busca ayuda y la encontrarás!

Ana María Muñoz Ramírez