Tras las huellas de Juan XXIII - Alfa y Omega

Tras las huellas de Juan XXIII

Tal día como hoy, hace 50 años, Juan XXIII se postró a los pies de la Virgen para poner bajo su protección el Concilio, a punto entonces de inaugurarse, que llevaría a la Iglesia al tercer milenio. Hoy, Benedicto XVI acude a Loreto para confiar a Santa María los trabajos del Sínodo de Obispos y el Año de la fe

Eva Fernández
Juan XXIII llega a Loreto, en tren, el 4 de octubre de 1962. Foto: Archivo Fotográfico del Santuario Internacional de la Santa Casa de Loreto.

Hoy la Virgen recibe en casa. Hoy el Papa se volverá a emocionar cuando lea las palabras escritas sobre el altar de la Santa Casa de Loreto: Hic Verbum caro factum est (Aquí el Verbo se hizo carne). Loreto es la casa del de María. Sus paredes presenciaron, atónitas, hace más de 2.000 años, la máxima expresión de la confianza en Dios.

El Concilio Vaticano II enseñó a ver en la fe de la Virgen la auténtica grandeza de la Madre de Dios: «Ella fue la primera creyente de la Nueva Alianza, la que avanzó en la peregrinación de la fe» (Lumen gentium, 58). Benedicto XVI acude a Loreto siguiendo la misma ruta que hace 50 años trazó el Papa Juan XXIII y que pasa por agarrarse a la mano segura, firme y cálida de una Madre, «que siempre está de nuestra parte», tal como el propio Benedicto XVI aseguraba desde el balcón de la basílica de San Pedro el día de su elección.

Un viaje que hizo Historia

Cuando, aquel 4 de octubre de 1962, Juan XXIII emprendió viaje hacia Loreto y Asís, hacía más de un siglo que un Papa no salía de Roma. Se entiende perfectamente que el Papa Roncalli quisiera dar trascendencia histórica a ese viaje, puesto que tan sólo siete días después iba a comenzar el Concilio Vaticano II y el Santo Padre quería invocar a la Virgen como «primera estrella del Concilio; como luz propicia en nuestro camino que se dirige confiado hacia la gran Asamblea ecuménica» (Discurso en el santuario de Loreto, 4 de octubre de 1962).

Benedicto XVI pondrá hoy en el regazo de la Virgen las súplicas de abundantes frutos del Sínodo de los Obispos para la Nueva Evangelización, que se celebrará en el Vaticano del 7 al 28 de octubre, y del Año de la fe, que inaugura el 11 de octubre, el mismo día en el que hace medio siglo comenzaba el Concilio.

Ningún gesto del Papa es fruto del azar, por lo que esta visita a Loreto, a la misma casa que la tradición venera como la misma en la que la Virgen María nació, creció, escuchó el anuncio del Ángel y vio crecer al Hijo de Dios, confirma el deseo de Benedicto XVI, el Papa teólogo, de poner al calor de la Virgen la llama de una fe que ha de quedar reforzada a lo largo de los próximos meses.

Es la segunda vez que Benedicto XVI visita Loreto. En 2007, ante esas mismas paredes que oyeron el Fiat de la Virgen, el Papa recordaba a los jóvenes italianos: «Aquí, en Loreto, nuestro pensamiento va naturalmente a la Casa de Nazaret, que es el santuario de la humildad; la humildad de Dios, que se hizo carne, se hizo pequeño; y la humildad de María, que lo acogió en su seno. La humildad del Creador y la humildad de la criatura». Todo tuvo inicio en la casa de María en Nazaret, y en cierto sentido la historia de cada uno de nosotros pasa a través de aquellas sencillas paredes de mampostería.

Una tradición pertrechada por la piedad

Una antigua tradición refiere que la casa en la que vivió la Virgen en Nazaret fue trasladada por ángeles, primero a Iliria (la actual Croacia), y en la noche del 9 al 10 de diciembre de 1294, tras otras dos escalas transitorias, fue depositada en la espesura de un bosque de árboles de laurel Lauretum, al norte de Italia.

Las investigaciones más recientes apuestan por el traslado en barco de las tres paredes que rodeaban la gruta excavada en la roca, y que arqueológicamente concuerdan y se ensamblan perfectamente con las excavaciones realizadas en Nazaret. Además, otras excavaciones confirman que la Santa Casa de Loreto no tiene cimientos propios; la casa está construida con una parte de piedra, material inexistente en la zona por falta de canteras, y su acabado sigue la técnica de los nabateos, muy desarrollada en Palestina. Pero, a lo largo de los últimos 7 siglos, la devoción popular arraigada en Loreto no ha necesitado confirmaciones científicas que le impidieran encontrar refugio en el hogar de la Virgen.

Cuando hoy el Papa Benedicto XVI llame a la puerta de la Casa de Loreto y pida a la Virgen su asistencia para todos los importantes acontecimientos que se aproximan, la imagen de su antecesor Juan XXIII nos recordará que la nueva evangelización comenzó, precisamente hace 50 años, en aquel Concilio que llenó de nueva esperanza a toda la Iglesia.