De puentes y sumas - Alfa y Omega

De puentes y sumas

Rodrigo Pinedo
Foto: Ignacio Arregui/Infomadrid

Con motivo de la reciente Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa hizo público un precioso mensaje en el que recuerda que la comunicación tiene «el poder de crear puentes, de favorecer el encuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad». E incide en que «estamos llamados a comunicar con todos», particularmente la misericordia «para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino». «En un mundo dividido, fragmentado, polarizado, comunicar con misericordia significa contribuir a la buena, libre y solidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad».

Aunque Francisco nos lanza esta invitación a todos, sus palabras tienen mayor fuerza si cabe para los que nos dedicamos al periodismo y a la comunicación en general: debemos usar los medios para derribar muros, no para crear nuevas trincheras. Es lo que intenta hacer este semanario que tiene usted en sus manos, con reportajes y testimonios que muestran la vida de la Iglesia y, ante todo, pretenden recuperar la mirada de Jesús al mundo para nuestro mundo.

En este número, sin ir más lejos, se habla de san Isidro Labrador, y su mujer, santa María de la Cabeza. Como subrayaba nuestro arzobispo, monseñor Carlos Osoro, en su primera fiesta del santo labriego, es un espejo en el que deberíamos mirarnos. Supo «hacer de su familia una verdadera comunidad cristiana, Iglesia doméstica». Con su trabajo colaboró en «ese desarrollo de la creación al que el Señor nos ha llamado a todos los hombres, buscando siempre que los que vivían a su lado tuviesen y encontrasen que en el trabajo se legitima la dignidad y la imagen que Dios ha hecho de cada uno de nosotros». Y fue «testigo abierto de Jesucristo», el «único Salvador», que convierte «la historia de los hombres en una convivencia de hermanos, en la que todos buscamos el bien de los demás».

Rescatar su historia no es un ejercicio de nostalgia ni una licencia folclórica, ni siquiera un guiño a los gatos; sino una forma de recordar que cualquiera puede ser santo en su casa, en su lugar de trabajo, en sus batallas diarias. Que todos podemos sumar en un mundo de restas y divisiones, contribuyendo así a esa cercanía entre hermanos de la que nos habla el Papa.