Voces disonantes - Alfa y Omega

La mayoría de los expertos coinciden en que el capítulo octavo de la exhortación postsinodal Amoris laetitia del Papa Francisco, sin suponer un cambio en la teología del matrimonio, sí que supone un cambio, y un cambio importante, en el modo de afrontar pastoralmente el discernimiento de las llamadas situaciones familiares «irregulares».

Pero existen voces disonantes. Algunas «echadas al monte» de la crítica al Papa, considerándolo poco ortodoxo, o recurriendo a la ridícula pretensión de que esta exhortación apostólica careciese de valor magisterial. Otras están empeñadas en reinterpretar la exhortación pontificia desde textos normativos de hace décadas. A mí me enseñaron que por la evolución del lenguaje teológico y de la praxis pastoral, es el magisterio de hoy el que marca la actuación de hoy, y el que interpreta el significado para hoy del magisterio anterior.

Proponen sus propias pautas doctrinales para un discernimiento pastoral, como si no fueran pautas doctrinales lo que el Papa propone. Si el Papa propone la lógica de la acogida, por la que la Iglesia debe buscar siempre la integración de los fieles en la plena comunión eclesial, estos mensajes mantienen la lógica de la exclusión, insistiendo en el valor determinante de las situaciones externas y visibles.

Si el Papa propone la lógica del discernimiento de cada situación particular, por la que «ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada irregular viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante», estas voces insisten en que parece muy difícil que quienes viven una segunda unión tengan la certeza moral subjetiva del estado de gracia. Si el Papa propone la lógica de la misericordia para que la Iglesia «siempre se incline a comprender, a acompañar, a esperar, y sobre todo a integrar», estas voces ponen el acento en la obligación de la Iglesia de juzgar a sus fieles.

Reiteran su miedo al escándalo, cuando el verdadero escándalo está en que aún hoy en la Iglesia, demasiadas veces y con demasiada insistencia, muchos se han empeñado y siguen empeñados en mantener la lógica de la condena y la marginación, en lugar de la lógica de la integración y la misericordia. Y el Papa no se ruboriza en confesar que estas dos lógicas contradictorias siempre han estado presentes en la historia de la Iglesia. Tampoco en que la Iglesia no debe renunciar al «bien posible», aunque «corra el riesgo de mancharse con el barro del camino».