Un nuevo equilibrio entre capital y trabajo - Alfa y Omega

Un nuevo equilibrio entre capital y trabajo

La doctrina social de la Iglesia corre el peligro de morir de autocomplacencia. Nadie pone en duda su solvencia doctrinal, pero su incidencia práctica es hoy cuestionable

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Foto: REUTERS/Mukesh Gupta

«Un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios». La cita es de León XIII, que un 5 de mayo como hoy, hace 125 años, publicaba la Rerum novarum, la primera encíclica social. Con la misma claridad a la que nos tiene hoy acostumbrados Francisco, el Papa Pecci denunciaba los desmanes del capitalismo y pedía una regulación justa de los derechos y deberes de trabajadores y empresarios. La encíclica tuvo gran incidencia en las legislaciones occidentales, y para la Iglesia supuso la revisión de cierto repliegue a los cuarteles de invierno. León XIII reafirma que mejorar el mundo es parte integral de la misión evangelizadora. Es cierto que, en el siglo XIX, las congregaciones religiosas habían desarrollado una importante labor social, pero faltaba un pronunciamiento del magisterio acerca de la organización de la economía, la política y la sociedad.

Más que una especie de tercera vía entre el socialismo y el capitalismo, el punto fundamental de la doctrina social es que la Iglesia sale al encuentro del hombre e ilumina, con la luz del Evangelio, las realidades temporales. Así se ha ido desarrollando un rico corpus doctrinal. La paradoja es que, 125 años después de la Rerum novarum, esa doctrina social corre el peligro de morir de éxito, o más bien de autocomplacencia. Nadie pone en duda su solvencia doctrinal y académica, pero su incidencia práctica es más cuestionable. Si a Pío IX lo asediaban las tropas del rey Víctor Manuel, el asedio proviene hoy de las fuerzas del mercado, que se presentan como el único modelo viable. Hace falta hacer visible que existen alternativas. Iniciativas como las empresas de economía social de Cáritas muestran que es posible un nuevo equilibrio entre el capital y el trabajo que pone en el centro la primacía de la dignidad de la persona y se plantea sus objetivos más allá del beneficio inmediato. Ejemplos así deberían estimular a otras muchas empresas, comenzando por las propias organizaciones y empresas pertenecientes a la Iglesia.