La dignidad del trabajo - Alfa y Omega

La situación del trabajo en España es dramática. Más de cuatro millones de personas están paradas y más de un millón y medio de familias tienen a todos sus miembros desempleados. El trabajo precario no solo es mayoritario sino que está en constante aumento. Los ajustes de plantillas y despidos están a la orden del día… Dos trabajadores mueren al día en accidente de trabajo y a uno de cada ocho trabajadores su salario no le permite salir de la pobreza.

Esta realidad atenta contra la propuesta de Dios, en la que el trabajo es una dimensión fundamental de la actividad humana cuyo valor principal reside en la capacidad de hacer más humana a la persona. Su dimensión subjetiva es lo verdaderamente importante. El producto o el servicio y los medios utilizados deben situarse al servicio de la persona. Además, la actividad creadora del ser humano tiene una dimensión social: «con su trabajo, el hombre [y la mujer] ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al continuo progreso de las ciencias y de la técnica y, sobre todo, a la incesante elevación cultural y moral de la sociedad en la que vive en comunidad de hermanos» (Laborem exercens). Hoy esta cuestión esencial para la vida de las personas y de las familias está siendo cuestionada por las situaciones de trabajo indecente y desempleo.

El trabajo como amor

El ser humano se realiza fundamentalmente en el amor, cuando experimenta que ama y es amado. La cualidad de amar da sentido a toda la actividad humana. El trabajo como amor tiene como finalidad la donación a los otros. La capacidad de donarse a los demás es más importante que el trabajo, pero el amor por el ser humano se concreta en la promoción de la justicia (Centesimus annus 58). Así, el trabajo debe servir como medio de acceso a necesidades básicas, debe realizarse en unas condiciones justas, debe construir relaciones de comunión.

El ser humano es un ser inacabado que tiene que hacerse a sí mismo. A este hacerse a sí mismo le llamamos proyecto de humanización, que los creyentes definimos como el proceso mediante el cual nos descubrimos como hijos e hijas de Dios, y decidimos vivir la vida en coherencia con la nueva identidad personal-comunitaria que nos ha sido revelada en Jesucristo. El concepto proyecto de humanización es compartido por muchas personas que no son creyentes pero que están empeñadas en una lucha justa y noble para crear una humanidad nueva, y contribuye a dar respuesta al misterio del ser humano, al sentido de su existencia y a la salvaguarda de su libertad y dignidad.

Nos dice la Iglesia que el hombre «con su acción no solo transforma las cosas y la sociedad, sino, que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende» (Gaudium et spes). También nos lo ha recordado el Papa Francisco: «El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal» (Laudato si). El trabajo, por tanto, actúa como un gran modelador y configurador del ser persona. Es personalista y personalizante, y el criterio que debe cumplir es que permita al hombre y a la mujer, como individuos y como miembros de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su plena vocación.

Trabajo digno para una sociedad decente

La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) está desarrollando, en las distintas diócesis, la campaña Trabajo digno para una sociedad decente para denunciar este sufrimiento que padecen miles de trabajadores y trabajadoras y anunciar una propuesta de humanización basada en los valores evangélicos: acompañar la vida de las personas que sufren desempleo y precariedad; colaborar con un cambio de la mentalidad y de la atmósfera cultural que crea y potencia el sistema económico dominante; colaborar para que las instituciones estén al servicio de las necesidades de las personas y colaborar en la construcción y visibilización de experiencias alternativas en la forma de ser y trabajar. También estamos comprometidos, junto con otras entidades católicas, en la iniciativa Iglesia por el trabajo decente.

Finalmente, para avanzar en ese proyecto de humanización apuntamos como necesario cultivar algunas actitudes personales que nos permitan cuidar de la Creación, desplegar nuestra capacidad de amar y promover la justicia: 1) Siendo un poco pobres para que los otros puedan ser; 2) Vivir el poder revolucionario del sacrificio (Spe salvi); 3) Sustituir el utilitarismo por el amor que engendra justicia: «Te he elegido, no porque vales, sino porque te amo» (Dt. 4 y 7).

En el Año de la Misericordia, en comunión con nuestra Iglesia, servidora de los pobres, «abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. […] Que su grito se vuelva el nuestro y juntos podamos romper la barrera de la indiferencia que suele reinar campante para esconder la hipocresía y el egoísmo». (Misericordiae vultus).

Jesús Fernández Pacheco-Caba
Responsable general de Difusión de la HOAC