Tengo esperanza, luego existo - Alfa y Omega

Tengo esperanza, luego existo

Javier Alonso Sandoica
Foto: John D. & Catherine T. MacArthur Foundation

No sé si el lector de estas líneas sabe quién es Lynsey Addario, quizá hoy no, pero en medio año esta chica se nos va a hacer muy popular, porque Spielberg nos va a contar su vida. Ella ya lo hizo en una autobiografía que le sirvió de bálsamo para interrumpir su carrera vertiginosa de fotógrafa en lugares de mucha ebullición. Lynsey ha estado en Afganistán, Sudán, Irán, Libia, y ha salido indemne después de secuestros y peripecias. Aconsejo pinchar su nombre en Internet y observar detenidamente las fotos que han agitado conciencias, como la de los primeros burkas en tierra de talibanes. Desde que tiene un hijo se nos modera mucho y anda más selectiva. Ella repite el dicho de que nadie es ateo en las trincheras, porque cuando se ve la cabeza de la fiera, o sea, el zumbar de las balas, uno cae en la cuenta de que no está solo.

Tengo especial predilección por gente que en experiencias límite descubre esa miga de pan que todos compartimos. Vamos, que todos llevamos la conciencia de una compañía, que a pesar de la negrura de los padecimientos se impone una extraña alegría de vivir en pleno mediodía, que a pesar del drama que hoy me arranca el alma hay una esperanza que no sé muy bien de dónde nace. En palabras de Lynsey: «Vivimos tiempos particularmente tenebrosos, pero yo tengo fe. A lo largo de los años he fotografiado a gente que ha sobrevivido a los ataques más monstruosos y continúan teniendo esperanza. Si ellos lo han logrado yo también puedo». Nuestra fotógrafa explica de raíz ese adagio popular de que «la esperanza es lo último que se pierde», quizá porque ya estaba ahí desde el origen. Sin esperanza el hombre sería un inmenso agujero negro.

Desde que me he tropezado con Lynsey Addario no hago más que leer artículos y novelas donde asisto a una especie de primogenitura de la esperanza. Es como si a fuerza de poner atención en el cielo nocturno, empezase uno a distinguir todas las estrellas. La esperanza siempre ha estado ahí. En Condenada, novela del inclasificable Chuck Palahniuk, la protagonista de 17 años que ha muerto y habla desde el Infierno, dice que no puede desprenderse de la esperanza, y le pide perdón al diablo, pero es que es superior a sus fuerzas, «tengo esperanza, tengo esperanza luego existo. Gracias a Dios por la esperanza». Hombre, no recomiendo la lectura de sus novelas, pero sí, y mucho, la frase de Palahniuk.