«Conocemos a una mujer con seis hijos, que ha acogido a tres huérfanos de la guerra» - Alfa y Omega

«Conocemos a una mujer con seis hijos, que ha acogido a tres huérfanos de la guerra»

La guerra de Ucrania «ha profundizado el dolor y la miseria, y agudizado muchísimo las diferencias sociales», cuentan desde un barrio periférico de Kiev tres dominicas españolas. Este domingo se celebra la colecta a favor del país

María Martínez López

La guerra de Ucrania está lejos de Kiev, la capital, pero sus ecos llegan hasta esta ciudad. Lo cuentan a Alfa y Omega Antonia Estrada, Mª Jesús Cerro y María Mayo, tres dominicas de la Congregación Santo Domingo. «Todos los días llegan noticias de muertos. En la plaza del Maidán continúan los camiones de enrolamiento, y de vez en cuando se ven pasar por la calle tanques» hacia las regiones de Donetsk y Lugansk, donde desde hace dos años militantes prorrusos se enfrentan al ejército.

Es más, al barrio periférico de Nyvky, donde estas religiosas tienen su Casa de los Niños, han llegado varias familias de desplazados internos que huían de esta misma zona. «Una mujer desplazada, con menos de 40 años, solo tiene cuatro dientes». Algunos niños llegan solos, porque han perdido a sus padres. «Hay una cadena grande de solidaridad hacia ellos. Conocemos a una madre que tiene seis hijos –todos de padres distintos– y encima tiene acogidos a otros tres niños desplazados».

No es que la situación antes del 12 de abril de 2014, cuando estalló la guerra, fuera fácil. «Aquí no hay seguridad social, un universitario jubilado cobra entre 50 y 80 dólares al mes. Pero la guerra ha profundizado el dolor y la miseria, y agudizado muchísimo las diferencias sociales. El coste de la vida ha subido. Cuando llegamos, el cambio estaba a un euro, diez grivnas. Ahora está entre 28 y 29, y ha llegado a estar a 38».

«Quieren al Papa»

Con todo, «la vida cotidiana en Kiev es tranquila. La gente sobrevive gracias a la economía sumergida, no sabes cómo pueden salir adelante. La corrupción es una plaga con la que no se ha conseguido acabar. Las tres hemos estado en África, y ahí hay miseria pero alegre. Lo de aquí, siendo un país muy culto, es pobreza vergonzante. No se atreven a pedir ayuda. Cuando nos llega ropa, si les preguntamos quién la necesita nadie dice nada, pero si la dejamos en una caja en la puerta, desaparece».

Las dominicas creen que la colecta convocada por el Papa para este domingo, en todas las parroquias de Europa, «va a ayudar a la gente» más allá de lo material. La razón es que «mientras en esta zona [centro y oeste del país] la mayoría quiere unirse a Europa, se sienten abandonados por Europa». También piensan que ayudará a suavizar el descontento en el país tras el encuentro del Papa con el patriarca de Moscú, Cirilo, en febrero pasado. «Al Papa le quieren, también los ortodoxos. No les gustó el encuentro con Cirilo, pero les cae bien y muchas veces nos traen él periódico cuando sale él y nos dicen: “Mirad, vuestro Papa ha hecho tal y tal”».

«Hay un deseo de Dios y de valores»

Además de la guerra, estas misioneras creen que desde la revolución de la Plaza de la Independencia (Maidán) han cambiado más cosas en el país. «Se ha despertado el sentido de nación, que antes no había. En 2000 no podías encontrar una tienda que me vendiera una bandera». Ahora abundan, y la conciencia de nación se ha vuelto tan fuerte «que empieza a ser nacionalismo».

No es el único cambio social. «Hay un resurgimiento de los valores humanos, de querer ayudar a los demás, del deseo de Dios y de una familia tradicional… cosas que en Europa se cuestionan. Pero aquí se tiene una visión de Europa diferente, y se reivindican esas cosas después de la experiencia del amor libre del comunismo, que ha dejado atrás muchos abandonos y hogares rotos».

Ellas mismas están comprobando este deseo de algo nuevo en gestos que no tienen nada que ver con las manifestaciones o las reivindicaciones políticas. «Los padres nos agradecen mucho el haber aprendido a expresar sus sentimientos, a abrazar y besar más a sus hijos. Una madre nos contaba que, cuando su hijo le estaba hablando de cómo le queríamos nosotras, ella hizo acopio de valor y le preguntó: “Hijo, ¿y tú a mí me quieres?”. No están acostumbrados a esto».

«No os vayáis»

De estas anécdotas, se desprende que el trabajo de la Casa de los Niños no beneficia solo a los pequeños, sino a toda la familia. Estas religiosas, con la colaboración de algunas servidoras del Evangelio y de la Misericordia de Dios, atienden a unos 200 niños. Son «principalmente de familias numerosas y desestructuradas, y se pasaban mucho tiempo en la calle. Como prevención, hace 10 años se creó un centro de día» donde pudieran pasar tiempo después de clase. «Ya tenemos cuatro monitores que han sido niños que venían aquí. Ahora hemos empezado también con Educación Infantil. Solo les cobramos cinco dólares por todo el curso, salvo que puedan pagar algo más».

Los sábados han puesto en marcha «un grupo de oración con los padres los sábados. Es interconfesional y rezan por sus hijos, por el país. Algunos padres, que eran ateos, han empezado a preguntarse por Dios». En verano, «enviamos a algunos niños de vacaciones a España, porque estamos a solo 100 kilómetros de Chernóbil y todavía se nota la influencia de la radiación».

Hace unos años, «nos planteamos cerrar» por la falta de religiosas jóvenes. «Las hispanoamericanas no soportan estos inviernos, y el idioma es difícil. Pero el obispo nos pidió por favor que no lo hiciéramos, porque «es el único sitio donde van de todas las confesiones»».