Monseñor Osoro: «Intentaré acercar a todos el amor del Señor» - Alfa y Omega

Monseñor Osoro: «Intentaré acercar a todos el amor del Señor»

«Cuando os miro, no veo enemigos, veo hombres y mujeres, imágenes de Dios», les decía monseñor Carlos Osoro a los periodistas, durante su primer encuentro con la prensa en Madrid. Ésa es la misión de la Iglesia: salir a anunciar la buena noticia del Evangelio a todos los hombres, sin excepción, «para aproximar y regalar la presencia de un Dios que naturalmente cuando te encuentras con Él, de verdad te cambia la vida y el corazón». En sus primeras semanas, el nuevo arzobispo mantendrá encuentros con los jóvenes y con los sacerdotes de la diócesis. Con respecto a la pastoral familiar, monseñor Osoro adelantó que consultará a los demás obispos españoles si desean que se mantenga la multitudinaria celebración en Madrid de la Misa de las Familias

Redacción

«Desde que soy obispo, y antes también (porque mi vida ha sido siempre trabajar con los jóvenes, desde mi inicio en el ministerio sacerdotal en Torrelavega», don Carlos Osoro se ha dedicado siempre de forma especial a los jóvenes. Cuando san Juan Pablo II le nombró obispo de Ourense, empezó a convocarles a vigilias mensuales los primeros viernes de mes, costumbre que después ha mantenido en todas las diócesis a las que ha sido enviado. Y lo hará también en Madrid. No en noviembre, porque se interpone la Vigilia de la Almudena, pero previsiblemente sí en diciembre. Será a las 10 de la noche, y el nuevo arzobispo espera a los jóvenes en la catedral, cada uno con su bocadillo. Pero en diciembre se celebra también la Vigilia de la Inmaculada, así que, antes de lanzar la convocatoria, monseñor Osoro hablará con el Delegado de Juventud «para ver cómo se programa todo esto».

La dinámica de la vigilia será la misma que ha seguido don Carlos Osoro en otras diócesis. «Se trata de reunirnos entorno a Nuestro Señor y el misterio de la Eucaristía. Escuchamos su Palabra, yo daré una catequesis, y después de la catequesis habrá los ecos que los jóvenes quieran hacer, y terminaremos dando la bendición con Nuestro Señor. Será algo sencillo que dure una hora más o menos, como lo he hecho siempre. El esquema es el que vengo haciendo siempre, algo muy sencillo».

Encuentros con los sacerdotes

El nuevo arzobispo quiere reunirse también con los sacerdotes de la diócesis lo antes posible, por vicarías o arciprestazgos, para conocerles y «animarles a vivir ese protagonismo de hombres de misión, de anunciar a nuestro Señor», animarles a «ser líderes en este anuncio, y que animen también a todos los laicos para que esto sea posible».

«Yo he dicho varias veces –añadió– que hay hoy una gran enfermedad, la enfermedad de las tres D, y es importante que esa enfermedad nosotros la descubramos y la vivamos. Hay un desdibujamiento». Monseñor Osoro acudió a Julián Marías, que decía que «el ser humano es imagen de Dios». Eso nos lo dice ya el y Antiguo Testamento, pero Jesucristo añade que «Dios es amor. Por tanto, el ser humano es imagen de ese Dios que es amor». Desconocer esto, ese desdibujamiento, «es una enfermedad», porque «cuando uno no sabe qué es en la vida, va mal, camina mal».

La segunda D es el desencanto, la desesperanza, la desilusión, motivadas –es verdad– por muchas situaciones que son reales. Muchos jóvenes no tienen trabajo», por ejemplo. «Esto es un motivo de desencanto, pero es también cuando uno no tiene razones para seguir viviendo».

La tercera D es la desorientación. El ser humano, o vive como un vagabundo, o vive como un peregrino». La diferencia entre ambos es que «el peregrino tiene metas». Por tanto, para sanar de esa enfermedad, es necesario ofrecer «esperanza», comunicar que «nadie sobra en este mundo, que todos nos necesitamos unos a otros, que no podemos hacer una cultura del descarte. La cultura que tenemos que construir es lo que Juan Pablo II llamaba la civilización del amor, o lo que el Papa actual llama la cultura del encuentro, donde nadie sobra, donde todos somos necesarios».

Ése es el anuncio al que don Carlos Osoro va a convocar a todos los sacerdotes de Madrid, que «todo ser humano es imagen de Dios. Hay que hacerlo ver; y sobre tod hacer ver cómo esa imagen tiene vida y se realiza en la historia».

La familia

El nuevo arzobispo de Madrid explicó también que la familia será uno de sus prioridades pastorales. «La familia es un tema que me parece que es esencial», dijo. «Todos nosotros estamos aquí porque hemos tenido dos laderas para existir: padre y madre. Sin esas laderas, ninguno de nosotros estaríamos aquí. Esas laderas son necesarias, y esas laderas nos han dado lo mejor de nuestra vida. Cuando a mí me hablan de la familia, tengo que recordar a mi padre y a mi madre. Eran unos hombres sencillos, pero me han dado lo mejor que tengo en mi vida. A mí eso no me lo han dado (me han dado otras cosas) los lugares donde he estudiado: saber amar, saber querer, saber servir, saber respetar, saber acoger, descubrir que yo era de todos, que no solamente era para unos poquitos o para los que pensaban exactamente igual que yo, sino para todos… Todo eso lo he aprendido en mi casa».

Preguntado si mantendrá o no la multitudinaria celebración de la Misa de la Sagrada Familia que desde 2006 acoge la Plaza de Colón (salvo un año, en que la celebración se trasladó a la Plaza de Lima), monseñor Osoro aclaró que consultará «con los obispos de la Conferencia Episcopal lo que quieren hacer. Eso no es una tarea mía, si quieren continuar haciendo el día de la familia o no. Yo pienso que hay bastantes obispos que quizá desean celebrarlo en sus diócesis. Pero lo consultaré y vamos a ver después de la consulta que yo tenga con ellos próximamente».

Un obispo para todos

Monseñor Osoro dejó también claro que viene a Madrid para ser el obispo de todos, convencido de que, «si se predica bien a Jesucristo», se puede cambiar la vida de mucha gente. «Ése es mi empeño», que el mundo conozca a Jesucristo, y para esto hay que olvidar criterios como «esto se ha hecho así siempre». «Tenemos que ser audaces, creativos, tener objetivos, estilos y métodos que sean evangelizadores, no de la condena».

Cuando Osoro era un joven sacerdote recién ordenado, vivió en Torrelavega con 18 jóvenes salidos del reformatorio. «Yo decía: Señor, ¿qué hago yo con estos? Eran gente muy distinta, muy desestructurada, a veces agresiva. Pensé: Lo único que les puede hacer cambiar es si yo los quiero de verdad, y ven que eso no son sólo palabras, sino que de verdad les quiero y doy la vida por ellos. Y eso cambió la relación. Ésa es una experiencia personal que yo tengo».

De esos 18 jóvenes, «excepto uno, todos han construido su familia, han construido su vida tienen su profesión, su trabajo, sus hijos, una familia extraordinaria… ¿Qué ha cambiado?» Experimentar «el amor de nuestro Señor, que no es egoísta», sino, como dice el Evangelio, «es servicial, no tiene envidia, no se engríe, disculpa, cree, aguanta, espera… Y hay que aguantar, porque el cambio no se hace de la noche a la mañana».

Para poder mantener a esos jóvenes, don Carlos le pidió a su obispo que le permitiera reincorporarse a sus tareas de docencia en un colegio. «Estuve mes y medio o dos meses dando clases», hasta que los profesores me dijeron que ellos se encargaban de enviarme «el dinero para que puedas dar de comer a éstos. Y así sucedió».

Como conclusión, monseñor Osoro se queda con que «esto es lo que cambia la vida, y lo que cambia a las personas; no el machacar a la gente».

Para ello es necesario ver a Dios en cada persona. «Ahora cuando os miro, no veo enemigos, veo hombres y mujeres, imágenes de Dios», dijo a los periodistas. «El hombre, todo hombre sin excepción, es de Dios. Y si salimos por los caminos así, buscaremos los medios oportunos para acercarnos a cada hombre. No para insultar o machacar, sino para aproximar y regalar la presencia de un Dios que naturalmente cuando te encuentras con Él de verdad te cambia la vida, te cambia el corazón, y hace que te cambien hasta las relaciones con los demás», y donde había enemistad, comienza a haber fraternidad, «relaciones de hermano, porque todos somos hijos de Dios».

Para don Carlos Osoro no existen los enemigos, tampoco en la política. «Yo voy a hablar con todos. Yo soy de todos. Diréis: ¿Cómo puede ser? Pues sí puede ser. ¿Por qué no va a poder ser? Yo tengo una adscripción, que es a Jesucristo Nuestro Señor. Y Jesucristo nuestro Señor me adscribe a todos los corazones de todos los hombres. Cada uno después sirve a la sociedad de maneras distintas. Humanamente me gustará más una que otra, pero yo me tengo que dirigir no por lo que me dicta mi manera singular de pensar, sino por lo que me dicta Alguien que es mucho más que yo, más grade que yo, que va mucho más allá que yo mismo. Él no se deja a nadie fuera. Y entra a todos los corazones y por todos los caminos. Yo, adonde me dejen entrar, entraré. Y donde no me dejen, intentaré haré todo lo posible por entrar. Naturalmente, no a la fuerza, sino intentado regalar y acercar el amor del Señor».

Las tentaciones para la Iglesia

El objetivo es llevar a Cristo a todos los rincones de la diócesis, y frente a ello, monseñor Carlos Osoro advirtió sobre la necesidad de evitar una serie de tentaciones. «Puede haber una primera tentación –dijo–, que es endurecer el corazón y quedarse en la letra (esto es así, y ha sido siempre así), y no dejarnos sorprender por Dios, que siempre es una sorpresa».

«Otra tentación es el buenismo. El Papa habla de esto muchas veces. Es como esa persona que tiene una herida, y tú en vez de limpiarla bien y después vendarla, la vendas directamente. La herida sigue, y no arreglas nada. Un buenismo que es tonto, porque no ayudas a la persona a ver de verdad la herida real, por qué le viene, y que hay que limpiarla de verdad».

«Otra tentación –añadió– es en la que querían que cayese nuestro Señor, cuando le dijeron: Tú que tienes tanto poder, convierte esta piedra en pan. Queremos cosas rápidas, que esto suceda en seguida, que este mundo cambie rápidamente. Y no puede ser así».

«Y otra tentación es, ante las dificultades, querer bajarse de la cruz». O lo que es lo mismo: «Sentirme yo propietario y patrón de la Iglesia, cuando la Iglesia es de nuestro Señor, y la guía Él». «Esta mañana –confesó monseñor Osoro a los periodistas–, cuando rezaba, le decía al Señor: Mira, con los tres o cuatro periodistas que me encuentre, haz el favor de poner en mi boca las palabras que tú pondrías, que no busque quedar bien. Al fin y al cabo, si queda mal la Iglesia, la cosa es tuya. Tú eres el dueño, yo soy un mero instrumento que tú has puesto; no precisamente el más inteligente ni el más listo. Pero cuentas conmigo y yo te agradezco esto».

No descuidar la misión ad gentes

Toda esa misión en Madrid debe hacerse sin descuidar la clásica misión ad gentes. «La Iglesia, o es misionera, o no es la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo», dijo monseñor Osoro. «Una Iglesia particular que se encierra en sí misma no es la Iglesia de Jesucristo».

En las diócesis en las que ha servido como obispo don Carlos, hubo siempre una serie de territorios de misión donde se enviaban de manera especial los misioneros y con los que se mantenía una relación especialmente fluida. «Aquí he pedido que me digan dónde están todos los misioneros, que aún exactamente no lo sé», explicó monseñor Osoro.