«Dios es amigo del hombre» - Alfa y Omega

«Dios es amigo del hombre»

Una Iglesia misionera, que lleve a todos los rincones «la ternura de Dios, que es amigo del hombre». Es lo que pide el Papa y quiere para Madrid monseñor Osoro, que ya prepara encuentros con religiosos, sacerdotes y jóvenes de la diócesis. En esta misión, «nos necesitamos todos. Nadie sobra», decía el sábado en su toma de posesión

Ricardo Benjumea
Don Carlos, a su entrada a la catedral

Monseñor Osoro no ha esperado un solo día para empezar a patearse Madrid. El domingo, antes de celebrar Misa en la catedral, pasó la mañana con personas de la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en Aravaca, donde se ha alojado desde su llegada a la diócesis, el 4 de octubre. «Lo paso muy bien con ellos, me cuentan muchas cosas, y ves lo que una persona mayor sufre», contaba al día siguiente.

Por la tarde, le tocó el turno a una comunidad contemplativa, las Oblatas de Cristo Sacerdote. «Estas monjas ofrecen la vida por los sacerdotes, para que seamos santos, y me parecía importante decirles que mi vida y la de todo el presbiterio la ponía en sus manos. Que aquí no hay posibilidades de ser de Pablo, Apolo… No, no. Aquí la única razón de ser es ser de Jesucristo», explicaba don Carlos el lunes, durante un encuentro con la prensa.

Y después, visita al Hogar de Nuestra Señora de los Desamparados, donde las Madres de los Desamparados y San José de la Montaña, «sin recibir ninguna subvención», viven al cuidado de unos 50 niños y jóvenes con discapacidad intelectual o drogodependencias. «Es una preciosidad. Yo disfruté muchísimo hablando con los niños. Son tan espontáneos que da gusto estar con ellos».

Tres comunidades de religiosas. El nuevo arzobispo dejó ya claro en la Misa de toma de posesión que los religiosos serán una prioridad para él, y los convocó a un próximo encuentro. A falta de que se concreten los detalles, monseñor Osoro adelantó el lunes su intención de visitar a comunidades que trabajan víctimas de la droga o la prostitución, «porque me parece que es muy importante el trabajo que realizan». También anunció una visita a la cárcel, y encuentros con los sacerdotes, por Vicarías o arciprestazgos.

Los jóvenes saben ya que tienen una cita con el nuevo obispo cada primer viernes de mes, a las 10 de la noche, en la catedral. Primero, cena de bocadillo, y después, Vigilia. «Se trata de reunirnos en torno a Nuestro Señor y el misterio de la Eucaristía. Escuchamos su Palabra, yo daré una catequesis, y después habrá los ecos que los jóvenes quieran hacer, y terminaremos dando la bendición con Nuestro Señor. Será algo sencillo, de una hora más o menos, como lo he hecho siempre», aclaraba el lunes. No podrá ser en noviembre, porque coincide con la Vigilia de la Almudena, y quizá tampoco en diciembre (hay Vigilia de la Inmaculada), pero es cuestión de tiempo que estas Vigilias empiecen a funcionar de manera regular.

Monseñor Osoro habló también el lunes de la importancia que, para él, tiene la pastoral familiar, «un tema esencial». Preguntado si mantendrá la multitudinaria celebración de la Misa en torno a la fiesta de la Sagrada Familia, aclaró que consultará «con los obispos de la Conferencia Episcopal, si quieren continuar celebrando el Día de la Familia» en Madrid, o «quizá desean celebrarlo en sus diócesis».

Toma de posesión

Tiempo habrá para concretar iniciativas. Ahora es todavía momento de bienvenidas, felicitaciones, primeros contactos…

El sábado, el nuevo arzobispo de Madrid llegaba a La Almudena en un coche de la Nunciatura, unos 15 minutos antes del mediodía, acompañado del nuncio, monseñor Renzo Fratini, y de su predecesor, el cardenal Monteiro de Castro, Penitenciario Mayor emérito de la Santa Sede. El tiempo, casi veraniego, y el repique de campanas enfatizaban el ambiente festivo en el Madrid de los Austrias. La Almudena era una fiesta con el primer relevo episcopal en dos décadas, y por si eso no bastara, miles de personas acudieron de Santander y de las diócesis que ha pastoreado don Carlos Osoro (Orense, Oviedo y Valencia) para arroparlo con su cariño, contagiando su entusiasmo a los madrileños.

En la puerta de la catedral esperaban al nuevo obispo el cardenal Rouco, arzobispo emérito de Madrid, y los tres obispos auxiliares. El Deán le dio allí mismo a besar el Lignum crucis. Monseñor Fratini hizo un breve anuncio a la asamblea, que esperaba dentro del templo: «Os presento al que, desde ahora, presidirá vuestras celebraciones en esta catedral de Santa María la Real de la Almudena». Monseñor Osoro se dirigió a la Capilla del Santísimo, donde se recogió unos momentos en oración antes del comienzo de la Misa.

Concelebraron 72 arzobispos y obispos, cifra digna del Libro Guiness de los Récords. Estaba la práctica totalidad del episcopado español, más algún obispo extranjero, como el de Cienfuegos (Cuba), y los cardenales Rouco, Cañizares (Valencia), Martínez Sistach (Barcelona), Sebastián (emérito de Pamplona-Tudela), Amigo (emérito de Sevilla), Estepa (emérito castrense) y Monteiro. Siete cardenales. Hubo además una nutrida representación de Iglesias y comunidades eclesiales no católicas. Monseñor Osoro tendría para estos invitados en su homilía unas palabras especiales de cercanía, no previstas en el texto entregado previamente a la prensa.

La Misa comenzó con el nuncio sentado en la cátedra del obispo. El cardenal Rouco, en ese momento aún Administrador Apostólico, dio la bienvenida a monseñor Osoro, y recordó, con «gratitud filial». las visitas de san Juan Pablo II y Benedicto XVI a Madrid. «Al nuevo pastor de esta queridísima archidiócesis de Madrid -añadió- no le faltará» el «amparo maternal» de la Virgen de La Almudena, ni le fallarán los fieles de Madrid «cuando les impele a vivir la fidelidad a la comunión de la Iglesia y cuando les impulse y guíe a ser apóstoles y evangelizadores de sus hermanos».

Tras una breve alocución, el nuncio ordenó dar lectura a las Letras Apostólicas que comunicaban el nombramiento pontificio, fechado el 28 de agosto, fiesta de San Agustín. Concluida la lectura, un diácono entregó a monseñor Osoro su nuevo báculo, regalo de la archidiócesis, y don Carlos, ahora sí, tomó posesión de su cátedra. Madrid tenía nuevo arzobispo. La catedral rompió en aplausos.

Palabras y abrazos programáticos

En los primeros bancos, junto a las autoridades (la alcaldesa, doña Ana Botella, y su predecesor don José María Álvarez del Manzano; el Presidente de la Comunidad, don Ignacio González; el ex Presidente del Congreso, don José Bono…), había asiento reservado para los familiares de don Carlos y fieles de sus anteriores diócesis. Ninguno se fue sin poder saludar personalmente a monseñor Osoro, que al término de las dos horas de Misa, a las 2 de la tarde, aún tuvo fuerzas para aguantar otras casi tres horas de pie y sin comer, siempre con una sonrisa en la cara, repartiendo besos y abrazos hasta que se hubo marchado el último de los fieles (práctica habitual en este obispo, que tiene la costumbre de recibir siempre a quien quiere verle).

Muchos madrileños aprovecharon para conocer en persona a don Carlos. Él, por su parte, explicó en la homilía que llegaba a una ciudad que había sentido siempre de algún modo como suya. Familiares del obispo emigraron hace décadas a Madrid, y en Madrid se conocerían sus padres antes de hacerse novios. Madrid les acogió. «Hoy me acogéis a mí como padre, hermano y pastor. Gracias. Que sigamos haciendo de Madrid un lugar de encuentro, de acogida, de promoción de todo ser humano, regalándole la dignidad que Dios ha puesto en cada persona», dijo, lanzando ya desde el primer momento una serie de ideas que sonaron a programáticas.

Don Carlos, en la oración final a la Virgen de la Almudena

Don Carlos Osoro quiere una Iglesia acogedora y en salida, que anuncie «con obras y palabras, como los primeros discípulos: Hemos visto al Señor». Para ello, la Iglesia «escucha a todos los hombres y siente una preocupación especial por quienes están más abandonados y excluidos, por los más pobres, entre los que se encuentran quienes no conocen a Dios», añadió. En esta misión, «nos necesitamos todos. Nadie sobra». Debemos hacer llegar a los demás «la ternura de un Dios que es amigo del hombre, que quiere al hombre, que se da por entero a los hombres sin excepción». Y «lo hemos de hacer con paciencia, sin reproches, siempre con amor, esperanza, alegría y misericordia, saliendo permanentemente a buscar a los hombres, encontrándonos con los hombres en las realidades en las que están viviendo, no en las que nosotros creemos que debieran estar».

Dios es amigo del hombre. La Iglesia es amiga del hombre. Por eso, «no puede aceptar un mundo donde tantos sufren y están privados de lo necesario, pues nos desvela un sistema que no es justo, que es inhumano. Son necesarias transformaciones profundas, y estoy convencido de que la fe y el amor, vividos con la intensidad y la fuerza que viene de Jesucristo, producen una cultura de la justicia, del encuentro y eliminan la exclusión».

Ofrenda a La Almudena

Al término de la Misa, monseñor Carlos Osoro hizo una ofrenda de incienso en el altar de La Almudena, mientras se cantaba el himno que tanto hizo por popularizar el cardenal Rouco (Salve Señora, de tez morena…) Después, el arzobispo leyó la misma oración que san Juan Pablo II pronunció el 15 de junio de 1993, cuando dedicó la iglesia catedral: «Virgen de la Almudena, Madre y Señora nuestra, vengo hasta tu imagen santa para venerarte con filial devoción. En tu honor se construyó esta catedral, para que fuera digna morada tuya y luminoso lugar de encuentro con todos tus hijos. Tú, que estuviste oculta en murallas del viejo Madrid, te manifiestas hoy como Madre de inmensa ternura. Tu nombre de Almudena hace referencia a la fortaleza; danos constancia firme para vivir siempre seguros en la fe de la Iglesia. Mantén vivo y fuerte nuestro amor, para que ningún obstáculo pueda desviarnos del camino de la salvación. Enséñanos a verte siempre Madre, manantial de misericordia, regazo de perdón, abrazo de la esperanza, puerta de la Gloria. Llena con tu presencia maternal la dura soledad de los que sufren. Acoge con amor los deseos de sus hijos. Abre nuestros corazones a la alegría del espíritu. Como excelsa Patrona de Madrid, bendice y protege a quienes pronuncian cada día, con devoto amor, tu nombre santo y el de tu Hijo. Que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén».