Él es musulmán. Su mujer, cristiana, fue martirizada. Su historia conmovió al Papa - Alfa y Omega

Él es musulmán. Su mujer, cristiana, fue martirizada. Su historia conmovió al Papa

Durante la oración del Regina Coeli de este domingo, el Papa ha compartido sus vivencias de la visita de este sábado a la isla de Lesbos para mostrar su cercanía a los refugiados. «Nadie puede llamarse seguidor de Jesús, si no escucha su voz», ha subrayado además Francisco, glosando el Evangelio del domingo. «¡Nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor!»

Redacción
Foto: ANSA

El Papa ha mostrado este domingo su gratitud por las oraciones de los fieles que lo han acompañado a su visita a la isla griega de Lesbos, donde viajó este sábado para llevar a los refugiados y al pueblo griego «la solidaridad de la Iglesia». Después del rezo del Regina Coeli (que en Pascua sustituye al Ángelus), Francisco ha explicado a los miles de fieles que llenaban la plaza de San Pedro cómo vivió este viaje tan especial: «Saludamos cerca de 300 refugiados, uno por uno. Muchos de ellos eran niños. Algunos de ellos –de estos niños– han visto la muerte de los padres y de los compañeros, algunos de ellos muertos ahogados en el mar. ¡He visto tanto dolor!».

Dentro de esta narración, el Santo Padre quiso compartir un caso que le conmovió especialmente: «Un hombre joven, no llega a 40 años. Lo encontré ayer, con sus tres hijos. Él es musulmán y me contó que estaba casado con una muchacha cristiana, se amaban y se respetaban recíprocamente. Pero lamentablemente esta chica fue degollada por los terroristas, porque nos quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y aquel hombre lloraba mucho».

«Nadie puede llamarse seguidor de Jesús, si no escucha su voz»

Durante su alocución, el Papa también ha recordado a las víctimas y las poblaciones afectadas por los terremotos de Ecuador y de Japón, por las que ha pedido oraciones. Unos minutos antes, durante las palabras previas a la oración mariana, el Obispo de Roma ha comentado el pasaje del Evangelio de Juan correspondiente al IV domingo de Pascua, en el que Jesús se presenta como el Buen Pastor y habla de sus ovejas que escuchan su voz y lo siguen.

«Nadie puede llamarse seguidor de Jesús, si no escucha su voz», ha subrayado el Pontífice, y explicó que «la imagen del pastor indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros», y que se realiza y renueva en la Eucaristía. Él es nuestro guía y salvador, y «nuestra vida está plenamente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa, revelados para siempre en el sacrificio de la cruz». «¡Nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor!».

RV / Redacción

Texto completo de las palabras del Papa antes de la oración del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy (Jn 10, 27-30) nos ofrece algunas expresiones pronunciadas por Jesús durante la fiesta de la dedicación del templo de Jerusalén, que se celebraba al final de diciembre. Él se encuentra precisamente en la zona del templo, y quizás aquel espacio sagrado cercado le sugiere la imagen del rebaño del pastor. Jesús se presenta como el Buen Pastor y dice: «Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos» (v. 27-28). Estas palabras nos ayudan a comprender que nadie puede llamarse seguidor de Jesús, si no escucha su voz. Y este «escuchar» no debe ser entendido en manera superficial, sino cautivante, al punto de hacer posible un verdadero conocimiento reciproco, del cual puede nacer una serie generosa, expresada en las palabras «y ellas me siguen» (v. 27). ¡Se trata de una escucha no sólo del oído sino de una escucha del corazón!

Por lo tanto, la imagen del pastor y de las ovejas indica la estrecha relación que Jesús quiere establecer con cada uno de nosotros. Él es nuestra guía, nuestro maestro, nuestro amigo, nuestro modelo, pero sobre todo, es nuestro Salvador. En efecto, la frase siguiente del pasaje evangélico afirma: «Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos» (v. 28). ¿Quién puede hablar así? Solamente Jesús, porque la «mano» de Jesús es una sola cosa con la «mano» del Padre y el Padre es «superior a todos» (v. 29).

Estas palabras nos comunican un sentido de absoluta seguridad y de inmensa ternura. Nuestra vida es plenamente segura en las manos de Jesús y del Padre, que son una sola cosa: un único amor, una única misericordia, revelados para siempre en el sacrificio de la cruz. Para salvar las ovejas perdidas que somos todos nosotros, el Pastor se hizo cordero y se dejó inmolar para tomas sobre él y sacar el pecado del mundo. ¡En este modo Él nos ha donado la vida, pero la vida en abundancia! (cfr. Jn 10, 10). Este misterio se renueva, en una humildad siempre sorprendente, en la Eucaristía. Es allí que las ovejas se reúnen para nutrirse, es allí que se hace una sola cosa, entre ellos y con el Buen Pastor.

Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida está ya salvada de la perdición. Nada y nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada y nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas, prueba arrancarnos la vida eterna en muchos modos. Pero el maligno no puede nada si no somos nosotros a abrirle las puertas de nuestra alma, siguiendo sus adulaciones engañadoras.

La Virgen María ha escuchado y seguido dócilmente la voz del Buen Pastor. Que ella nos ayude a recibir con alegría la invitación de Jesús a transformarnos en sus discípulos, y a vivir siempre en la certeza de ser en las manos paternas de Dios.

Palabras del Papa después del rezo del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Agradezco a cuantos han acompañado con la oración la visita que realicé ayer a la isla de Lesbos, en Grecia. A los prófugos y al pueblo griego les he llevado la solidaridad de la Iglesia. Estaban conmigo el Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda Grecia, como signo de la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor.

Visitamos uno de los campos de refugiados: venían de Irak, de Afganistán, de Siria, del África, de tantos países. Saludamos cerca de 300 prófugos, uno por uno. Los tres: el Patriarca Bartolomé, el arzobispo Jerónimo y yo. Muchos de ellos eran niños. Algunos de ellos –de estos niños– han visto la muerte de los padres y de los compañeros, algunos de ellos muertos ahogados en el mar. ¡He visto tanto dolor! Y quiero contar un caso particular, de un hombre joven, no llega a 40 años. Lo encontré ayer, con sus tres hijos. Él es musulmán y me contó que estaba casado con una muchacha cristiana, se amaban y se respetaban recíprocamente. Pero lamentablemente esta chica fue degollada por los terroristas, porque nos quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y aquel hombre lloraba tanto.

La noche pasada un violento terremoto sacudió Ecuador, causando numerosas víctimas e ingentes daños. Recemos por aquellas poblaciones y también por las de Japón, donde también hubo algunos terremotos en estos días. Que la ayuda de Dios y de los hermanos les de fortaleza y sostén.

Hoy es la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Estamos invitados a rezar por las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. En esta jornada he ordenado esta mañana a once nuevos sacerdotes. Renuevo mi saludo a los nuevos presbíteros, a sus familiares y amigos, e invito a todos los sacerdotes y seminaristas a participar en su Jubileo, los primeros tres días de junio. Y a ustedes jóvenes, chicos y chicas, que están en la plaza: piensen si el Señor no los llama a consagrar la vida a su servicio, ya sea en el sacerdocio que en la vida consagrada.

Saludo en particular a los fieles de Madrid, San Pablo, de Brasil y Varsovia. Así como a los peregrinos de diversas las diócesis italianas y a un grupo de padres de familia impulsores de la terapia intensiva neonatal.

Estoy cerca de tantas familias preocupadas por el problema del trabajo. Pienso en particular en la situación precaria de los trabajadores italianos de los Call Center: deseo que sobre todo prevalezca siempre la dignidad de la persona humana y no los intereses particulares.

A todos les deseo un feliz domingo. Y por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta la vista.