Sepulcros abiertos - Alfa y Omega

La Semana Santa ha sido intensa. Los cristianos árabes ponen su empeño en mostrar, por dentro y por fuera, que no estamos ante unos días más del calendario. La decoración de las calles cambia, las iglesias se engalanan y el silencio se hace notar hasta que las campanas expanden la alegría pascual. Son detalles que se perciben a simple vista aunque uno no comprenda lo que ha pasado, por eso no es extraño que aquí los musulmanes nos feliciten la Pascua. Son conscientes de que algo importante ha ocurrido en nuestras vidas y se alegran por nosotros.

También ha sido intensa debido al trabajo que hacemos al servicio de los refugiados. La Pasión adquiere de golpe el rostro de aquellos a los acompañamos cada día. Ahmad, despojado de su tierra y su familia. Sawsan, flagelada por la muerte de su marido e hijo. Aldar, humillado por un país que no le permite trabajar y le empuja a la miseria. Ghufran, sujeta a la cruz por los clavos del odio y el fanatismo. Nombres concretos, historias reales, pasión viviente que se repite a diario en esta tierra desde hace ya cinco años.

Pero la Semana Santa no termina en viernes. Tampoco nuestra historia termina en la cruz. Las puertas de nuestra escuela están abiertas de par en par y dentro no hay cadáveres sino vida en abundancia. Las heridas de la cruz no desaparecen y nuestros niños cargarán con ellas toda su vida. Pero también llevarán la alegría del Resucitado, del que ha visto salir el sol al final de la noche, del que sabe que el amor siempre vence a la muerte. Por eso si vienes a vernos no nos busques entre los muertos, porque estamos vivos.