Un himno al amor… y a la conciencia - Alfa y Omega

Un himno al amor… y a la conciencia

Un himno al amor. Ferviente. Un canto a la belleza de las familias como son, con sus defectos y límites. Un mapa para los matrimonios jóvenes y no tan jóvenes. Con consejos prácticos. Una llamada a la misericordia con las familias heridas. Y una defensa de la conciencia de los fieles. Todo esto es Amoris laetitia (La alegría del amor). Un documento papal realista, con innovaciones. Que aborda los temas polémicos, pero va más allá de homosexuales y divorciados vueltos a casar

Andrés Beltramo Álvarez
Foto: AFP Photo/Andreas Solaro

Un texto largo, 325 puntos y 267 páginas en su edición oficial en español. Ese es, seguramente, su principal defecto. «No podía ser de otra manera», explicó el cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario del Sínodo de los Obispos. Lo dijo el viernes 8 de abril en la presentación de Amoris laetitia, por su título en latín.

No podía ser de otra manera porque la exhortación apostólica, firmada por Francisco el 19 de marzo, reúne las conclusiones de un largo proceso de debate sobre el rol de la familia en el contexto actual. Proceso que inició allá por febrero de 2014 e incluyó dos asambleas del Sínodo, una en octubre de aquel año y la otra en el mismo mes, pero de 2015. Reuniones marcadas por discusiones intensas, con opiniones divergentes que se manifestaron también en público.

Ambos Sínodos fueron precedidos por amplias consultas. Miles de opiniones sobre los más diversos aspectos llegaron hasta la Secretaría del Sínodo. Y a todo ello se sumó un intenso debate mediático. Por eso era tan alto el interés por la presentación del documento papal.

Un análisis realista

Como era previsible, los grandes medios de comunicación centraron inmediatamente su atención en el capítulo 8 titulado «Acompañar, discernir e integrar la fragilidad», dedicado casi por completo a los divorciados vueltos a casar. Ese tema, junto a la situación de las personas homosexuales, había generado gran morbo entre los comentaristas. Pero el espacio dedicado a esos aspectos en Amoris laetitia es francamente menor.

En realidad, el Papa ha sorprendido proponiendo un análisis realista y a fondo del amor humano. Para ello se reserva 157 páginas, en los capítulos 4 y 5, titulados respectivamente «El amor en el matrimonio» y «El amor que se vuelve fecundo».

Sus reflexiones superan, con creces, las conclusiones de los dos Sínodos. Es más, en el capítulo 4 apenas una cita hace referencia al documento final de ambas asambleas. Como si el Papa se diese cuenta de que los obispos no centraron sus discusiones en las situaciones que realmente importan a los fieles.

«Me sorprende que nada de este bellísimo cuarto capítulo se encuentra en ninguno de los documentos del Sínodo. Pienso que esto revela alguna cosa. La mayor parte de los padres sinodales eran, en su mayoría, célibes. Este es el problema y la razón. Gracias a Dios el Papa Francisco corrigió magníficamente», constató el cardenal arzobispo de Viena, Christoph Schoenborn, durante la presentación en el Vaticano.

Es en esos capítulos (4 y 5) donde se encuentra el centro del mensaje papal. Como buen documento eclesiástico, comienza con una introducción general y sigue con un capítulo 1 totalmente teológico. Antes de profundizar en su verdadera reflexión, Bergoglio propone un mea culpa. Una «saludable autocrítica» sobre la incapacidad mostrada por la Iglesia para anunciar eficazmente al mundo la belleza del mensaje cristiano sobre la familia.

«Tenemos que ser humildes y realistas para reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos», indica. El Papa denuncia desequilibrios, como centrarse demasiado en el «deber de procreación» o una excesiva idealización del matrimonio religioso. Una falta de adecuado acompañamiento a los recién casados o actitudes defensivas, que llevan a gastar energías en atacar al mundo decadente sin una capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad.

Denuncia y esperanza

Esta llamada de atención no niega los problemas de la sociedad actual. El Pontífice deja claro: «Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano». Pero apunta también: «Es verdad que no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia».

Los cardenales Schoenborn y Baldisseri durante la presentación del documento. Foto: CNS

En ese párrafo puede intuirse la propuesta de fondo en todo el escrito: un nuevo equilibrio. Con realismo. Comprendiendo las situaciones de dificultad, aceptando que el amor es capaz de transformar incluso las tragedias más extremas. Por eso no faltan referencias a desafíos como el cambio climático, la pobreza, la inequidad y la injusticia, la trata de personas, la poligamia en algunas sociedades, el individualismo que vulnera las relaciones, la pornografía, la violencia social e intrafamiliar, además de una condena tajante a los abusos sexuales contra menores.

Detrás de cada denuncia, el Papa incluye siempre una visión esperanzadora. Con una mirada puesta especialmente en la vocación de la familia, a la cual dedica el capítulo 3. «El bien de la familia es decisivo para el futuro del mundo y de la Iglesia», subraya. Y no se eluden cuestiones capitales, como el sexo y la educación de los hijos.

Divorciados vueltos a casar

Francisco pide respeto y evitar cualquier discriminación contra los homosexuales, pero considera inaceptable que pretenda equipararse a las uniones entre personas del mismo sexo a los matrimonios. Rechaza la ideología del género, el aborto y la eutanasia. Pero todo con un estilo paternal y caritativo.

De todas las situaciones de fragilidad, en una el Papa demostró mayor preocupación: los divorciados vueltos a casar, que aborda en el capítulo destinado a despertar mayores polémicas, el 8. En él, Francisco da un paso adelante hacia la plena integración de estas personas en la Iglesia. Y, al mismo tiempo, indica en qué errores los clérigos y fieles no pueden caer a la hora de tratar con quienes atraviesan por esas circunstancias.

Francisco, no muy proclive a señalar públicamente cuestiones ya conocidas de la tradición y la doctrina católicas sobre casos extremos, en Amoris laetitia lo hace. Insta a «evitar cualquier interpretación desviada» y rechaza caer en el relativismo y el riesgo de lanzar «mensajes equivocados» que lleven a pensar que «la Iglesia sostiene una doble moral».

Pero no se queda solo en las indicaciones negativas. «Ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada irregular viven en una situación de pecado mortal», afirma el Papa. El camino es el «discernimiento», una reflexión interior que ponga en juego a toda la vida de la persona a la luz de Dios.

De este modo pide el Papa a la Iglesia abordar las situaciones de dificultad. Con una ayuda concreta que, en «ciertos casos», se deduce, podría también extenderse incluso a los sacramentos.

Esta indicación, que leída aisladamente puede identificarse como una puerta abierta a la comunión (y así lo han interpretado la mayoría de los medios), en realidad es el reconocimiento de una práctica llevada a cabo desde hace mucho tiempo, como constató el propio cardenal Schoenborn. Una consideración particular a las circunstancias de cada persona, que no pueden ser encasillados en preceptos generalistas.

Pero el Papa es claro al explicar que no existen «fáciles recetas» ni simples automatismos. No es cierto que, a partir de ahora, cualquier divorciado y vuelto a casar podrá acceder a la comunión así sin más. No bastan la honestidad y la reserva, o la buena voluntad. Porque, entre otras cosas, no es lo mismo quien ha padecido el abandono y por necesidad debe unirse una segunda vez, que quien –con displicencia– ha roto un matrimonio.

Por eso, la exhortación subraya –entre otras cosas– que no puede quedar «la idea de que algún sacerdote puede conceder rápidamente excepciones o se pueden obtener privilegios sacramentales a cambio de favores».

«Sigamos caminando»

Aunque el tema genera acaloradas discusiones, la realidad de los divorciados vueltos a casar aún resulta minoritaria con respecto al total de los fieles católicos. Y eso se refleja en Amoris laetitia. Un documento que, en el fondo, propone un camino de madurez para el cristiano. Por eso, en él, Francisco aboga por recuperar la conciencia personal en la praxis de la Iglesia. Porque solo es posible la salvación desde la libertad. Y esa libertad implica, también, una adhesión sin condicionamientos al mensaje cristiano.

Por eso, con optimismo el Papa concluye su escrito una invitación: «Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido».