Rupturas, una oportunidad - Alfa y Omega

Rupturas, una oportunidad

El 40 % de los divorcios podría evitarse. Por eso, «a los que trabajamos en la pastoral familiar, las rupturas nos duelen», reconoce María Álvarez de las Asturias, Defensora del Vínculo en el Tribunal Eclesiástico de Madrid, directora del Instituto Coincidir y coordinadora en Madrid de los cursos Aprendamos a amar. Sobre las carpetas de su mesa en el tribunal, un Crucifijo da luz a esta entrevista…

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Si no prevenimos las causas que llevan al fracaso de tantos matrimonios, entonces no arreglamos nada

Durante el Sínodo de la Familia se sugirió la posibilidad de «hacer más accesibles y ágiles» los procesos de nulidad, eliminando la doble sentencia. ¿Se garantizaría así un proceso justo?
La necesidad de la doble sentencia conforme es una garantía ante un posible error procesal o de fondo de un tribunal. En realidad, es una garantía de que la Iglesia se toma muy en serio el matrimonio. Así, cuando uno recibe una sentencia a favor o en contra de la nulidad, puede tener la tranquilidad de que se ha hecho bien el proceso. Creo que, antes de eliminar la doble sentencia conforme, habría que mejorar el proceso que ya tenemos. El proceso actual es bueno, lo que nos faltan son medios: personas formadas y con una dedicación más amplia. Así, los plazos de las sentencias se acortarían mucho; somos conscientes de que es muy importante que las sentencias sean rápidas, pero sin perder de vista la verdad. Sin perder de vista la verdad, queremos que esta verdad se encuentre lo antes posible. El proceso que ahora tenemos es bueno; lo que no siempre se hace es aplicarlo bien. Con los medios y el personal necesarios, se acortarían los plazos.

¿Qué papel tienen los tribunales en la pastoral familiar?
Un aspecto bueno del Sínodo es que, por fin, se habla de tribunales de la Iglesia a la hora de abordar la pastoral familiar, porque somos una herramienta a la que no se saca todo el rendimiento que podemos dar. Los que trabajamos en los tribunales podemos ayudar mucho en la prevención de las dificultades matrimoniales, en el acompañamiento de los esposos en las crisis, en la formación de seminaristas y sacerdotes, y en definitiva en que el proceso de nulidad sea un proceso de sanación. Para eso, debe haber una comunicación muy fluida entre los Centros de Orientación Familiar (COF), los tribunales eclesiásticos, los Delegados de Pastoral Familiar, los Delegados de Infancia y Juventud… Lo que pedimos es una perspectiva de familia en la pastoral de las diócesis, algo que hoy no existe.

Los tribunales eclesiásticos están en contacto directo con matrimonios en crisis. ¿Se está haciendo bien la preparación al Matrimonio?
Rotundamente, no. Si sólo damos respuesta a las situaciones de crisis, si no prevenimos las causas que llevan al fracaso de tantos matrimonios, la solución es claramente insuficiente. Para preguntarnos: ¿Qué está fallando en la preparación al matrimonio?, es bueno acudir a los motivos de ruptura que se manifiestan en los procesos de nulidad. Los tribunales son una valiosa fuente de datos, porque nosotros vemos qué está funcionando mal. Eso hay que trasladarlo a los responsables de la formación y acompañamiento de jóvenes y de matrimonios, para que se refuerce aquello que no tienen claro los novios que se casan, y que luego los lleva al fracaso matrimonial.

¿Qué está fallando?
Están aumentando las causas de incapacidad para el matrimonio: hay problemas afectivos muy grandes y problemas en las relaciones sexuales. También aparece la exclusión de las propiedades y elementos esenciales del matrimonio: unidad, indisolubilidad, apertura a la vida, sacramentalidad. Todo esto se puede prevenir con unos buenos cursos de formación afectivo-sexual, en los que se explique el mundo de los afectos y de las emociones, cuál es el plan de Dios sobre el amor humano, y cómo ese plan tiene su fundamento en la naturaleza del hombre y no en una imposición de la Iglesia. La indisolubilidad, la fidelidad y la fecundidad dejan de verse como un lastre, para ser apreciados como un don.

Esta preparación ¿se puede hacer en un cursillo de fin de semana?
¡Claro que no! Hay mucho por mejorar, y no podemos resignarnos. Creo que una buena preparación para los novios es hacer un curso de afectividad y sexualidad, y buscar un buen sacerdote que les explique bien qué es el sacramento del Matrimonio.

Tenemos por delante todo un año sinodal. ¿Qué podemos hacer?
Primero, rezar mucho; y agradecer al Espíritu Santo este soplo que ha puesto a la pastoral familiar en el centro de la preocupación de la Iglesia. Hay que agradecer al Papa Francisco que nos saque de la comodidad del Así lo hemos hecho toda la vida… Podemos mejorar, ver qué tenemos que cambiar. Hagamos examen de conciencia sobre lo que estamos haciendo mal, y qué podemos hacer mejor. Nos hace falta un tono más positivo, y poner a funcionar todo lo que ya tenemos, que es mucho.

La pastoral familiar, el Sínodo…, ¿es cosa sólo de obispos y sacerdotes? ¿Qué pueden hacer las familias? ¿En qué podemos ayudar?
Los matrimonios cristianos podemos ayudar, sencillamente, viviendo nuestro matrimonio muy felices, de forma plena, y contarlo, para que los demás, al vernos, piensen: Mira cómo se quieren. ¿Qué tienen ellos que hace que su relación sea especial? Pues: Ven y te lo cuento… Eso pasa. Conocer la belleza del amor humano te lleva inmediatamente al Creador de la belleza y del amor. Porque responde a la necesidad que tenemos en el corazón -creyentes y no creyentes- de amar y ser amados. Es necesario ver gente que lo vive, y transmitir un mensaje de esperanza: el matrimonio sacramental, indisoluble, fiel, fecundo… no es algo ideal. ¡Es posible!, y se vive con la ayuda de Dios. Y, si en ese camino hay dificultades, ahí está la Iglesia para ayudaros.

Un estudio reciente de Heritage Foundation señala que hasta un 40 % de los divorcios podría evitarse, con una mayor prevención, un período previo de discernimiento y actividades de formación. ¿Cree que hay matrimonios que podrían no haberse roto, si hubieran conocido las herramientas que da la Iglesia?
Muchos. En orientación familiar, se usan herramientas de la mediación no para llegar a la ruptura, sino para solucionar las dificultades. Aquí, el reto es que las parejas pidan ayuda antes de que se vean desbordadas por los problemas. Muchos matrimonios vienen a orientación cuando las cosas están tal mal que, por el desgaste, no se sienten capaces de trabajar para superar su crisis. Hay que contar que estos recursos los ofrece la Iglesia, y ponerlos cerca de los fieles. Y no basta sólo con la buena voluntad de un voluntario: necesitamos personas formadas, porque lo que nos estamos jugando es muy importante para la vida de las personas.

¿Es necesaria la fe para casarse?

La cuestión es: ¿De qué «fe» se trata? Monseñor Giuseppe Sciacca, Secretario adjunto del Tribunal de la Signatura Apostólica, señaló recientemente, en la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad San Dámaso, que «la falta de fe puede hacer difícil una sana comprensión del matrimonio»; y monseñor Paglia declaraba hace poco a Alfa y Omega que no se trata tanto de saberse el Credo o el Padrenuestro, sino de la adhesión a la unidad, indisolubilidad, sacramentalidad y apertura a los hijos. La cuestión está encima de la mesa: antes del Sínodo, el cardenal Müller avanzaba, en La esperanza de la familia (BAC), que está «en fase de estudio» en la Congregación para la Doctrina de la Fe la posibilidad de «exigir a los contrayentes una fe más explícita».

En las Jornadas de Delegados de Pastoral Familiar, María Lacalle pidió que, «si hay un porcentaje tan alto de matrimonios nulos, deberíamos hacer algo para que no se celebren, pues luego viene la ruptura y mucho dolor, también en los hijos», e insistió en «preparar el matrimonio desde la Iniciación cristiana, acompañando la niñez y el noviazgo»; una idea que defiende el cardenal Sebastián: «Las charlas antes de la boda son mejor que nada, pero es casi nada. Así no se recompone la dimensión religiosa de los alejados de la Iglesia. El problema no está en la preparación inmediata, sino en la Iniciación cristiana: los chicos salen de las catequesis de Comunión y de Confirmación sin una auténtica experiencia de conversión. Hay que evangelizar a niños y jóvenes».