El Papa a los matrimonios: «La familia es un camino de santidad» - Alfa y Omega

El Papa a los matrimonios: «La familia es un camino de santidad»

Nada de quedarse en polémicas mediáticas. Lo importante de Amoris laetitia, como recuerda el propio Papa, es recordar que la familia «es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico, un medio para la unión íntima con Dios». Por eso, se dirige a los esposos para darles consejos concretos para vivir su día a día: tener paciencia, rezar en familia, abrirse a los pobres…

José Antonio Méndez

Más allá de toda polémica o casuística concreta, el Papa Francisco ha lanzado en Amoris laetitia (la alegría del amor) un desafío a todas las familias del mundo para comprender la propuesta cristiana sobre la vida familiar como un camino de santidad, perfeccionamiento mutuo y felicidad personal.

Como explica al comienzo de la Exhortación, el Papa quiere que la propuesta de la Iglesia para los esposos los «estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia», apoyándose de forma constante en «la acción de la gracia» y en «la ayuda del Espíritu Santo».

Camino de santificación en el día a día

«Una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico, un medio para la unión íntima con Dios. Porque las exigencias fraternas y comunitarias de la vida en familia son una ocasión para abrir más y más el corazón, y eso hace posible un encuentro con el Señor cada vez más pleno», explica el Papa.

Los esposos, signos de la cercanía de Dios

Un encuentro con el Señor que se da a diario en todas las relaciones familiares y, sobre todo, en la pareja que conforma el matrimonio: «Cada mañana, al levantarse, se vuelve a tomar ante Dios la decisión de fidelidad, pase lo que pase a lo largo de la jornada. Y cada uno, cuando va a dormir, espera levantarse para continuar esta aventura, confiando en la ayuda del Señor. Así, cada cónyuge es para el otro signo e instrumento de la cercanía del Señor, que no nos deja solos: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20)». «Quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día», llega a decir el Papa a propósito de la fidelidad conyugal.

Dios en las preocupaciones familiares

Por eso, «las preocupaciones familiares no deben ser algo ajeno» al estilo de vida espiritual propio del matrimonio y de la familia, sino que «la Trinidad está presente en el templo de la comunión matrimonial: así como habita en las alabanzas de su pueblo (Sal 22, 4), vive íntimamente en el amor conyugal que le da gloria». E insiste: «La presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías, e intentos cotidianos (…) La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos».

Cristo: un antídoto contra las rupturas

En el texto, el Papa recuerda que «si la familia logra concentrarse en Cristo, Él unifica e ilumina toda la vida familiar. Los dolores y las angustias se experimentan en comunión con la cruz del Señor, y el abrazo con Él permite sobrellevar los peores momentos». Tanto, que incluso «en los días amargos de la familia hay una unión con Jesús abandonado que puede evitar una ruptura».

Y si con Cristo, las penas en la familia son menos penas, también las alegrías son más alegres: «Los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección».

Unos minutos de oración en familia cada día

Para que esta espiritualidad no se quede en un mero objetivo, el Papa propone que la familia cuide los momentos de oración en común. «La oración en familia –dice– es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta fe pascal. Se pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el Señor vivo, decirle las cosas que nos preocupan, rogar por las necesidades familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil, pedirle ayuda para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre. Con palabras sencillas, ese momento de oración puede hacer muchísimo bien a la familia».

Espiritualidad del cuidado, del consuelo, del estímulo

Para los matrimonios, el Papa propone una «espiritualidad del consuelo, del cuidado y del estímulo». En «toda la vida de la familia», cada uno es como «un labrador que trabaja en esa tierra fresca que son sus seres amados, estimulando lo mejor de ellos. La fecundidad matrimonial implica promover, porque “amar a un ser es esperar de él algo indefinible e imprevisible; y es, al mismo tiempo, proporcionarle de alguna manera el medio de responder a esta esperanza”. Esto es un culto a Dios, porque es Él quien sembró muchas cosas buenas en los demás esperando que las hagamos crecer», dice el Papa, citando al filósofo Gabriel Marcel.

Apertura a los pobres

Eso sí, siguiendo su constante invitación a vivir como «Iglesia en salida», también las «iglesias domésticas» están llamadas a abrir sus puertas. La riqueza de la vida espiritual en la familia no debe ser un tesoro cerrado en las paredes de la casa, sólo para el núcleo familiar, sino estar abierta a los demás, empezando por los pobres: «Bajo el impulso del Espíritu, el núcleo familiar no sólo acoge la vida generándola en su propio seno, sino que se abre, sale de sí para derramar su bien en otros, para cuidarlos y buscar su felicidad». «Cuando la familia acoge y sale hacia los demás, especialmente hacia los pobres y abandonados, es “símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la Iglesia”», explica Francisco con palabras de Juan Pablo II en la Familiaris Consortio (uno de los documentos más citados por el Papa en Amoris laetitia).

13 consejos a las familias

Además, el Papa aporta claves muy concretas para la vida en la familia. De hecho, dedica buena parte de un capítulo de su exhortación, el cuarto, a proponer 13 consejos, bajo el significativo epígrafe de «Nuestro amor cotidiano»: tener paciencia; vivir con una actitud de servicio; sanar la envidia, «una tristeza por el bien ajeno que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás»; no «hacer alarde ni agrandarse», es decir, no dedicarse a «exigirles y a controlarlos (al resto de miembros de la familia)» porque «en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil»; ser amables; vivir el desprendimiento; renunciar a todo signo de «violencia interior»; pedir y conceder el perdón; alegrarse con los demás; ser capaz de disculpar todo, porque «el amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado»; apostar y abonar la confianza que «reconoce la luz encendida por Dios» en mitad de la oscuridad del día a día; mantener la esperanza; y «soportar todo», es decir, «cultivar la fuerza del amor, que permite luchar contra el mal» con la ayuda de la gracia de Dios.