La Iglesia es el pueblo de la vida - Alfa y Omega

La Iglesia es el pueblo de la vida

Hay muchos campos para el voluntariado, pero la ayuda a embarazadas en situación de vulnerabilidad debe ser prioritario

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El movimiento provida llegó hace décadas a la acertada conclusión de que debía evitar contraponer la vida del niño por nacer a los derechos de la mujer. En infinidad de ocasiones, la mujer es abocada al aborto por falta de alternativas o por presiones laborales, familiares, de pareja… El derecho al aborto camufla así la más cruel indiferencia hacia la mujer por parte de una sociedad que se lava las manos y la abandona a su suerte, convirtiéndola en la única responsable de su situación.

La Iglesia y diversas entidades cívicas de inspiración católica en Europa y en América han asumido el liderazgo –a veces en solitario– en la batalla por el derecho a la vida desde la concepción. Esta lucha, para ser creíble, implica no solo la denuncia de leyes injustas, sino también la ayuda activa a las embarazadas en situación de vulnerabilidad. En un ambiente cultural fuertemente contaminado de ideologías, son especialmente necesarios esos gestos concretos de humanidad. Perdida la conciencia del valor de la vida, hoy toca volver a construir desde los cimientos, mediante un testimonio coherente y constante de cercanía a esas mujeres, incluso a las que han sucumbido a la tentación de abortar.

Lo que empezó siendo ayuda para pañales, se ha ido convirtiendo en muchos casos en una auténtica red, en la que convergen las Cáritas, los grupos de oración parroquiales, los centros de orientación familiar diocesanos (COF)… Junto a un ejército de voluntarios y grupos de oración –columna vertebral de todo el engranaje–, se ha ido avanzando hacia una mayor profesionalización en la atención. Se necesitan desde expertos en inserción laboral a personal cualificado en temas de extranjería o detección de víctimas de redes de trata.

Es cierto que no todas las diócesis avanzan al mismo ritmo. La implicación del obispo es necesaria para facilitar la coordinación. Simultáneamente se requiere la implicación de las parroquias. De cuantas más, mejor. Hay muchos campos para el voluntariado, pero este debe ser prioritario, siquiera porque, si no lo asumen los católicos, nadie más lo hará.