El Evangelio rompe los esquemas del mundo - Alfa y Omega

El Evangelio rompe los esquemas del mundo

Flirteó con el marxismo, tuvo varios amantes, se divorció, abortó y fue madre soltera. Dorothy Day, en proceso de canonización, pasó del feminismo radical, a defender, desde la Iglesia, a los más vulnerables, incluidos los no nacidos. Benedicto XVI destacó su «capacidad de oponerse a las lisonjas ideológicas, para elegir la búsqueda de la verdad»

María Martínez López
La Sierva de Dios Dorothy Day, con un grupo de niñas

Nacida en una familia protestante y no practicante en 1897, la Sierva de Dios Dorothy Day abandonó la universidad para defender causas candentes en la época: la revolución social, el sufragio femenino y el amor libre. La atraía con fuerza el marxismo, y en su autobiografía narró cómo «quería ir con los manifestantes, ir a prisión, escribir, influir en los demás y dejar mi sueño al mundo. ¡Cuánta ambición y cuánta búsqueda de mí misma había en todo esto!».

El resultado: varias relaciones y un matrimonio rotos, un aborto y un intento de suicidio. Pero algo le ocurrió, y esta misma mujer está hoy en proceso de canonización. Benedicto XVI habló de ella, en su última catequesis sobre la Cuaresma, y la puso como ejemplo por su «capacidad de oponerse a las lisonjas ideológicas de su tiempo, para elegir la búsqueda de la verdad y abrirse al descubrimiento de la fe». El camino hacia la fe «en un ambiente tan secularizado -continuaba Benedicto XVI- era particularmente difícil, pero la Gracia actúa igual».

Comenzó a interesarle el catolicismo, la religión, tanto de unas compañeras de piso que tuvo -y cuya fe la había impresionado-, como de la mayoría de los pobres por los que luchaba. Su búsqueda se aceleró tras el nacimiento, en 1926 -fuera del matrimonio-, de su hija, a la que decidió bautizar. La consideraba un signo de que Dios perdonaba su anterior aborto. Un año después, ella misma fue admitida en la Iglesia.

La conversión, lejos de acabar con sus inquietudes sociales, las iluminó y les dio plenitud. «Dios -concluía el Papa- la condujo a una adhesión consciente a la Iglesia, a una vida dedicada a los desheredados». En plena Gran Depresión, fundó el Movimiento Católico Obrero, y dedicó toda su vida a ayudar a los pobres, a través de los 75 centros que se crearon durante su vida. Fue editora de un periódico obrero, y muy crítica -hasta el punto de ser detenida en varias manifestaciones- con la guerra y la injusticia social. También criticó duramente la liberalización del aborto en Estados Unidos. Murió en 1980, después de pasar sus últimos meses en uno de sus hogares para pobres.

Su figura ha entusiasmado a los dos últimos arzobispos de Nueva York, donde pasó gran parte de su vida. El cardenal John O´Connor obtuvo de la Santa Sede el nihil obstat para la apertura de su Causa de canonización. Estaba convencido de que era santa: no «una santa de estampa, sino una hija actual y devota de la Iglesia, una hija que rehuía el engrandecimiento personal y deseaba que su obra y la obra de los que trabajaban a su lado a favor de los pobres fuera el distintivo de su vida».

El cardenal Timothy Dolan, actual arzobispo de Nueva York, pidió a la última Asamblea Plenaria de su Conferencia Episcopal el apoyo a la Causa. Su unánime avalaba a una mujer pacifista, defensora de los trabajadores; pero también del no nacido y del principio de subsidiariedad. Dorothy Day no encaja en ninguna de las categorías políticas con las que se divide a los católicos. Así, puede ser un puente, entre ellos, y con el mundo. El cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington, subrayó durante la Plenaria que, «de toda la gente a la que tenemos que tender la mano, toda la gente a la que es difícil llegar -la gente de la calle, los que toman drogas, las que han abortado…-, ella era una de ellos. ¡Qué tremenda oportunidad de decirles que no sólo puedes volver a la sociedad, no sólo puedes volver a la Iglesia; puedes ser santo!».