Monseñor Osoro: «La misericordia es el eje para la reforma de la Iglesia» - Alfa y Omega

Monseñor Osoro: «La misericordia es el eje para la reforma de la Iglesia»

Monseñor Osoro, Antonio Spadaro y el superior de los claretianos inauguran en Madrid la 45 Semana Nacional de la Vida Consagrada, apelando a una vivencia más auténtica de la fe porque «los preceptos que dio Jesús a sus discípulos fueron poquísimos»

José Antonio Méndez

Más de 800 religiosos se han dado cita este jueves en la inauguración de la 45 Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada, que el Instituto Teológico de Vida Religiosa (ITVR), regido por los claretianos, celebra en la archidiócesis de Madrid.

Bajo el lema «La vida consagrada con entrañas de misericordia», el encuentro contó con las intervenciones inaugurales de monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, del jesuita italiano Antonio Spadaro, director de La Civilittà Cattolica, así como con las aportaciones del superior de la familia claretiana y presidente del ITVR, el indio Mathew Vathamattan; la nueva presidenta de Confer, María del Rosario Ríos; el decano de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Comillas, Gonzalo Tejerina, y el director del ITVR, Carlos Martínez Oliveras. Además, también asistieron como parte del público el obispo electo de Mondoñedo-Ferrol y ex presidente de Confer, Luis Ángel de las Heras, y el obispo de Tarazona monseñor Eusebio Hernández Sola, agustino recoleto y miembro de la Comisión para la Vida Consagrada de la CEE.

Escaparates de la misericordia de Dios

Durante su intervención, monseñor Carlos Osoro recordó que «son las vidas y las obras las que manifiestan la vida del Señor, y en pocos sitios como en la vida consagrada hay tantas realidades que expresen la misericordia del Señor». «Vosotros sois verdaderos escaparates de la vida del Señor, aun con todas las dificultades y limitaciones», dijo dirigiéndose a los asistentes.

El arzobispo matritense recordó a los religiosos la necesidad de vivir «la espiritualidad del encuentro con Jesucristo» para poder después ejercer «la misericordia de Dios como eje de la vida de la Iglesia», a través de las distintas obras a las que se dedican los religiosos y religiosas. «Para nosotros es esencial el encuentro o reencuentro con Jesucristo, que supone una especie de rescate que el Papa define de forma muy bella: liberación de la conciencia aislada y liberación de la autorreferencialidad», afirmó.

Criterio de reforma eclesial

El vicepresidente de la Conferencia Episcopal señaló también que «la misericordia es un criterio de reforma eclesial», cuyo «potencial reformador es preciso incorporar a nuestras comunidades». Y apoyó su afirmación en una cita de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que en opinión del prelado matritense «tiene una grandísima actualidad»: «Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios “son poquísimos”. Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación “para no hacer pesada la vida a los fieles” y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando “la misericordia de Dios quiso que fuera libre”. Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad. Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos», dijo monseñor Osoro utilizando literalmente las palabras del Papa.

«La misericordia es el eje fundamental para la reforma de la Iglesia. Tenemos que tener el lenguaje directo de la ternura de Dios. La renovación de la comunidad cristiana tiene que tener este eje fundamental: la misericordia, que no es la virtud de los débiles, sino que denota fortaleza de ánimo y verdadera apertura al otro», concluyó monseñor Osoro.

El reto del envejecimiento

El Superior general de los claretianos y presidente del Instituto de Teología de la Vida Religiosa, el sacerdote indio Mathew Vathamattan, apuntó uno de los problemas que más inquietan a la práctica totalidad de las órdenes, congregaciones e institutos de vida apostólica: el del envejecimiento de sus miembros y la falta de relevo generacional. «Estamos llamados a ser un rostro misericordioso en un mundo herido e hiriente, ser un bálsamo que libere la misericordia de Jesús. Miramos al futuro con esperanza, pero teniendo en cuenta el envejecimiento de nuestros miembros y el cierre de muchas de nuestras comunidades, ¿cuál es el futuro? ¿Qué palabra de esperanza podemos ofrecer?», se preguntó.

«La Iglesia gana cuando pierde materialmente»

Ante esta realidad, propuso «un cambio de paradigma en la forma de pensar» sobre cómo actúa el Espíritu Santo, para empezar a valorar «el poder de la impotencia». «Nos descorazonamos porque a menudo nuestros institutos no tienen miembros jóvenes como para estar a la altura de nuestras instituciones», afirmó, algo que no es sino caer en «la mundanidad espiritual a la que tantas veces se ha referido el Papa». Porque «la vara de medir el éxito mundano no se puede usar para la paradoja del misterio pascual» y «la Iglesia gana mucho espiritualmente cuando pierde materialmente», afirmó.

La interculturalidad es «voluntad de Dios»

El superior de los claretianos apostó por aceptar la interculturalidad dentro de las distintas comunidades, no como algo impuesto por las exigencias demográficas, sino como un signo de la voluntad de Dios: «El rostro demográfico de los institutos de la vida consagrada es cada vez más multiétnico y multicultural, con cada vez más rasgos asiáticos y africanos. Vivirlo no como una mera táctica de supervivencia» sino una oportunidad para vivir la comunión, «el trabajo en red y en misión compartida».

Misericordia contra la «ideología religiosa»

Las referencias al Papa Francisco, el primer pontífice religioso en siglos, fueron constantes. Aunque sin duda el que más presente hizo la figura del Santo Padre fue el jesuita Antonio Spadaro, que trazó un retrato de Francisco como «el Papa de la misericordia».

«El Papa Francisco no es solamente un Papa que realiza actos, sino también un Papa que abre procesos. El Papa quiere evitar toda forma de lectura ideológica», afirmó Spadaro. Y puso como ejemplo que «cuando se habla de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar –más allá de las diferentes posturas– el Papa quiere evitar que se piense la comunión como “una condecoración”, como dijo en una entrevista con Valentina Alarzaki. Lo que interesa positivamente al Papa es la integración de los divorciados que se han vuelto a casar en la vida de la comunidad cristiana», aclaró el director de La Civiltà Cattolica.

«No excluye a la justicia»

Al explicar a los religiosos el sentido profundo que el Pontífice quiere dar al Jubileo de la Misericordia, Spadaro recordó que la misericordia de Dios no es contraria a su justicia, ni tampoco una excusa para «hacer borrón y cuenta nueva», sino que se trata de una «llamada a la conversión», que no excluye a quienes ya han profesado sus votos religiosos. «Actualmente –indicó Spadaro– parece que solamente los viejos marxistas pueden andar de acuerdo con los católicos rigoristas, unidos en la sospecha de que misericordia sea un sustituto de justicia. En efecto, el pensamiento ideológico prescinde del rostro porque es un pensamiento único y unívoco. La ideología es rígida. El rostro es de carne, suave como la carne. El rostro solamente es rígido en la muerte, el rigor mortis… La Iglesia no puede tener un rostro de muerta. La misericordia, por tanto, es el núcleo que impide que la fe se transforme en una ideología entre tantas, una ideología religiosa, pero siempre una ideología», alertó.

Una nueva etapa en la evangelización

Y concluyó animando a los religiosos a comprender y vivir el Jubileo de la Misericordia como «una nueva etapa de la evangelización de siempre, que sin embargo impone un cambio de paradigma, en el sentido de que no parte de la deducción de un nivel abstracto e ideal de enseñanzas, sino desde abajo, de la historia, de la experiencia del pueblo de Dios que se halla en camino en la historia. A veces por caminos abiertos y bien asfaltados, otras por sendas accidentadas». En todo caso, «la certeza es que el Padre “nos envía a su Hijo para que camine con nosotros”», sentenció.