Francisco calibra Europa - Alfa y Omega

Los horrendos atentados yihadistas en Bruselas han planteado de nuevo, dramáticamente, la cuestión europea. ¿Qué es Europa; cuáles son su vocación y su grandeza; cómo puede salir de la confusión que la bloquea y cómo puede afrontar unos desafíos que parecen desbordarla? Recientemente el Papa Francisco ha reflexionado en voz alta sobre estas cuestiones en una conversación con un grupo de intelectuales franceses, que ha sido transcrita por la revista La Vie. El primer Papa llegado de la América austral no duda en afirmar algo políticamente incorrecto: «Europa es el único continente que puede llevar cierta unidad al mundo… el único que tiene una vocación de universalidad y servicio». Pero como tantos han observado, este momento histórico encuentra a nuestro continente cansado, y ya circula la imagen de una especie de anciana estéril que debería dejar paso a otros espacios mucho más pujantes.

Francisco, sin embargo, dijo a sus interlocutores franceses que «esta anciana cansada puede volver a ser una joven madre… a condición de que recupere sus raíces culturales». Y a continuación lanzó una advertencia de cuya gravedad debería tomar nota el actual liderazgo político e intelectual europeo: «Olvidando su historia, Europa se debilita, y así corre el riesgo de convertirse en un espacio vacío». Y me pregunto, ¿no es esa la crónica de nuestros últimos cincuenta años?

Hay un momento polémico cuando se plantea en la conversación la posibilidad de que Europa esté experimentando una suerte de invasión, palabra que al Papa no parece asustar demasiado. Por el contrario, recuerda que a lo largo de los siglos Europa ha conocido numerosas invasiones, pero «siempre ha sabido superarse a sí misma, ir hacia delante para recuperarse luego engrandecida por el intercambio entre culturas». Ha sido el nudo formado por los hilos de Atenas, Roma y Jerusalén, el que ha permitido ese dinamismo que hoy parece oxidado. En la conversación hay un último punto muy sugerente, una especie de desafío que Francisco lanza a sus invitados, al decirles que «Francia debería ser más laica». Imagino los ojos de alguno saliéndose de las órbitas. «Hace falta una laicidad sana, que incluya la apertura a todas las tradiciones religiosas y filosóficas». Y es que Francia, pero también el resto de la Europa occidental, tiende a identificar hoy a las religiones con una subcultura. «Aún no habéis llegado a superar esta herencia», dijo Francisco.

Voilà la question.