87.600 horas sin parar adorando a Jesús Eucaristía en Sevilla - Alfa y Omega

87.600 horas sin parar adorando a Jesús Eucaristía en Sevilla

Desde hace diez años, más de 800 adoradores hacen turnos las 24 horas del día y los 365 días del año para adorar al Santísimo en una capilla junto al Ayuntamiento. El arzobispo y el obispo auxiliar van cada semana a confesar

Pablo F. Enríquez Amador
Foto: Arzobispado de Sevilla

Sevilla cuenta en su centro neurálgico con un Corazón que late las 24 horas del día. La capilla de San Onofre, ubicada junto al Ayuntamiento de la capital andaluza, acoge desde hace diez años a la Adoración Eucarística Perpetua, una asociación de fieles que hace posible que el Santísimo sea adorado sin interrupción los 365 días del año. O lo que es lo mismo, más de 87.600 horas de adoración sin descanso desde 2006.

Lo que comenzó siendo una iniciativa familiar con nombres y apellidos –los de José Manuel Sánchez de la O y María Teresa Robles Día– es hoy una hermosa realidad que ha calado entre los fieles. Da igual la hora, si hace frío o calor, si es jornada festiva o laborable, San Onofre nunca cierra. Y esto es posible gracias al compromiso de los adoradores, hombres y mujeres que hacen turnos para que el Señor esté siempre acompañado. Son ellos los que han convertido San Onofre en un punto de encuentro con Dios y con uno mismo, con la colaboración de varios sacerdotes que celebran la Eucaristía o atienden el confesionario. Entre estos últimos se encuentran el propio arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, y el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, puntuales a sus citas semanales con el sacramento de la Reconciliación.

Referentes en Madrid y Cancelada

En una década, la Adoración Eucarística Perpetua se ha consolidado en la archidiócesis. No partía de cero. Las experiencias de adoración en Madrid y Cancelada (Málaga) llevaron a los promotores de Sevilla a aventurarse en un proyecto que precisaba el compromiso firme de un grupo que hiciera posible los relevos en la capilla.

El matrimonio Sánchez Robles lo tuvo muy claro. Pidieron consejo al entonces arzobispo, el cardenal Amigo, que dio el plácet a una iniciativa entusiasta. Con el aval episcopal en la mano tocaba poner en marcha la idea, y tuvieron para ello el asesoramiento del padre Justo Lofeudo, misionero de la Eucaristía e iniciador de los centros de adoración de Madrid y Cancelada. Fue él quien planteó la dotación mínima necesaria para que la Adoración Eucarística Perpetua fuera una realidad consolidada. Además, la impronta mariana determinaría esta iniciativa desde sus comienzos. No es casual que los primeros encuentros preparatorios se celebraran en la Capilla Real, a las plantas de la patrona de la ciudad y de la archidiócesis, la Virgen de los Reyes.

Varios adoradores rezan ante el Santísimo en la capilla sevillana de San Onofre. Foto: Arzobispado de Sevilla

Más de 800 adoradores

Pero hacía falta una capilla, y se pusieron sobre la mesa tres opciones: Santa María de Jesús, en la Puerta de Jerez; la Capilla de las Aguas y la citada de San Onofre. Las tres contaban con una ubicación privilegiada, de fácil acceso, y unas dimensiones que favorecían el clima de oración y recogimiento. San Onofre fue la elegida y la experiencia de estos diez años confirma el acierto.

El comienzo oficial de la dedicación de San Onofre a la adoración eucarística fue el 30 de noviembre de 2005, festividad de Cristo Rey. Desde entonces, los adoradores hacen turnos de una hora a la semana, agrupados en cuatro grupos con un coordinador al frente. La labor propagandística del padre Lofeudo por los templos sevillanos dio sus frutos, y hasta 800 personas respondieron a las primeras convocatorias que se hicieron en la parroquia del Sagrario.

Testimonios de conversión

José Gutiérrez Mora, custodio de la Adoración Perpetua en Sevilla, recuerda los cambios que se han producido en el grupo de adoradores, una evolución que no supone merma en el número, «aunque sí se concreta en un aumento de la calidad». Mora ha llevado a su familia el sentido de la adoración, con el consiguiente crecimiento espiritual y la profundización del misterio de la Eucaristía. El sacerdote custodio destaca también el variado perfil de los adoradores, con una presencia llamativa de jóvenes y parejas, cuyos testimonios nunca dejan indiferente. «En una ocasión me dirigí a uno de esos jóvenes y le pregunté qué le había atraído hasta la capilla. Me dijo –recuerda– que venía a San Onofre buscándose a sí mismo, el sentido de su vida, pero que aquí había encontrado algo más importante. Había encontrado al Señor».