Eugenio Sanz: «Nuestro párroco recibió un mensaje diciendo: “dentro de 5 días vas a morir”» - Alfa y Omega

Eugenio Sanz: «Nuestro párroco recibió un mensaje diciendo: “dentro de 5 días vas a morir”»

Eugenio Sanz vive en medio de la jungla, en una casa de barro entre las gentes de la tribu Mandi: minoritaria, perseguida y cristiana. El hermano Marista habla del aumento del extremismo islámico en el país, donde los obispos y sacerdotes son amenazados de muerte

Ayuda a la Iglesia Necesitada

Eugenio Sanz llegó a Bangladés hace 8 años y medio «con una mano delante y otra detrás, y la maleta de 20 kilos que te permiten las aerolíneas», dispuesto a fundar la primera comunidad de hermanos Maristas en el país. Este religioso, original de Talavera de la Reina, había estado antes en Ruanda y en el Congo, cuando aún se llamaba Zaire. «Pero la misión aquí es diferente, pues vivimos como minoría dentro de un país musulmán y hemos tenido que aprender hasta un alfabeto nuevo». Todo un reto que se vive con alegría desde el Evangelio.

El hermano Eugenio ha visitado recientemente la oficina de Ayuda a la Iglesia Necesitada que ha ayudado a los Maristas a construir una casa pastoral donde vivir y hacer mejor su misión. El religioso comparte habitualmente en su blog Diario de un misionero el día a día de la misión. Charla con nosotros sobre los diversos problemas que atraviesa el país —el más densamente poblado del mundo y uno de los más pobres de Asia— y la situación de la Iglesia allí.

¿Cuántos cristianos hay en Bangladés?
Unos 300.000 en un país de 150 millones, somos apenas el 0,2 %. Pero nuestra presencia es mucho más significativa que el porcentaje. Como pasa en otros países, nuestras instituciones escolares tienen mucho prestigio. Los alumnos en su mayoría son musulmanes pero saben que van a recibir una educación buena. Igual pasa con los dispensarios, los centros de salud, etc. a cargo de la Iglesia. Se calcula que la ayuda social de la Iglesia alcanza a un 20 % de la población.

¿Quiénes forman la comunidad cristiana?
Los cristianos de Bangladés se engloban en cuatro grupos según su procedencia. Por un lado están los «cristianos viejos», que proceden de familias que abrazaron el cristianismo en el siglo XVI, con la llegada de los portugueses, los primeros colonos europeos. Esta comunidad nunca creció, es una parte de la Iglesia muy conservadora que no ha ido a más.

Luego hay un grupo de cristianos que proceden de conversos de finales del s. XIX, que son fundamentalmente hindúes de casta baja, que entraron en la Iglesia por ciertos intereses ya que la Iglesia era la única institución que les proveía de una educación, de mejorar sus vidas. Un tercer grupo son los tribales, gente nativa de las zonas rurales del interior donde está creciendo el cristianismo. Se están haciendo un sitio.

Y luego hay un cuarto grupo que nadie sabe cuántos son y dónde están, que son musulmanes convertidos al cristianismo pero que no lo manifiestan ni en su familia porque podrían ser marginados y apartados acusados de apóstatas. A veces los sacerdotes les visitan secretamente, amigos míos me cuentan casos cercanos de musulmanes conversos.

¿Hay persecución contra los cristianos?
Desde hace unos meses para acá se está detectando un aumento del radicalismo islámico y se han dado casos de atentados yihadistas. Algunos han sido reivindicados por el Estado Islámico aunque el gobierno lo niega. Hay muchos indicios de que el Estado Islámico ha entrado en Bangladés y está creciendo. Es algo inaudito porque Bangladés es un país muy tolerante.

Ha habido recientemente atentados contra templos hindúes y mezquitas chiitas. Ha habido asesinatos selectivos de personas extranjeras y están dándose amenazas de muertes contra obispos y sacerdotes. Nuestro párroco recibió hace unos meses un SMS diciendo que «dentro de cinco días vas a morir». Han recibido mensajes de amenaza de muerte unos 35 sacerdotes y tres obispos. Se ha denunciado y las autoridades están protegiéndoles. Nosotros no hemos tenido problemas hasta ahora. La amenaza ha bajado actualmente, pero ha habido momentos críticos. Por ejemplo, la embajada de España suspendió la celebración del Día Nacional, el pasado 12 de octubre.

¿Cómo está afectando en el país la crisis de refugiados que está tan presente en la actualidad informativa?
El principal problema es por los rohinyás, etnia musulmana original de Birmania, que están siendo expulsados por los extremistas budistas de este país vecino. Les echan al mar, literalmente. En Bangladés los están recibiendo, en la frontera hay campos de refugiados. Es una lástima que figuras como la Premio Nobel de la Paz Su Kyi no hayan denunciado nada de lo que está pasando con los musulmanes en Birmania.

Luego está el tema de los bangladesíes que se van fuera. El país está tan superpoblado que muchos se marchan. Hay gente formada que se va a Inglaterra o Australia, muchos tienen familia de varias generaciones viviendo allí. Luego está la mano de obra no cualificada, hay millones que emigran a Indonesia, Malasia y los países del Golfo. Incluso van hasta Libia. Viven en muy malas condiciones, van por acuerdos entre gobiernos, pero viven hacinados en habitaciones pequeñas. Solo dejan ir a los hombres, no les permiten reunirse con sus familiares. Son discriminados.

Los cristianos viejos se están yendo del país por la falta de perspectivas. Están bien situados. Hace ya varias generaciones emigraron a Inglaterra, América y Australia, encontraron un empleo y poco a poco la familia va emigrando fuera. Estos se están yendo del país también por presión social, porque saben que siendo cristianos, por mucho que quieran, no van a poder llegar muy lejos en la sociedad.

¿Qué dice la Iglesia sobre las condiciones de trabajo en la industria textil —una de las más importantes del mundo—?
La Iglesia en Bangladés está intentando hacer cosas para mejorar esta situación, pero no todo lo que se debería hacer. Tanto los obispos como el clero son un poco miedosos, e incluso faltos de sensibilidad social. Hay personas también dentro de la Iglesia muy concienciadas, muy críticas, que tratan de cambiar esta situación, sobre todo en el ámbito de Cáritas Bangladés. Pero tampoco la Iglesia en sí tiene mucho poder dentro de la sociedad, puesto que los cristianos son una minoría. Sin duda, hay que hacer más. Es lamentable conocer casos como el de hace unos años cuando se desplomó un edificio que alojaba varios talleres de costura y murieron unas 2.000 personas aplastadas. Estaban en condiciones pésimas, sin derechos y cobrando miserias. Algunas multinacionales de la industria de la ropa están haciendo esfuerzos por convicción o por presión mediática, pero no son suficientes. Hay casos de estos cada semana, pero no se cuentan.

¿Qué te está aportando la misión en Bangladés?
En Congo y Ruanda, a pesar de las situaciones de pobreza, estábamos en un medio cristiano. Aquí estamos en la absoluta minoría. El cristiano más cercano está a 10 kilómetros de donde vivimos. Estamos aprendiendo a cómo ser uno mismo, cómo dar testimonio de tu fe, siendo valientes en un ambiente contrario. Y luego me aporta la experiencia de conocer las situaciones de las plantaciones de té, que es totalmente conmovedor las condiciones en las que viven. Aquí estamos en salida, caminando juntos, comiendo con la gente en sus casas. Es una experiencia de acercamiento, de convivencia y diálogo para acercar la fe cristiana dentro de una cultura distinta.

¿Qué hace un talaverano, que ha nacido a las orillas del Tajo, en las lejanas tierras del delta del río Ganges?
Siguiendo mi vocación como hermano Marista, fui enviado a Bangladés junto a otros hermanos para establecer una comunidad nueva. En un primer momento estábamos abiertos a servir en aquello que la Iglesia y las personas necesitasen, aunque nuestro principal carisma es la educación de los niños. Finalmente nos hemos establecido en una zona rural, el nordeste del país, perteneciente a la diócesis de Sylhet. El principal proyecto que estamos llevando a cabo es poner en marcha un colegio de secundaria con internado. «Es lo que los maristas mejor sabéis hacer y aquí necesitamos mucho mejorar la educación», nos dijo el obispo de la diócesis monseñor Bejoy Nicephorus D’Cruze, y eso estamos intentando hacer.

¿Por qué os establecisteis en este sitio en concreto?
Estamos en una aldea pequeña, cuyo nombre es Giasnogor cerca de Moulovibazar. Hemos querido quedarnos aquí junto a la gente que está más necesitada. En esta zona abundan los campos de té en los que viven miles de personas, trabajadores, en condiciones de extrema miseria. La paga que reciben al día es de 70 céntimos de euro, unos 69 takas (la moneda nacional) por recoger 23 kilos de hoja de té. Trabajan entre 10 a 12 horas, en teoría libran solo los domingos, a veces ni eso. Las plantaciones son un mundo paralelo que se rige por sus propias leyes. Allí se hace la voluntad de los dueños y los «manager» o encargados del campo, que son señores de los trabajadores y sus posesiones. Los recolectores viven en casas miserables, hechas de barro con cuatro palos y un tejado de palma. Una sola habitación, con un camastro y a lo mejor una silla. Es algo indigno que nadie merece por el hecho de ser persona.

¿Quiénes son los dueños de estas plantaciones?
Hay tres tipos de dueños. Las mejores plantaciones, que llaman Sterling, son fundamentalmente de grande multinacionales de Gran Bretaña, como James Finlay o Duncan Brothers. Luego hay dueños estatales, importantes políticos y gente rica del país que viven en la capital. Por último hay dueños locales, terratenientes de la zona.

Pero los que mandan sobre el terreno son los managers, que tienen un poder absoluto. A lo mejor tienen veinte criados, hasta uno para que le ate los zapatos. Son ellos los que deciden hasta quién está enfermo y quién no. Uno de nuestros vecinos vino a pedirnos ayuda porque su mujer, que trabajaba en la plantación, estaba enferma y el manager no le daba permiso para ir al hospital. Nosotros hablamos con el manager y finalmente nos dejó llevarla al hospital. La mujer fue diagnosticada con un cáncer.

¿Cuáles son los otros proyectos que estáis desarrollando en Bangladés?
Además del colegio de secundaria con internado, también hacemos seguimiento de las escuelas primarias —que dependen de la parroquia—. Hay muchas, pero están muy desatendidas. En nuestra parroquia son 37. También tenemos en marcha un programa de alimentación, la desnutrición aquí es muy grande, la gente sólo come arroz con verduras. Ofrecemos un servicio religioso, apoyando a los sacerdotes de la parroquia que no dan abasto. Cada presbítero tiene 95 capillas a su cargo, y eso que los cristianos somos poquísimos. Y por último, acabamos de construir la casa pastoral, donde vivimos. Esto nos permite estar cerca de la gente y hacer mejor nuestra misión. La casa fue financiada con 47.000 € por Ayuda a la Iglesia Necesitada, actualmente vivimos tres hermanos maristas allí.

¿Algún mensaje para los benefactores de Ayuda a la Iglesia Necesitada?
Por supuesto, lo primero que tengo que decir es Dhonnobad —Gracias, en bengalí—. Quiero que sepan que el dinero donado no es un gasto que han hecho, sino una inversión. Están siendo autores de una labor para sacar al hombre del círculo de la indignidad. De tantos jóvenes que si no tuviesen una escuela, su único futuro sería quedarse enterrados en una plantación de té. Sin esperanza, sin ninguna expectativa. Es una inversión en humanidad. Doy las gracias y pido que recen por nosotros.