El Papa condena el «abominable atentado que ensangrentó la Pascua» en Lahore - Alfa y Omega

El Papa condena el «abominable atentado que ensangrentó la Pascua» en Lahore

«Deseo manifestar mi cercanía a todos aquellos que han sido golpeados por este vil e insensato crimen e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas y sus seres queridos», dijo el Papa tras el rezo del Regina Coeli

Redacción

El Papa Francisco ha condenado este lunes el «vil e insensato crimen» en la ciudad paquistaní de Lahore y ha pedido orar para que «se detengan las manos de los violentos que siembran terror y muerte, y en el mundo pueda reinar el amor, la justicia y la reconciliación», tras el rezo del Regina Coeli.

Asomado a la ventana del palacio apostólico ante una plaza de San Pedro rodeada de fuertes medidas de seguridad, Francisco recordó el «abominable atentado que ensangrentó la Pascua» el pasado domingo y que causó más de 70 muertos, sobre todo mujeres y niños, la mayoría de ellos «familias de la minoría cristiana concentradas en un parque para celebrar la Semana Santa».

«Deseo manifestar mi cercanía a todos aquellos que han sido golpeados por este vil e insensato crimen e invito a rezar al Señor por las numerosas víctimas y sus seres queridos», dijo.

Después realizó un llamamiento para que las autoridades civiles y todos los miembros de la sociedad paquistaní «realicen el esfuerzo para dar seguridad y serenidad a la población y, sobre todo, a las minorías religiosas más vulnerables».

«Reitero de nuevo que la violencia y el odio homicida conducen sólo al dolor y a la destrucción. El respeto y la fraternidad son la única vía para alcanzar la paz», agregó.

El rezo del Regina Coeli en San Pedro se celebró como el resto de ceremonias de esta Semana Santa bajo fuertes medidas de seguridad y en esta ocasión los fieles fueron controlados por agentes de Policía y Carabineros italianos.

Efe / Redacción

Palabras del Papa antes del Regina Coeli

«En este Lunes después de Pascua, llamado “Lunes del Ángel” nuestros corazones están aún llenos de la alegría pascual. Después del tiempo cuaresmal, tiempo de penitencia y de conversión, que la Iglesia ha vivido con particular intensidad en este Año Santo de la Misericordia; después de las sugestivas celebraciones del Triduo Santo, nos detenemos también hoy ante la tumba vacía de Jesús y meditamos con estupor y gratitud el gran misterio de la resurrección del Señor.

La vida ha vencido la muerte. ¡La misericordia y el amor han vencido sobre el pecado! Se necesita fe y esperanza para abrirse a este nuevo y maravilloso horizonte. Y nosotros sabemos que la fe y la esperanza son un don de Dios y debemos pedirlo: “¡Señor, dame, dame, danos la fe, dame, danos la esperanza! ¡La necesitamos tanto! Dejémonos invadir por las emociones que resuenan en la secuencia pascual: ‘¡Sí que es cierto: Cristo ha resucitado!”. ¡El Señor ha resucitado entre nosotros! Esta verdad marcó de forma indeleble la vida de los Apóstoles que, después de la resurrección, sintieron de nuevo la necesidad de seguir a su Maestro y, tras recibir al Espíritu Santo, fueron sin miedo a anunciar a todos lo que habían visto con sus ojos y que habían experimentado  personalmente.

¡En este Año jubilar estamos llamados a redescubrir y a  acoger con especial intensidad el consolador anuncio de la resurrección: “¡Cristo, mi esperanza ha resucitado!”, “¡Cristo, mi esperanza ha resucitado!”. Si Cristo ha resucitado, podemos mirar con ojos y corazón nuevos todo evento de nuestra vida, también los más negativos.

Los momentos de oscuridad, de fracaso y también de pecado pueden transformase y anunciar un camino nuevo. Cuando hemos tocado el fondo de nuestra miseria y de nuestra debilidad, Cristo resucitado nos da la fuerza para volvernos a levantar. ¡Si nos encomendamos a Él, su gracia nos salva! El Señor Crucificado y resucitado es la revelación plena de la misericordia, presente y activa en la historia. He aquí el mensaje pascual, que resuena aún hoy y que resonará durante todo el tiempo de Pentecostés.

María fue testigo silenciosa de los eventos de la pasión y de la resurrección de Jesús. Ella estuvo de pie al lado de la cruz, no se dobló ante el dolor, sino que su fe la fortaleció. En su corazón desgarrado de madre permaneció siempre encendida la llama de la esperanza. Pidámosle a Ella que nos ayude también a nosotros a acoger en plenitud el anuncio pascual de la resurrección, para encarnarlo en lo concreto de nuestra vida cotidiana.

Que la Virgen María nos done la certeza de fe, para que cada paso sufrido de nuestro camino, iluminado por la luz de la Pascua, sea bendición y alegría para nosotros y para los demás, en especial para los que sufren a causa del egoísmo  y de la indiferencia.

Invoquémosla, pues, con fe y devoción, con el Regina Coeli, la oración que sustituye el Ángelus durante todo el tiempo pascual».

Traducción del italiano: Cecilia de Malak / RV