Vía crucis entre rejas - Alfa y Omega

Vía crucis entre rejas

Un grupo de internos de Soto del Real (Madrid) acompaña a Jesús en su Pasión y Muerte. «Ese camino con Jesús hacia la cruz –explica el capellán– comienza cuando uno pierde este don tan precioso que es la libertad y termina cada noche en la litera del chavolo»

Ricardo Benjumea
Paulino Alonso (izquierda), durante la visita a Soto del Real de monseñor Osoro, el 6 de junio de 2015. Foto: Infomadrid

«El caso es, Jesús, que no sé por qué lo hice, pero ya está, no se puede volver atrás». Así arranca el vía crucis de un grupo de presos que meditan sobre la Pasión y Muerte de Jesús.

«Al terminar las celebraciones de la Semana Santa del año pasado en Soto del Real, en las que participan unos 350 internos, tres de ellos me proponen hacer un vía crucis para rezarlo y meditarlo el Viernes Santo de 2016», cuenta el capellán, Paulino Alonso. «Comienzo a madurar la propuesta y llego a la conclusión de que sería muy bueno recorrer el camino del Calvario con Jesús, no desde textos que otros han hecho, sino desde la propia realidad que ellos están viviendo, para que no sean meros espectadores», y lo asuman como «un camino que puede conducir a la Vida si lo hacen suyo».

«Después del verano –añade el sacerdote– empezamos a trabajar y, con la ayuda de diversos textos, ellos van elaborando la primera parte de cada estación, para concluir cada una de ellas con lo que ellos están viviendo en estos momentos. Ese camino con Jesús hacia la cruz comienza cuando uno pierde este don tan precioso que es la libertad y termina cada noche con la decimocuarta estación tumbado en la litera del chavolo contemplando por la ventana y entre los barrotes las estrellas que radiantes en el cielo hablan de la añorada libertad».

Ha sido un largo proceso. «Son varios los meses de reflexión, oración y trabajo hasta llegar a mediados de febrero, cuando ve la luz este vía crucis titulado Hay que romper muchas cadenas para poder ser libre de verdad».

El texto concluye con el anuncio de que Cristo «transforma en vergeles los desiertos de nuestra existencia». Y de que, «en el aire fresco de primavera, vibra la tierra por el germen de la vida sembrado en ella. Ha llegado el momento de nacer a la vida nueva e inmortal de Jesús resucitado».

El texto íntegro del vía crucis está disponible en Vía crucis desde la cárcel

«Miradas que no juzgan»

Segunda estación: Jesús cargando con la cruz. «Tú con aquella pesada cruz, yo en el furgón, a oscuras con mis pensamientos».

Vienen luego los «cacheos, huellas, fotografías, gente desfilando ante mí. Algunos me miran, otros toman nota, y me dan ganas de gritar. Todo igual que Tú como cuando caíste. Tú caído bajo el peso de la cruz, yo caído bajo el peso de mi soledad y angustia. Bajo el peso de mis errores».

En la cuarta estación, Jesús se encuentra con su Madre. Un preso recibe a la suya en su primera comunicación. «Permanecimos unos momentos en silencio, mirándonos, y cuántas cosas nos dijimos con los ojos. Pero no puedo olvidar entre todas una: “Te quiero, hijo mío”».

La quinta estación –Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz– suscita un amargo examen de conciencia: «Jesús, yo no te hubiera ayudado, porque prefiero pasar por uno de tantos y que nadie note que soy discípulo tuyo». El Cireneo es encarnado por los voluntarios que acuden a visitar la prisión. De nuevo, la atención se centra en la mirada, en esas «miradas de amor, miradas que no juzgan, miradas que comprenden y ayudan desinteresadamente, como a ti el Cirineo, a llevar la cruz de la indiferencia de los demás, de la soledad».

La cruz de la JMJ entra en Soto del Real el 29 de diciembre de 2009. Foto: Miguel Hernández Santos / Archimadrid

Las recaídas

La Verónica, «una mujer valiente», limpia el rostro de Jesús. Ese gesto se actualiza con «la solidaridad de los compañeros» de prisión. «Ahora entiendo, Jesús, el calor y el alivio que sentirías cuando notaste en tu rostro cansado el pañuelo limpio y fresco de aquella mujer… Hoy he aprendido los que es la solidaridad en la cárcel, la solidaridad de los que estamos aquí, la solidaridad de los que piensan que las penas compartidas pesan menos».

Jesús cae de nuevo en la séptima estación. La escena no necesita mucha explicación para quien experimenta su propia debilidad en el pecado. «La verdad, Señor, que no sé por qué lo he hecho. Estaba en el patio y alguien chocó contra mí y se ha armado el follón. Quizás hoy me he levantado de mal humor, o quizás hoy estoy en tensión… El caso es que ahora estoy solo en el chavolo, caído como tú, Jesús; caído, sí, pero dispuesto a levantarme para reanudar la jornada».

La familia es muy importante para seguir adelante. «Tumbado en mi litera, mi recuerdo ha volado a través de las rejas, Señor, hasta mi hogar, hasta mis padres, mi mujer, mis hijos… Tengo que seguir viviendo por ellos. Consuélales tú, Jesús, como a las mujeres que lloraban por ti». Es la octava estación.

En la novena, Jesús vuelve a caer. «Un día más en la prisión. Las mismas cosas, las mismas caras…». «Hoy te quiero pedir fuerzas para que, aunque sean muchas las caídas, siempre pueda levantarme».

El juicio y la sentencia

El Hijo del hombre es despojado de sus vestiduras. Así se siente en un día lluvioso un preso a quien se le ha vuelto a cambiar de módulo.

En la undécima estación, Jesús es clavado en la cruz. Para el preso la escena recuerda a la celebración del juicio. «Por fin, Jesús, llegó el momento. Cuántas veces deseé que pasase, y ya ves, hoy me hubiera gustado que no. ¿Por qué los hombres tememos tanto al futuro? Hoy se ha celebrado el juicio, mi juicio, y ahora a esperar sentencia. Hoy me siento clavado en la cruz contigo. Ahora, a esperar».

Nueva estación. Muere Jesús. «Hoy se ha dictado sentencia».

En el chavolo

Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de María. Decimotercera estación. «Tu Madre te ofrece al Padre, mientras besa y llora tus heridas. Yo también quiero llorar mis pecados».

Y entonces, «no sé por qué», el recluso recuerda «a los compañeros de la enfermería» y sus «noches en vela». «¿Habrá alguien junto a ellos? ¿Encontrarán una mano amiga a la que aferrarse en ese momento de sufrimiento?» «Si no la tienen, préstales la tuya, Madre».

El vía crucis llega a su fin. «Jesús es sepultado. Todo calla a su alrededor», lee el celebrante junto a este ruego: «Mientras espero con María la mañana de la resurrección, hazme valorar lo que la realidad de la redención que Tú has conseguido con tu muerte tiene que suponer en mi vida».

Llega, para el preso, el final del día. «Al caer la noche me encuentro en el chavolo después de un largo día. Este es mi sepulcro particular, oscuro y pequeño como el tuyo, Jesús. Yo también espero en silencio mi libertad, como tú esperaste tres días la Resurrección». Que mi experiencia de dolor sirva para dar fruto».

Hacia la gran fiesta de la Pascua

Estamos en Semana Santa y un año más nuestros hermanos privados de libertad van a caminar con Jesús hacia la gran fiesta de la Pascua. El Jueves Santo contemplarán a Jesús lavándoles los pies y partiendo y repartiendo con ellos su Cuerpo y su Sangre. El Viernes Santo, con este vía crucis, recorrerán su propio camino hacia la cruz para que, iluminados por la luz de la resurrección y lavados con el agua bendecida, puedan comenzar el Domingo de Resurrección a vislumbrar una vida distinta, una vida en libertad.

Así surgió este vía crucis entre rejas, con la esperanza de que Jesús Resucitado pueda romper un día las cadenas que aprisionan su libertad.

Paulino Alonso
Capellán de Soto del Real