El Papa pide en la audiencia una «condena unánime» del terrorismo - Alfa y Omega

El Papa pide en la audiencia una «condena unánime» del terrorismo

Durante la audiencia general de este miércoles, el Papa ha pedido «a todas las personas de buena voluntad que se unan en la unánime condena» de los «crueles actos abominables» del martes en Bruselas, y que se unan en la oración por las víctimas y por la conversión de los terroristas. Durante la catequesis, explicó que «la Semana Santa es una gran historia de amor que no conoce obstáculos»

Redacción

El Papa Francisco ha vuelto a recordar en la audiencia general de este miércoles a las víctimas de los atentados del martes en Bruselas. Pidió «a todas las personas de buena voluntad que se unan en la unánime condena de estos crueles actos abominables que están causando sólo muerte, terror y horror». También aseguró su oración por las víctimas, e invitó a todos los fieles a perseverar «en la oración y en pedir al Señor que en esta Semana Santa consuele los corazones afligidos y convierta los corazones de esas personas cegadas por un fundamentalismo cruel».

Antes, durante la catequesis, el Obispo de Roma había explicado el Triduo Pascual, tres días en los que «todo habla de misericordia, porque hace visible hasta dónde puede llegar el amor de Dios». El Papa citó las palabras de san Agustín, sobre cómo el amor de Dios va «hasta el fin sin fin», y subrayó que «el Misterio que adoramos en esta Semana Santa es una gran historia de amor que no conoce obstáculos».

Además, «la Pasión de Jesús dura hasta el final del mundo, porque es una historia del compartir los sufrimientos de toda la humanidad y una permanente presencia en las vicisitudes de la vida personal de cada uno de nosotros». El misterio pascual «nos dona la certeza de que no seremos jamás abandonados en las pruebas de la vida».

«Dios calla por amor»

El Jueves Santo, con el lavatorio de pies y la institución de la Eucaristía, hace realidad «el amor que se hace servicio» para «nutrir a cada hombre» y enseñarnos «que debemos aprender a compartir con los demás este alimento». El Viernes Santo –continuó– «es el momento culminante del amor. Un amor que busca abrazar a todos, ninguno excluido. Una fuente inagotable de salvación a la cual cada uno de nosotros, pecadores, puede acercase».

El Triduo Pascual termina el Sábado Santo. El Papa invitó a que este día «sea una jornada de silencio, el día del silencio de Dios», que «calla, pero por amor». «Jesús puesto en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad con los abandonados de siempre». El Santo Padre invitó también a reflexionar sobre «el silencio de la Virgen» en espera de la Resurrección.

Francisco concluyó recordando una revelación privada de Jesucristo a Juliana de Norwich sobre su Pasión: «El haber sufrido la Pasión por ti es para mí una alegría, una felicidad, un gozo eterno; y si pudiera sufrir más lo haría». Esto «nos lo dice Jesús a cada uno de nosotros».

RV / Redacción

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Nuestra reflexión sobre la misericordia de Dios nos introduce hoy al Triduo Pascual. Viviremos el Jueves, el Viernes y el Sábado Santo como momentos fuertes que nos permiten entrar siempre más en el gran misterio de nuestra fe: la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Todo, en estos tres días, habla de misericordia, porque hace visible hasta dónde puede llegar el amor de Dios. Escucharemos la narración de los últimos días de la vida de Jesús. El evangelista Juan nos ofrece la clave para comprender el sentido profundo: «Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1). El amor de Dios no tiene límites. Como repetía muchas veces san Agustín, es un amor que va «hasta el fin sin fin». Dios se ofrece verdaderamente todo por cada uno de nosotros y no se conserva en nada. El Misterio que adoramos en esta Semana Santa es una gran historia de amor que no conoce obstáculos. La Pasión de Jesús dura hasta el final del mundo, porque es una historia del compartir los sufrimientos de toda la humanidad y una permanente presencia en las vicisitudes de la vida personal de cada uno de nosotros. Pues, el Triduo Pascual es memorial de un drama de amor que nos dona la certeza de que no seremos jamás abandonados en las pruebas de la vida.

El Jueves Santo Jesús instituye la Eucaristía, anticipando en el banquete pascual su sacrificio en el Gólgota. Para hacer comprender a los discípulos el amor que lo anima, a ellos les lava los pies, ofreciendo una vez más el ejemplo en primera persona de como ellos mismos deberán actuar. La Eucaristía es el amor que se hace servicio. Es la presencia sublime de Cristo que desea nutrir a cada hombre, sobre todo a los más débiles, para hacerlos capaces de un camino de testimonio entre las dificultades del mundo. No solo. En el darse a nosotros como alimento, Jesús atestigua que debemos aprender a compartir con los demás este alimento para que se convierta en una verdadera comunión de vida con cuantos están en la necesidad. Él se dona a nosotros y nos pide permanecer en Él para hacer lo mismo.

El Viernes Santo es el momento culminante del amor. La muerte de Jesús, que en la cruz se abandona al Padre para ofrecer la salvación al mundo entero, expresa el amor donado hasta el final, hasta el final sin fin. Un amor que busca abrazar a todos, ninguno excluido. Un amor que se extiende a todo tiempo y a cada lugar: un fuente inagotable de salvación a la cual cada uno de nosotros, pecadores, puede acercase. Si Dios nos ha demostrado su amor supremo en la muerte de Jesús, entonces también nosotros, regenerados por el Espíritu Santo, podemos y debemos amarnos los unos a los otros.

Y, finalmente, el Sábado Santo es el día del silencio de Dios. Debe ser un día de silencio, y nosotros debemos hacer de todo para que sea una jornada de silencio, como había sido en aquel tiempo: el día del silencio de Dios. Jesús puesto en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad con los abandonados de siempre, que el Hijo de Dios alcanza colmando el vacío que solo la misericordia infinita del Padre Dios puede llenar. Dios calla, pero por amor. En este día el amor –aquel amor silencioso– se hace espera de la vida en la resurrección. Pensemos, el Sábado Santo: nos hará bien pensar en el silencio de la Virgen, la creyente, que en silencio esperaba la Resurrección. La Virgen deberá ser el ícono, para nosotros, de aquel Sábado Santo. Pensar mucho como la Virgen ha vivido aquel Sábado Santo; en espera. Es el amor que no duda, sino que espera en la Palabra del Señor, para que se haga evidente y resplandeciente el día de Pascua.

Es todo un gran misterio de amor y de misericordia. Nuestras palabras son pobres e insuficientes para expresarlo en plenitud. Nos puede ayudar la experiencia de una muchacha, no muy conocida, que ha escrito paginas sublimes sobre el amor de Cristo. Se llamaba Juliana de Norwich, era analfabeta, esta joven, tuvo visiones de la Pasión de Jesús y luego, en la cárcel, ha escrito, con lenguaje simple, pero profundo e intenso, el sentido del amor misericordioso. Decía así: «Entonces nuestro buen Señor me pregunto: “¿Estás contenta de que yo haya sufrido por ti?” Yo dije: “Sí, buen Señor, y te lo agradezco muchísimo; sí, buen Señor, que Tú seas bendito”. Entonces Jesús, nuestro buen Señor, dice: “Si tú estás contenta, también yo lo estoy. El haber sufrido la Pasión por ti es para mí una alegría, una felicidad, un gozo eterno; y si pudiera sufrir más lo haría”». Este es nuestro Jesús, que a cada uno de nosotros dice: «Si pudiera sufrir más por ti, lo haría».

¡Cómo son de bellas estas palabras! Nos permiten entender de verdad el amor intenso y sin límites que el Señor tiene por cada uno de nosotros. Dejémonos envolver por esta misericordia que nos viene al encuentro; y en estos días, mientras tengamos fija la mirada en la pasión y la muerte del Señor, acojamos en nuestro corazón la grandeza de su amor y, como la Virgen el Sábado Santo, en silencio, en la espera de la Resurrección.